ECONOMíA › EL PAPEL DE LAS CALIFICADORAS

Una historia de fracasos

Las calificadoras de riesgo cumplen un rol central en la arquitectura financiera internacional promocionando el endeudamiento de los países que, en muchos casos, deben recurrir posteriormente a importantes programas de ajuste para poder cumplir con la carga de abultados intereses de la deuda. El país interesado en endeudarse requiere necesariamente legitimar la iniciativa a través de las notas que otorgan firmas como Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch. La función de estas compañías es brindar una “opinión técnica independiente” sobre la capacidad de repago. Las evaluaciones sobre la calidad de una emisión de deuda son el factor determinante para el éxito de la operación y el costo de endeudamiento de quienes se someten a sus análisis.

El estallido de la crisis financiera internacional en 2008 expuso la falta de rigurosidad de estas agencias de riesgo. A pesar del fracaso de las calificadoras para cumplir sus tareas de medir el riego de la deuda, su escasa capacidad técnica y falta de rigurosidad metodológica, el fraude registrado en sus evaluaciones de los activos estructurados con hipotecas subprime y su complicidad en la profundización de la crisis estructural de la Eurozona, las reglas de juego vigentes no ofrecen alternativas: obtener una calificación es condición necesaria para que un título llegue a los mercados. Muchos organismos reguladores exigen que los bonos posean el sello de aprobación de las calificadoras, mientras que los inversores, fundamentalmente los institucionales como fondos de pensión o aseguradoras, deben guiar sus operaciones de acuerdo a la ponderación que otorgan a los instrumentos financieros Moody’s, S&P y Fitch. Esos inversores compran los bonos si y sólo si recibieron la codiciada calificación AAA.

A mediados de 2008, la SEC había difundido el documento Summary report of issues identified in the commission staff’s examinations of select credit rating agencies. En esa investigación el organismo regulador, el mismo que creó las condiciones de mercado oligopólico desregulado para la consolidación de las calificadoras, cuestionó duramente la consistencia, rigurosidad y profesionalidad de esas empresas al momento de evaluar el riesgo. Uno de los pasajes más jugosos corresponde a un intercambio de mails entre ejecutivos de una de las empresas donde el analista reconoce que su modelo de evaluación no captura la “mitad” del riesgo de la emisión, aunque señala con ironía que “la colocación podría estar estructurada con vacas y nosotros la calificaríamos” (“It could be structured by cows and we would rate it”). No obstante, pese al reconocimiento de los fallidos de las agencias de riesgo, la arquitectura financiera internacional no ha mostrado un salto de calidad deslegitimando la actividad de estas firmas, con el objetivo de reemplazarlas por instituciones con menos incentivos a especular.

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