ECONOMíA › DANIEL MARX HABLA DEL FONDO Y DE LA OFERTA ARGENTINA

“Mucha aceptación sería un problema”

Quien fue funcionario clave de Alfonsín, Menem y De la Rúa piensa que lograr que un 20 por ciento de los acreedores adhiera a la propuesta de canje no sería necesariamente un fracaso.

 Por Julio Nudler

“El Gobierno es más coherente de lo que la city cree. En la city piensan que fracasará el canje. Pero el Gobierno ha dicho en varias oportunidades que no quiere depender de los mercados para su financiamiento. En su momento decidió avanzar con el canje de bonos porque el Fondo y el G7 le dijeron que ésa era una condición necesaria para apoyar al país.” Así razona Daniel Marx en sus nuevas oficinas, prolija, sobriamente rediseñadas, desde cuyos ventanales contempla una plaza en la que hasta hace poco acampaban manifestantes, rodeada de nuevas torres encristaladas. “Pero ahora –prosigue– el FMI le pide más cosas: coparticipación, tarifas... El Gobierno ve mientras tanto que las inversiones de las grandes empresas están caídas. Sabe que el solo hecho de salir del default no resolverá el problema de la inversión. Pero también en esto es coherente: entiende que lo único que puede desestabilizarlo es tener una corrida contra el sistema financiero. Entonces, para vacunarse contra ese riesgo decide seguir pagándole al Fondo. Con eso consigue que lo deje en paz, por ahora.”
Marx echa una mirada particular sobre la situación presente durante la entrevista con Página/12. “Tener un 20 por ciento de adhesión a la propuesta no sería necesariamente un fracaso desde la lógica mencionada –apunta–. La plata que tenías pensado darle a los bonistas se la tendrás que dar al Fondo porque dejó de refinanciarte. Problema sería que la oferta lograse un 80 por ciento de aceptación. Bueno..., en realidad no sería estrictamente un problema. En esa hipótesis, la Argentina debería darse vuelta y decirle al Fondo que reasumiera sus desembolsos. De otro modo, estaría haciendo fracasar el acuerdo porque plata para todos no hay.”
–El país estaría logrando que los bonistas se enfrenten con el FMI...
–El inconveniente de esta situación es que no sabés cuánto dura. Dentro de un año ya no vas a tener plata para pagarle al Fondo si éste no reanudó el programa, que implica la refinanciación de los vencimientos de capital. A principios de 2005, previendo esta circunstancia, es posible que tengamos una retracción anticipada aún mayor de las inversiones.
–¿A qué juega la Argentina con su oferta a los bonistas?
–Pienso que en estos momentos el Gobierno no querría que la aceptación de su oferta sea de sólo 3 por ciento. Pero tampoco que alcance un valor en el que el costo supere al beneficio. Como está aún definiendo sus políticas de largo plazo, en áreas como el petróleo o los servicios públicos, por ejemplo, no puede esperar un importante ingreso de capitales. Por tanto, no está en condiciones de asumir demasiados compromisos en divisas.
–¿Qué puede esperarse de Rodrigo Rato?
–Rato juega al recién llegado. Se encuentra con un problema que viene de arrastre y no quiere convalidar nada que no lo convenza. Prefiere dejar esto en claro de entrada. Por ahora es escoba nueva. El impulsó ciertas cosas en España diez años atrás y le salieron bien: liberó el sistema de precios, ordenó las finanzas públicas. Fueron reformas que tomaron tiempo, pero funcionaron. Me parece que prefiere ver las direcciones de largo plazo. A él no le interesan demasiado los números del trimestre. Mira la situación estructural. También puede estar pensando en el precedente que sienta con la Argentina. Rato viene en serio de Europa, no como Köhler. Le da importancia a que haya un ordenamiento financiero internacional.
–¿Es defendible la dura actitud del FMI?
–La Argentina no le pide nada al Fondo. Sólo que le refinancie los vencimientos de capital. Pero el FMI quiere reducir abruptamente su exposición, que el país le repague rápidamente la deuda. Esto no debería ser. No es razonable.
–¿Cuál es el problema con las inversiones?
–Los que administran fondos y los inversores, tanto de fuera como locales, miran las mismas cosas. En este sentido, la Argentina, en un esfuerzo institucional, puede ir aclarando las reglas de juego para el mediano plazo en algunas áreas donde todavía no lo ha hecho. Por ejemplo, sube el petróleo, y en respuesta decide elevar las retenciones. Estas aparecen y desaparecen en el tiempo. En el resto del mundo, en los países donde el petróleo es explotado por compañías privadas, no hay retenciones.
–¿Es acertada la actitud del Gobierno?
–Ahora se está impulsando una discusión seria sobre las cuestiones de fondo. Como el Gobierno no quiere romper con el mundo, está encarando situaciones costosas, como la de las tarifas de los servicios públicos. En este contexto también tiene sentido arreglar algo de la deuda en términos prudentes. Puede ofrecer a quienes adhieran una cláusula por la cual si el día de mañana se otorgan mejores condiciones, éstas también valdrán para quienes acepten ahora. Esto les complicaría a tenedores de títulos como las AFJP el rechazo de la oferta, dado que ellas no necesitan caja.
–¿Kirchner atrae o ahuyenta a los inversores?
–Kirchner como presidente es importante, aunque por sí solo no alcanza para crear el clima nuevo que necesita la Argentina. Tiene que haber una decisión nacional, en torno de un programa de viabilidad política y social con sólida fundamentación técnica. El país no puede seguir dependiendo de tal o cual personalidad exclusivamente. Es muy deseable que dependa de instituciones fortalecidas. La vieja Argentina no puede perdurar. No tiene chance. La arbitrariedad que prevaleció durante tantas décadas no va más.
–¿Está satisfecho o decepcionado con este gobierno?
–Hace meses creía que la normalización iba a avanzar más rápidamente y que las cuestiones iban a estar a esta altura debatidas. La realidad demostró ser más compleja. Esto Lavagna lo tiene muy presente, aunque un ministro está normalmente demasiado atrapado en las urgencias, lo que parece suceder menos en su caso. El trajo calma, tranquilidad. El fue quien logró frenar la fuga de capitales dos años atrás.
–¿Quién es Lavagna para Estados Unidos?
–Allá hay varios que están todavía en el proceso de tratar de interpretarlo. Lo ven como alguien tratable, que escucha, aunque tiene sus propias ideas. Es un ministro que arma esquemas coherentes.

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