EL MUNDO › CUANDO LE FALTAN CUATRO AÑOS DE MANDATO, TIENE UN 80 POR CIENTO EN CONTRA

Toledo, el increíble presidente menguante

 Por Carlos Noriega

Mientras en las calles las marchas de protesta se multiplican y los gritos contra el gobierno y su política económica suben de tono, las últimas encuestas confirman la debacle del gobierno de Alejandro Toledo: un precario respaldo que oscila entre 11 y 18 por ciento según diversas encuestadoras, y una desaprobación abrumadora que bordea el 80 por ciento. Cifras alarmantes cuando van apenas 14 meses de gobierno y restan otros cuatro años más. Anteayer, miles de trabajadores y desempleados marcharon por las calles de Lima y llegaron hasta las puertas de Palacio de Gobierno exigiendo cambios en la política económica neoliberal. Política impuesta por el autoritarismo del ahora prófugo ex presidente Alberto Fujimori y que Toledo ha decidido mantener inalterable. La protesta, con bloqueo de carreteras y paros en muchos lugares, se repitió en el interior del país.
El hecho evidencia la creciente bronca contra el gobierno de Toledo y la incapacidad del régimen para responder a las demandas ciudadanas. Mientras los gritos contra la política económica neoliberal se filtraban hasta los pasillos del palacio presidencial, el primer ministro Luis Solari, como si viviera en otra realidad, salía a decir muy seguro: “Somos la mejor economía de Sudamérica”. La situación ha llegado a tal punto que el debate político gira alrededor de las especulaciones sobre el tiempo que durará Toledo sentado en el sillón presidencial. Y las apuestas no favorecen al presidente peruano. ¿Cómo Toledo, que en agosto del 2001 luego de asumir la presidencia tenía más del 60 por ciento de respaldo, ha podido desmoronarse tan rápida y estrepitosamente en tan poco tiempo? Carlos Franco, sociólogo del Centro de Estudios Peruanos para el Desarrollo y la Participación (CEDEP), intenta responderla en diálogo con Página/12. “En su campaña electoral Toledo apeló a un discurso encendido de poner límites a las empresas transnacionales, cuestionó las privatizaciones, prometió restituir los derechos laborales derogados por el fujimorismo. Pero una vez en el gobierno dice que se mantendrán los compromisos económicos adoptados y que se firmará un acuerdo con el FMI. Para la gente esos son signos más que claros de que fue engañada. Toledo apostó muy claramente a la identificación étnica, le dijo a la gente ‘somos los cholos los que vamos a llegar al poder’, y ahora esa gente, que antes lo vio como uno de los suyos, lo está viendo como un mentiroso que los ha engañado, por eso le tiene mucha bronca. Toledo está impugnado por la gente, que lo asocia con la figura de la traición”, señala Franco.
Luis Benavente, director del Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima y experto en encuestas, coincide en que las expectativas que despertó Toledo y que no ha podido satisfacer son un factor clave en el desmoronamiento de su popularidad. “En sus cuatro campañas electorales (dos vueltas el 2000 y otras dos el 2001) la principal promesa de Toledo fue dar trabajo. ‘Toledo trabajo’ fue su eslogan. La expectativa ante esa promesa fue muy grande y al no verse satisfecha, entonces cae la popularidad del régimen”, señala Benavente en conversación con este diario. Y agrega: “Toledo tiene un problema muy serio de carisma y de liderazgo. No tiene un nivel de liderazgo que le permita imponer autoridad y no inspira confianza. No es el líder carismático que requerían las circunstancias del país”.
Todas las encuestas coinciden en que la falta de credibilidad es el principal pasivo de Toledo. Durante la campaña electoral Toledo firmó un documento comprometiéndose a no privatizar las empresas eléctricas del sur del país, pero a los pocos meses de estar en el poder inició el proceso deventa de esas empresas. Estallaron las protestas y, luego de dos muertos, el gobierno dio marcha atrás en sus afanes privatizadores, pero la credibilidad presidencial ya había sufrido un golpe mortal. Ahora el gobierno amenaza retomar las privatizaciones.
A esto se agregan las críticas a la conducta personal de Toledo. El autootorgamiento de un sueldo presidencial de 18.000 dólares mensuales en un país con un 55 por ciento de su población bajo la línea de la pobreza y los viajes en el avión presidencial para pasar con sus amigos más cercanos los fines de semana en un lujoso balneario del norte del país han minado significativamente la imagen presidencial. A esto se suma el escándalo no resuelto por su supuesta paternidad de una adolescente de 14 años que Toledo niega en todos los tonos y que la niña y su madre insisten en reclamar ante los tribunales y los medios de comunicación. En la campaña electoral Toledo aseguró que luego de la misma no tendría ningún problema en someterse al ADN para demostrar que él decía la verdad, pero ahora está haciendo todo lo posible por evitar esa prueba. Y el recién descubierto vínculo laboral de la esposa de Toledo, la antropóloga belga Eliane Karp, con el banco que usaba Vladimiro Montesinos para mover el dinero de su mafia, y las cada vez más agresivas declaraciones de la primera dama contra los partidos políticos, las encuestadoras y los medios de comunicación, han sido un otro duro golpe.

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