ECONOMíA › POLEMICA: INDEC

Aguafiesta

 Por Alfredo Zaiat

El desplazamiento de una técnica del Indec, la directora de IPC, Graciela Bevacqua, generó polémica y la previsible preocupación por el riesgo de una eventual manipulación política de sensibles indicadores de la economía, en especial el Indice de Precios al Consumidor. Esa funcionaria será reemplazada por otra profesional de carrera que no pertenece al Indec, sino que revista en el Ministerio de Economía, Beatriz Paglieri, que hasta diciembre pasado se desempeñaba como titular de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales. La pulseada entre la conducción de Economía y los técnicos del Indec es histórica. Y esta última es un capítulo más de esa permanente tensión. Ayer, trabajadores del Indec se autoconvocaron durante unas horas frente a las oficinas del director, Leilo Mármora, en protesta por esa situación y, según manifestaron, para “defender la autonomía técnica y el prestigio profesional del Instituto”.

En esta oportunidad, el motivo del nuevo enfrentamiento tuvo su origen en diferencias sobre criterios “metodológicos” en la elaboración del IPC. La ministra Felisa Miceli argumentó que se trata, simplemente, de un “cambio funcional” y que “estamos contentísimos porque el país sigue creciendo y decaen el desempleo, la pobreza y crece la construcción. Todo sale del Indec, así que no tenemos problemas, ni inconvenientes”.

Las discusiones metodológicas son constantes en los organismos que elaboran indicadores estadísticos. Se debaten internamente y se actualizan según las convenciones que se alcanzan a nivel internacional. Son cuestiones técnicas que tienen una presentación neutral, pero no lo son ciento por ciento. Por ejemplo, según las ponderaciones (el peso relativo) que se asigne a un sector y a otro (industria o servicios), o el esquema de relevamiento que se elija (encuesta de campo o por declaración jurada) puede sesgar hacia uno u otro sentido el recorrido de un índice. Por ese motivo, el activo principal de un organismo de estadísticas es su credibilidad. El cuestionamiento público no ayuda en esa tarea y tampoco las presiones internas. Esto no significa que el poder político no pueda debatir metodologías porque hace al objetivo de una buena gestión. Una cosa es debatir, por caso, Economía propone generar un índice “core inflation” –inflación núcleo– como en Estados Unidos, que excluye productos con fuertes variaciones estacionales (Energía y Alimentos) con la convicción de que sería más estable que el IPC actual. Y otra distinta es imponer esa idea a la fuerza.

En ese sentido, cuando el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna –-ayer insólitamente preocupado por el Indec– elaboró un propio índice de pobreza porque no le gustaba el que preparaba el organismo y, además, desplazó a su titular, Juan Carlos del Bello, el grupo de economistas del Plan Fénix escribió: “La estadística puede ser técnicamente discutible, pero no puede ser propaganda. La mejor manera de asegurar el cumplimiento de la misión institucional del Indec es terminar con su dependencia del Ministerio de Economía y reformar su régimen de funcionamiento para convertirlo en un organismo autónomo, dotado de un presupuesto adecuado a sus objetivos, dirigido por un profesional seleccionado por su idoneidad técnica y que goce de estabilidad y respeto en el cargo”.

Ayer Lavagna, hoy Miceli-Moreno, más atrás Cavallo y todavía más atrás Martínez de Hoz se sintieron incómodos con algún indicador del Indec. Más allá de las razones “funcionales”, que pueden ser correctas y con razones técnicas, el desplazamiento de Bevacqua sólo abona el terreno de aquellos que sostienen, con fundamentos políticos sin sustento técnico, la idea de que la inflación es “un dibujo”. El IPC se releva a partir de observar todos los días hábiles un total mensual de 115.000 precios en alrededor de 8000 negocios informantes, que fueran seleccionados en base al Censo Nacional Económico de 1994. Difícilmente se pueda dibujar ese índice. Se lo está adecuando a la nueva estructura de consumo en base a la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2004/2005, que tiene como antecesora la realizada en 1996/1997. Pese a ese cambio, el resultado del IPC no tiene relevantes variaciones entre uno y otro índice. Entonces, Economía tiene que evitar que esa idea de una índice “ficticio” prevalezca y para ello no tiene que percibir al Indec como un molesto aguafiesta no invitado.

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