ECONOMíA › REPUNTA EL EMPLEO, PERO SOLO EN LOS GRANDES CENTROS URBANOS

En el campo, otra vez las espinas

Mientras la recuperación industrial favoreció la creación de empleo en las zonas urbanas, los nuevos paradigmas de la producción agropecuaria golpean fuerte sobre el empleo rural. Las estadísticas oficiales no alcanzan a medir sus efectos.

 Por Raúl Dellatorre

El empleo urbano, fundamentalmente en los cuatro núcleos de mayor concentración de población, le sigue dando buenas noticias al Gobierno. Sin embargo, el fenómeno del aumento en los puestos de trabajo está lejos de poder hacerse extensible a todo el país. El crecimiento en la cantidad de trabajadores registrados en las principales ciudades se da en forma paralela al aumento de la tasa de actividad (proporción de la población que tiene o busca trabajo), que se refleja en las mediciones del Indec. Este sería el resultado de la migración desde zonas rurales hasta centros urbanos, ya que el patrón de crecimiento de la actividad agropecuaria –al contrario de lo que sucede en las áreas urbanas– no es acompañado por aumento sino por destrucción del empleo.
La evolución del empleo en los cuatro principales núcleos urbanos del país –Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza– mostró un crecimiento del 6,9 por ciento en los últimos doce meses (de noviembre del 2003 al mismo mes de este año) y del 10,4 por ciento medido desde el inicio de la gestión del actual Gobierno (junio del 2003). La industria manufacturera es el rubro más dinámico, aportando el 31 por ciento de los nuevos puestos de trabajo del período analizado. Además, se observa que en los últimos meses se aceleró la creación de empleo: mientras que entre octubre del 2002 (punto más bajo del ciclo) y junio del 2003 la recuperación del empleo tuvo un ritmo del 0,2 por ciento mensual, desde ese último mes hasta noviembre de este año el promedio mensual de creación de empleo pasó al 0,6 por ciento. Y en los últimos cuatro meses se ubicó por encima del 0,7 por ciento mensual.
Entre los cuatro centros urbanos relevados por la Encuesta de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo, Córdoba es el que observó mayor crecimiento del empleo en el último año, con un 14 por ciento. En ese núcleo poblacional, el crecimiento manufacturero alcanzó al 18,5 por ciento. En tanto, en los conglomerados de Rosario, Gran Buenos Aires y Mendoza, la creación de empleo se ubicó entre el 6 y el 7,6 por ciento.
La disparidad en la creación de empleo no se da sólo entre distintos centros urbanos. Mayor aún es la distancia que existe entre lo que sucede con el empleo en los principales centros urbanos y las zonas rurales. Ni la encuesta de la cartera laboral ni el Indec realizan mediciones sobre lo que sucede con el trabajo en el campo. La estadística oficial mide la desocupación en 28 conglomerados a todo lo ancho y largo del país, y proyecta esos datos no sobre la población total, sino exclusivamente sobre la urbana.
Se parte del reconocimiento de que la realidad en las áreas rurales es muy distinta y, por lo tanto, los datos de la encuesta del Indec no son extrapolables a las mismas. Pero no se mide en cuántos de esos pueblos del interior la desocupación es inferior al promedio nacional –porque todos los “sin trabajo” migran a las grandes capitales– y en cuántos es muy superior, porque ni siquiera cuentan con esa posibilidad de trasladarse. En uno u otro caso, los datos de los últimos años parecieran verificar que en vastas zonas el campo está expulsando gente. La tasa de actividad en los centros urbanos, tradicionalmente cercana o inferior al 40 por ciento en la Argentina, en los últimos años fue escalando y promedia ahora el 45 por ciento. Esto significa que hay más cantidad de gente demandando trabajo en las ciudades. Pero, del otro lado, se observa que cultivos como la soja se van extendiendo más allá de las zonas tradicionales, arrebatándoles superficie a cultivos regionales, como es el caso del algodón. La consecuencia es que muchos trabajadores rurales pierden sus puestos, dado que la producción de soja demanda muchísima menos mano de obra que los cultivos regionales, que son desplazados. Es el nuevo paradigma de la expansión agropecuaria: grandes extensiones de campo en manos de muy pocos productores, fuertemente equipados con maquinaria de última generación que prácticamente prescinden de la mano de obra. Bajo estas condiciones, no es llamativo que las principales zonas urbanas empiecen a poblarse de ex trabajadores rurales, que de todos modos son testimonio de que atrás dejaron a otros ex compañeros de tareas que no se trasladaron y probablemente hayan quedado desocupados en sus pueblos de origen. El otro elemento que surge de esta realidad es que cada vez son más los que demandan los nuevos puestos de trabajo en las ciudades, lo cual explica que, aunque el empleo crezca a tasas elevadas, el desempleo no baje con la misma velocidad.

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El empleo en las zonas rurales se vio afectado por los nuevos modos de producción agrícola.
 
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