EL MUNDO › ENTREVISTA CON EL HISTORICO DIRIGENTE CUBANO RICARDO ALARCON

“Con Obama no esperamos un gran viraje”

El presidente de la Asamblea Nacional de Cuba habla sobre los interrogantes que se abren con el cambio de administración en Estados Unidos. “Obama no es del mismo signo que Bush. Hay un cambio, pero no radical”, afirma Alarcón.

 Por Blanche Petrich *

Mirando las noticias sobre el triunfo de Barack Obama el 4 de noviembre, el veterano comunista cubano Ricardo Alarcón no pudo dejar de advertir “un detallito” en el acto multitudinario que saludaba el triunfo del primer presidente negro de ese país, nada menos que en Chicago, en el mismo espacio donde fueron reprimidas las grandes protestas de 1969, con lo que se cerró el ciclo de los contestatarios años sesenta.

“Vi las imágenes y reconocí a muchos amigos míos que estaban llorando; gente de lo que fue la nueva izquierda americana de otros tiempos. Ellos sintieron una emoción muy especial al reunirse allí, no para ser apaleados, sino para celebrar la elección de un negro como presidente que promete cambiar el país. No quiero ser ingenuo, sé que no podemos esperar un gran viraje respecto de Cuba, pero comprendí su esperanza.”

El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular habla extensamente con este diario sobre las incógnitas, expectativas y límites de la nueva era que empieza “con este joven y su nuevo equipo”. El tema le apasiona. Como representante del gobierno revolucionario de La Habana en la Organización de Naciones Unidas, vivió en Nueva York justamente en los años de las luchas por los derechos civiles (de 1966 a 1978) y nunca se desconectó del estudio y análisis puntual de la política de ese país, ni cuando fue viceministro de Relaciones Exteriores ni cuando representó a su gobierno en las reuniones periódicas y discretas entre funcionarios de Washington y La Habana sobre migración, en los años ochenta y noventa.

Su conclusión la resume con un giro cubanísimo: “No va a ser fácil, chico”. Enmarca sus opiniones en la advertencia que hace unos días ponía sobre el tapete Fidel Castro, en una de sus reflexiones, al alertar sobre la “poderosa marea de ilusiones” que despierta la obamamanía.

“Lo que hay hasta ahora –señala Alarcón– es la gran victoria de Obama, que sólo se explica por su capacidad de generar un amplísimo consenso entre millones de estadounidenses que se reunieron en torno de una aspiración de cambio, un cambio que no se ha definido con precisión. Es un hombre con antecedentes que nos hacían pensar a muchos que no sería electo: hijo de un migrante africano, con una historia política que en Estados Unidos puede llamarse liberal, sin algún pecadillo de concesión a la derecha. Conozco Estados Unidos lo suficiente como para no ver la diferencia entre lo que ha habido ahí hasta ahora y lo que viene.”

Pero el análisis del cambio prometido se complica con la cláusula relativa a Cuba. Yo no creo que nosotros tengamos que esperar, ni mucho menos, un gran viraje.”

–El hizo campaña como un político antiestablishment, pero arma su equipo con gente del sistema.

–Eso es verdad y está bien. El no prometió la revolución socialista: prometió cambiar, y me parece comprensible, además, que trate de hacerlo manteniendo el mayor consenso posible. Desde la izquierda lo critican porque conformó su equipo económico, de seguridad, de políticas sociales, con viejos cuadros demócratas que vuelven al ruedo. Pero no es del mismo signo que el de Bush. Hay un cambio, no radical, pero no es lo mismo.

En el caso de Cuba, lo que Obama prometió es eliminar las restricciones que Bush agregó a las que existen limitar las remesas y los viajes de los cubanos residentes en Estados Unidos a la isla. Como fueron decisiones ejecutivas, Obama las puede anular con otra decisión ejecutiva. Eso, objetivamente hablando, no es ni el fin del bloqueo ni el fin de la política agresiva, pero es una noticia muy buena para cubanos de ambos lados del estrecho. Es algo saludable. Si no lo hace, olvídate. No va a hacer nada.

–¿Puede ir más allá?

–No hay nada de lo que él ha dicho que lo indique. Depende de muchos otros factores.

–¿De qué depende que eso no sea el techo de las posibilidades de Cuba?

–Obama tiene otros muy grandes problemas. En primer lugar, la economía. ¿Cómo va él a bregar con ese problema? ¿Qué hace con las dos guerras, la de Irak y la de Afganistán? ¿Y qué hace en relación con la vinculación de Estados Unidos con el mundo? Cuba no es lo más importante para ellos, sinceramente. Lo nuevo, lo que lo diferencia de los candidatos usuales en Estados Unidos durante mucho tiempo, es que llega a la presidencia gracias a la acción de millones de estadounidenses que no forman un partido político, que no tienen organización ni programa. Esa fuerza amorfa, inorgánica, pero con capacidad de ganar, ¿cómo va a operar ahora? ¿Va a existir después? Esto no deja de apuntar a cierto punto de cambio si se compara con este pasado inmediato terrible de Estados Unidos. Para gran parte de la gente en Estados Unidos, es un motivo de alivio tener a un Erik Holder como fiscal general en el lugar de Antonio Gonzáles.

–Son muchas las incógnitas...

–Fíjate tú, ni siquiera se ha instalado la nueva administración. Lo que ha ocurrido nada más es una modificación importante en un solo aspecto del poder, la presidencia de la rama ejecutiva. Está el Congreso, donde los demócratas ampliaron sus escaños. Ampliaron sus gubernaturas. En el nordeste fue una victoria avasalladora, pero eso no quiere decir que todos sean agentes del cambio. Cuando se instale Obama, con todas esas corrientes y fuerzas operando, va a ser una lectura difícil. Imposible detener la caída del imperio.

–En cuanto a las expectativas que hay en Cuba, ¿está contar con espacios de interlocución política, diplomática?

–La verdad es que siempre hubo espacio para el diálogo discreto, la interlocución privada, la diplomacia no pública que se mantuvo, que probó ser útil y que existió hasta que llegó el increíble equipo de George Bush, el pequeño. Fíjate en la entrevista del presidente Raúl Castro con Sean Penn (actor estadounidense, publicada en The Nation, edición de diciembre). Raúl anota un detallito muy interesante, que no es ningún secreto: que entre los militares cubanos y estadounidenses hubo un diálogo sistemático desde 1994, en Guantánamo, ahí donde el choque entre los dos países es más drástico, en un espacio donde hay dos banderas, una cerca en medio, tropas de un lado y del otro. Y ahí conversan.

–Entonces, ¿hay posibilidades de recuperar estas esferas de diálogo?

–Sí, si Obama logra que Estados Unidos vuelva a justipreciar el multilateralismo frente al unilateralismo; si Estados Unidos se mueve hacia una actitud más racional, que sería más pacífica y que tendría que ser más modesta. Estados Unidos ya no es la superpotencia hegemónica que pueda decidir por sí y ante sí. El mundo ha cambiado. Pretender detener la caída del imperio e imponer la hegemonía de Estados Unidos ya no es realizable. Esa locura los llevó a Irak, a Afganistán, a irse aislando. Ellos no son los dueños del mundo ni lo van a ser más. Estuvieron cerca de serlo cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en la cúspide de la Guerra Fría. Cuando triunfa la Revolución Cubana todavía pudieron aislarnos. Ya no.

–Concretamente, en América latina, ¿qué cambia con Obama?

–Para el ALCA, que vayan buscando el mejor museo que tengan por ahí para ponerlo. El gobierno que se instala en Washington ahora tiene entre sus soportes al movimiento sindical, a los trabajadores que han estado luchando contra los tratados de libre comercio. En esa crítica al neoliberalismo América latina se le adelantó a Estados Unidos eligiendo a Chávez en Venezuela, a Lula en Brasil, al Evo en Bolivia, etcétera. Para ellos ahora el reto es ver cómo establecen una relación normal, basada en el respeto a esos procesos. Un reacomodo hacia Cuba es una pieza importante para la nueva relación con América latina, lo han dicho todos los líderes de la región. Yo no pediría tanto, me conformaría con que empezaran a reconocer que América latina empezó a cambiar antes que ellos.

–Si Obama hiciera un gesto significativo hacia Cuba para la normalización de las relaciones, ¿cómo tocaría responder a Cuba?

–Dándole las gracias por reconocer su error de medio siglo.

* De La Jornada de México. Especial para Página/12.

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Ricardo Alarcón (centro), presidente de la Asamblea Nacional; a su lado, Raúl Castro.
Imagen: AFP
 
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