ECONOMíA › CóMO IMPACTAN LOS CONTROLES OFICIALES EN LA IMPORTACIóN DE LIBROS

Pequeñas compras en el laberinto

Las importaciones de escala media y grande se realizan de manera normal, pero los pedidos más pequeños de particulares y empresas deben cumplimentar un trámite nuevo que levanta quejas entre los afectados.

 Por Javier Lewkowicz

La importación de libros que realizan las editoriales a escala media y grande se desarrolla de manera normal, aunque los pedidos más pequeños de particulares o empresas para muestreo ahora deben cumplimentar un trámite que encarece mucho la mercancía y es engorroso. Esa descripción del funcionamiento del mercado del libro es compartida por pequeñas y grandes editoriales. La porción de importaciones afectada es mínima, pero tiene fuerte impacto mediático por tratarse en muchos casos de publicaciones científicas y artísticas muy específicas.

Según datos del Ministerio de Industria referidos a 2010, alrededor del 80 por ciento de los libros que se consumen en el país son importados. Esa situación, en el marco de la intención oficial de minimizar la salida de divisas e impulsar el desarrollo industrial, llevó a que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, citara a las empresas del sector en octubre del año pasado para informarles que ingresaban en la lógica del “1 a 1”: compensar importaciones con exportaciones o aportes de capital. En paralelo, Moreno estableció que los libros que ingresan al país no pueden contener una cantidad del plomo en tinta superior al 0,06 por ciento. Las empresas del sector firmaron el acuerdo para compensar su balanza comercial.

“Hemos tenido problemas el año pasado, cuando se paró todo, antes del acuerdo con Moreno. Al exportar revistas, nosotros ahora cumplimos con el convenio y nos liberan lo que importamos, de hecho hace poco nos aceptaron una importación muy grande”, explicó a Página/12 Carlos Alberto Artigas, gerente de importaciones de Editorial Atlántida. En tanto, el presidente de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), que nuclea a las empresas más grandes del sector, Héctor Di Marco, señaló a este diario que “las importaciones se redujeron un poco porque ha habido algo de sustitución por producción local, pero no se registran faltantes significativos”.

“Según datos de Aduana, en el primer bimestre de este año se importó por un valor similar al del mismo período de 2011, lo que refleja que a partir del acuerdo el mercado del libro importado no se modificó sustancialmente”, explicó a este diario Isaac Rubinzal, titular de la Cámara Argentina del Libro (CAL). Ese dato relativiza la sustitución de importaciones pero refuerza la idea de que no hay grandes faltantes. “La industria gráfica argentina está preparada para responder a una demanda creciente. Los talleres se han tecnificado y hay imprentas de buena calidad”, destacó a este diario Juan Carlos Manoukian, director de Ediciones Ciccus.

Otras empresas tampoco advierten grandes complicaciones. Desde la firma importadora SBS, una de las más importantes del mercado, dijeron a este diario que “nosotros no tenemos problemas para adquirir los libros del exterior, cumplimos con la exigencia de compensar importaciones y no hay complicaciones”. “Después del acuerdo de compensación que se firmó con Moreno, comenzamos a imprimir más títulos en la Argentina y no hemos tenido problemas para importar. Siempre hay algunas demoras en esta época del año”, indicaron desde el Grupo Santillana.

Las empresas coinciden en que no hay problemas graves en el mercado, pero advierten que la compra de libros impresos en el exterior a través de Internet por parte de particulares o los pequeños pedidos que hacen las firmas para muestreo se ha vuelto muy compleja. Sucede que por fuera de las operaciones usuales de importación, las empresas suelen adquirir por correo libros hasta un monto de mil dólares o un peso total de 50 kilos. Se trata de pedidos especiales vinculados con publicaciones científicas o de arte de escasa tirada. A la vez, particulares adquieren libros a través de Internet, que luego el correo distribuye “puerta a puerta”. Para efectuar esas operaciones, ahora se debe realizar un trámite en el aeropuerto de Ezeiza. “Es engorroso para un pequeño envío”, considera Rubinzal.

En el caso de la compra de un particular por Internet, en lugar del libro en la puerta del domicilio, ahora la empresa de correo DHL, la más importante del mercado, envía al comprador una notificación que indica que la mercadería está retenida en Aduana. Para liberarla, se debe retirar un comprobante en DHL que tiene un costo de 60 dólares más IVA y luego dirigirse a la bodega de Aduana en Ezeiza. Si el verificador entiende que no se trata de una operación comercial, se autoriza el retiro luego de abonar entre 10 a 12 dólares por “costo de manipuleo” y entre 2 a 4 dólares por día de almacenaje, cargo que comienza a cobrarse luego del segundo día desde que el producto llega a Ezeiza. Es decir que un libro con un precio de 50 dólares termina costando 120 dólares, como mínimo, luego de haber realizado un trámite complejo. La norma que sustenta la modificación en la operación de compra de libros al exterior “a baja escala” no tiene que ver con Aduana, sino que está vinculada con la disposición que regula la cantidad de plomo en la tinta sobre las importaciones.

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A las editoriales les exigen compensar importaciones con exportaciones o aportes de capital.
Imagen: Vera Rosemberg
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