ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: CóMO CONSOLIDAR UNA SENDA DE CRECIMIENTO PARA LOGRAR EL DESARROLLO

Los objetivos para el largo plazo

La transformación de la economía argentina garantizó una sorprendente estabilidad, aun en un contexto internacional de fuerte volatilidad como el actual, con precios de la soja y el petróleo en baja y Brasil en crisis. Qué medidas se deberían tomar para reforzar esta senda.

Producción: Tomás Lukin

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Estrategia financiera

Por Andrea Pietrobuono *

Con el año electoral en marcha, es menester instalar en la agenda de debate la necesidad de continuar trabajando en el diseño de políticas clave para encauzar un proceso de desarrollo económico de largo plazo. ¿Alcanza con una macroeconomía estable para dar respuesta? ¿Necesitamos un Banco Central activo que reoriente el crédito hacia el financiamiento productivo? ¿Es necesaria una banca pública que actúe como grupo estratégico? ¿Deberíamos contar con un banco de desarrollo propio o con perfil latinoamericano para financiar proyectos estratégicos?

Luego de la grave crisis bancaria del año 2001, el sistema financiero se encuentra actualmente en un proceso de normalización como consecuencia de la solución en la reprogramación de los depósitos, el canje de la deuda pública, el vigoroso crecimiento de los depósitos y préstamos, la sustancial disminución en la irregularidad de las carteras bancarias, el fin de las pérdidas operativas para la mayoría de las entidades, el proceso de capitalización tanto de bancos públicos como privados y las mejoras en términos de eficiencia y rentabilidad. Ello se evidenció en un crecimiento de la profundidad financiera, que pasó del 7,2 por ciento del PBI en 2004 al 14,3 por ciento en 2013 explicado por los “altos depósitos que apalancaron el crecimiento del sistema”.

Sin embargo, muchos desafíos continúan pendientes en la materia, en especial si tenemos en cuenta que el grado de profundidad del sistema aún es bajo cuando se lo compara con algunos países de Latinoamérica y países desarrollados y de que existen algunas características estructurales que limitan fuertemente su desarrollo. Tales son el reducido plazo del fondeo, la propensión estructural a la dolarización por fuera del sistema, la magnitud de la economía informal y la tendencia estructural al financiamiento del consumo por sobre las actividades productivas.

Por lo tanto, no alcanza sólo con avanzar en la coordinación de los instrumentos de política –monetaria, cambiaria, comercial, fiscal, ingresos– con el objeto de garantizar la estabilidad de las variables fundamentales de la economía y la acumulación de capital reproductivo. Es necesario profundizar la estrategia de una política financiera integral.

Es necesario planificar nuevas políticas de oferta, que corrijan gradualmente los desequilibrios estructurales. Mucho camino puede recorrerse profundizando la intervención activa del BCRA en la intermediación financiera doméstica, agudizando su incidencia en la definición de las condiciones de crédito generales (plazos, tasas de interés y otros cargos) y el direccionamiento del financiamiento hacia actividades productivas consideradas prioritarias. Es con este espíritu que, por ejemplo, en la actualidad existe la línea de Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, los encajes diferenciados que premian el financiamiento a pymes y la Línea de Créditos para la Inversión Productiva hoy orientada ciento por ciento al financiamiento de las empresas más pequeñas del sistema a tasa fija.

Esto debe complementarse acentuando el rol de la banca pública como grupo estratégico en la ejecución del plan de desarrollo, apuntando no sólo a las fallas que presenta el mercado en materia de racionamiento del crédito, sino también cumplimentando un rol testigo, anticíclico, inclusivo y estratégico para el estado y el sistema financiero en su conjunto. En este sentido, la clientela natural de esta banca debe concentrarse en la pequeña y mediana empresa, el sector rural y en las actividades innovativas, que naturalmente registran costos de intermediación más altos y riesgos menos diversificados que las empresas grandes. Es necesario estandarizar productos en estos sectores para alocar allí recursos financieros a plazos más extensos y lograr cierto grado de especialización para este tipo de clientes. La banca pública debe, por lo tanto, apuntalar la profundización de los vínculos intra e intersectoriales para permitir el desarrollo de cadenas de valor dentro de la economía nacional y fortalecer el entramado productivo.

Finalmente, todo debe articularse con una banca de desarrollo que debería ser de carácter regional orientada a mejorar la competitividad, el desarrollo científico-tecnológico, la infraestructura, la generación y provisión de servicios, la complementariedad productiva intrarregional, la maximización del valor agregado a las materias primas producidas y explotadas en los países de la región y creación y expansión de cadenas productivas regionales. No obstante ello, esta banca también debería asistir sectores sociales como la salud, la educación, la seguridad social, las cuestiones ambientales y todo proyecto orientado a la lucha contra la pobreza y la exclusión social.

* Economista (FCE-UBA). Directora del Banco Ciudad de Buenos Aires y vicepresidenta de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID-Baires).


Lejos del colapso

Por Alejandro Robba *

Aun con los bajos precios de la soja, incertidumbre reinante en Europa, caída en los precios del petróleo y el gigante brasileño dormido, la economía argentina de 2014 no experimentó el colapso que los analistas que aparecen diariamente en los medios pronosticaban. Más aún, a partir del último bimestre del año la economía local parece retomar la senda del crecimiento empujada por una fuerte política de incentivos a la demanda y un Estado que garantiza una parte importante del nivel de actividad. En este sentido, los programas Procrear, Precios Cuidados y Ahora 12, sumados a la política de ingresos y a los nuevos derechos sociales establecidos, han sido fundamentales a la hora de estabilizar la economía e impedir retrocesos bruscos.

Existe un cambio estructural en la lógica de funcionamiento de la economía argentina, que no es tenido en cuenta por la mayoría de los economistas ni por los organismos internacionales a la hora de realizar pronósticos, acentuando el fracaso de sus predicciones. A contramano de lo que se pregonaba sobre una supuesta debacle económica, con inflación y desempleo creciente, los precios continúan su desaceleración y el empleo no colapsó. En efecto, se tome el indicador de precios que se tome, la tendencia declinante la refleja tanto el índice nacional como los provinciales, incluido el de la ciudad de Buenos Aires. Por el lado del empleo, en diciembre pasado el número de desocupados alcanzó los 837.000. Esto representa un incremento en términos absolutos de 78.000 argentinos respecto de un año anterior. No obstante, se observó un descenso de 58.000 personas que estaban desocupadas a septiembre de 2014, meses para los que se pronosticaban agudos conflictos sindicales. A la economía argentina como al resto del mundo le cuesta crear empleo decente, pero se debiera reconocer que aun con un año donde el nivel de actividad no se expandió, el mercado laboral presentó una estabilidad que no exhibía en años anteriores.

¿Cómo puede explicarse que en 2014 la economía no haya sufrido un fuerte cimbronazo? Lo primero que debe esgrimirse es la imposibilidad que tiene la corriente ortodoxa tradicional para analizar este nuevo fenómeno. La clave es entender que la marcha de la economía está impulsada por la demanda agregada y que las teorías del derrame o aquellas del “primero ahorro, después crezco y recién al final llega la felicidad” han fracasado para explicar el ciclo económico.

En el caso argentino, la demanda tiene en el consumo interno su principal motor. Esta variable no es sólo inducida por el nivel de la masa salarial (salario real y nivel de empleo), sino también tiene un componente autónomo que es el gasto público. La redistribución que el Estado realiza mediante el cobro de impuestos y el gasto determina que su intervención sea decisiva para impulsar o contraer una parte considerable del consumo total. Podríamos entonces empezar a hablar –y bienvenido el debate– de una nueva “normalidad” en la economía que surge de la impronta de un Estado comprometido con el sostenimiento de la actividad económica y al frente del proceso de desarrollo. En este sentido, cabe destacar que desde la política económica se inyectaron todos los años desde 2009 crecientes flujos monetarios hacia los hogares. Y hablamos de hogares y no de individuos, porque son los ingresos totales de los hogares (paritarias y convenios para los activos, AUH para los chicos, inclusión y movilidad social para los abuelos, cooperativas de trabajo, etc.) los que sostuvieron el consumo. Esto explica por qué, a pesar de que los salarios reales no mejoraron el año pasado, esto no se tradujo en una caída significativa del consumo total. Mientras el sector privado no contribuyó a mejorar los ingresos de los hogares al crearse pocos puestos de trabajo, fue el sector público quien impulsó y sostuvo el ingreso que obtienen las familias por fuera del mercado.

De esta manera se pone un piso mínimo a la demanda, asegurando un nivel de producción compatible con la preservación del empleo y la rentabilidad empresarial. De mantenerse este modelo, la Argentina nunca más vivirá caídas de actividad del orden de las experimentadas –amargamente– en el pasado.

La nueva “normalidad” es que ahora los ingresos de los hogares no son más rehenes del ciclo económico controlado por un mercado concentrado, sino que el Estado sostiene buena parte de la actividad transfiriendo mayores ingresos a las familias. Así se estabiliza la economía y se resguarda el empleo de millones de argentinos. Modificar ese esquema sería volver al pasado y encontrarnos con volatilidades que impactarían fuertemente sobre los sectores más vulnerables. Tal vez, la oposición debería debatir de cara a la sociedad si sigue o rompe con esta “nueva normalidad” en la economía argentina en lugar de oponerse a cualquier iniciativa del ejecutivo como única forma de hacer campaña electoral. La madurez del pueblo argentino requiere este tipo de debates de fondo.

* Director de la Carrera de Economía de la Universidad Nacional de Moreno e integrante de la graN maKro.

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Imagen: Bernardino Avila
 
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