EL MUNDO › EL HISTóRICO ACUERDO DE AYER NO INCLUYE UN RECONOCIMIENTO DEL GENOCIDIO

Armenia y Turquía se hablaron

En ocho minutos, Eduard Nalbandian, canciller armenio, y Ahmet Davutoglu, su homólogo turco, cumplieron con la formalidad en Suiza, firmaron los acuerdos, se dieron un largo apretón de manos y partieron cada uno por su lado.

Tras casi un siglo de recelo, Turquía y Armenia dieron ayer un primer paso hacia la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países. La gélida Suiza y su atmósfera de neutralidad sirvieron de escenario. Tras un retraso de tres horas debido a una “dificultad de último momento”, la ceremonia se liquidó en ocho minutos. Sin que Turquía haya accedido al reclamo armenio de reconocer lo que este Estado llama “genocidio” –las matanzas y deportaciones de armenios a manos de los turcos en 1915– Eduard Nalbandian, canciller armenio, y Ahmet Davutoglu, su homólogo turco, cumplieron con la formalidad, firmaron los acuerdos, se dieron un largo apretón de manos y partieron cada uno por su lado.

Tanto Estados Unidos como Rusia y la Unión Europea (UE) apoyaron el acuerdo. Serge Sarkisian, presidente armenio, se dirigió ayer a su pueblo por cadena nacional y defendió su decisión. “No había alternativa al establecimiento de relaciones sin condiciones previas con Turquía”, afirmó el mandatario. “Tener relaciones con Turquía no debe de ninguna manera generar una duda sobre la realidad del genocidio. Es un hecho bien conocido y que debe ser reconocido”, insistió Sarkisian al día siguiente de una manifestación en Ereván de varios miles de opositores al acercamiento a Ankara.

En la ceremonia de ayer no hubo discursos. Si los hubiera habido, todo podría haberse echado a perder. A último momento, según trascendió, el canciller armenio objetó un párrafo del discurso que iba a leer el turco. Todavía no se sabe cuál. El hombre de Ankara, en un primer momento, no quiso ceder. Fue la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, quien salvó el asunto. Clinton, junto a su comitiva, ya había partido del hotel donde se hospedó Nalbandian para dirigirse a la Universidad de Zurich, donde iba a tener lugar el acto. Al enterarse de la objeción del ministro armenio, dio media vuelta y regresó al hotel.

El conciliábulo duró cerca de tres horas. La solución fue salomónica: ninguno de los dos leería el discurso que tenía preparado. “Se trataba de un texto prometedor, que hacía referencia a la paz y lo que esta firma representaba en ese sentido”, se lamentó un miembro de la delegación turca. “Turquía se encuentra comprometida con que este proceso siga adelante. Todas las partes han asumido riesgos políticos”, aseguró el diplomático.

Los riesgos políticos, sin embargo, podrían recién estar comenzando. Los documentos firmados ayer para restablecer las relaciones diplomáticas entre Ereván y Ankara, abrir la frontera común y complementar los sistemas de comunicación, transporte y energía, sólo entrarán en vigencia una vez que sean ratificados por los respectivos parlamentos. Y ello no será tarea fácil. Tanto una parte importante de la opinión pública turca como diversos grupos nacionalistas armenios y la mayoría de la diáspora de este país se oponen a los textos firmados ayer.

Las relaciones entre ambos países se encuentran signadas desde hace más de medio siglo por las matanzas y deportaciones masivas sufridas por los armennios a manos de los turcos entre 1915-1917 cuando el territorio que habitaban los primeros era parte del Imperio Otomano. Los muertos, según los armenios, fueron más de un millón y medio; según los turcos, entre 300 mil y 500 mil. Desde ese entonces, el Estado armenio exigió que Turquía reconociera el “genocidio” que cometió. El Estado turco, tras negar los hechos durante muchos años, nunca accedió a utilizar ese término.

El conflicto de Nagorno Karabaj no hizo más que agravar la situación.

Después de una guerra de seis años (de 1988 a 1994), Armenia se hizo con el control de ese enclave poblado de armenios en Azerbaiján, aliado de Turquía, que en 1993 cerró su frontera con Armenia a modo de represalia y condicionó a la resolución de ese conflicto su propia normalización de relaciones con Armenia. Ayer se dio un paso en sentido contrario.

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Los cancilleres de Armenia (izq.) y Turquía se dieron la mano ayer en Zurich.
 
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