EL MUNDO › EL JUEZ MICHAEL OBUS LEVANTó LOS CARGOS CONTRA EL EX JEFE DEL FMI

Archivan la causa Strauss-Kahn

La decisión judicial desestima las principales acusaciones: agresión sexual, intento de violación y secuestro.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

El juez norteamericano Michael Obus siguió las recomendaciones del fiscal Cyrus Vance y abandonó todos los cargos contra el ex director general del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn. La decisión levanta las principales acusaciones contra el economista francés, es decir, agresión sexual, intento de violación y secuestro, pero no revela los misterios de lo ocurrido el 14 de mayo en la habitación 2806 del hotel Sofitel de Nueva York. La mucama Nafissatou Diallo acusó a Strauss-Kahn de una salvaje agresión sexual, pero su testimonio fue puesto en tela de juicio por quien fue el más acérrimo antagonista de Strauss-Kahn, el fiscal Cyrus Vance. Sin embargo, en un extenso documento de 25 páginas, Vance admitió que la empleada le había mentido a los investigadores. Esta saga político policial, llena de excesos, de mala fe y de zonas con sombras cortantes, decapitó el destino político de quien aparecía como el próximo presidente de Francia. Strauss-Kahn cayó primero en el pozo de su propia imprudencia y luego en el abismo al que la Justicia norteamericana y sus enemigos políticos lo empujaron.

Apenas liberado de las acusaciones, Strauss-Kahn declaró en Nueva York que estaba “impaciente por volver a casa”. Dio las gracias a todos los que apoyaron en “esta pesadilla”. DSK, como se lo conoce en Francia, seguirá bloqueado en Nueva York hasta que los magistrados decidan qué destino dan al recurso presentado por la acusación. Su retorno probable no lo redime para la batalla política de las presidenciales del año que viene. Strauss-Kahn perdió todo en el poker oscuro de la habitación 2806: su puesto a la cabeza del FMI, su estatura de presidenciable socialista con amplias garantías de victoria y su intimidad. El escándalo reveló su gula sexual, sus relaciones excesivas con las mujeres y su gusto por el dinero. Hoy, el calendario del Partido Socialista para la elección interna de un candidato está cerrado. Strauss-Kahn ya no puede competir, tanto más cuanto que aún tiene pendiente en Francia otro caso similar ante la Justicia que se destapó con una demora sospechosa en medio del ciclón del hotel Sofitel. Una escritora periodista, Tristane Banon, también acusa a Strauss-Kahn de un intento de agresión sexual ocurrido hace varios años en un departamento parisino. La mujer recién presentó una querella una vez que saltó el escándalo del Sofitel y la Justicia francesa está investigando las alegaciones de la mujer. El abogado de Banon dijo que lo ocurrido ahora en los Estados Unidos no debería tener consecuencia en Francia. A su vez, los abogados de la mucama Nafissatou Diallo llegaron a Francia para lanzar una contraofensiva. Douglas Wigdor, uno de los defensores de Diallo, vino a Francia para ofrecer una conferencia de prensa en la cual confirmó la presentación de una querella contra el adjunto de la intendencia de la localidad de Sarcelles. Wigdor deploró en París que su clienta haya sido tratada “más como una sospechosa que como una víctima”.

Las sospechas surgieron de los mismos testimonios cambiantes que ofreció la mucama, de algunas alegaciones inciertas sobre su pasado y de una conversación telefónica que la policía grabó por casualidad entre Diallo y un hombre que estaba detenido. El fiscal Cyrus Vance escribió al juez Michael Obus que “si nosotros no podemos creer en ella más allá de cualquier duda razonable, tampoco podemos pedirle a un jurado que lo haga”. En ese mismo documento, Vance asegura que Diallo proporcionó a los investigadores versiones “irreconciliables” sobre el transcurso de los hechos. En su primera versión, la mujer afirmó que luego del intento de violación corrió hacia el fondo del piso 28 del hotel, adonde se encontró con un responsable del establecimiento a quien le narró los hechos para luego ir con éste a la habitación 2806. En la segunda versión la empleada dijo que, después de la presunta agresión, había ido a limpiar otra habitación para tranquilizarse. El fiscal de Manhattan consiguió además la transcripción de una conversación telefónica en fulani –lengua del oeste de Africa– en la cual aparece esta frase dicha por Diallo: “Sé lo que estoy haciendo, este tipo tiene mucha plata”. La mujer siempre negó haber dicho esas palabras y atribuyó el contenido a un error de traducción.

Entre las mil incoherencias que fueron apareciendo con el correr de los meses quedaron algunas certezas, sobre todo científicas: las pruebas de ADN y el examen minucioso de la habitación 2806 no permiten probar que hubo una agresión sexual. Ha quedado claramente establecido que sí hubo una relación sexual entre Strauss-Kahn y Diallo, pero no existe una prueba formal que ésta haya sido forzada, como lo afirmó la mucama. Según Vance, “la credibilidad de la querellante no resiste la evaluación más básica”. Pese a las conclusiones del fiscal Vance habrá, sin dudas, un vacío, una verdad cautiva en torno de lo que ocurrió en la habitación 2806. Los defensores de Diallo sostienen que disponen de muchos testimonios de mujeres violadas por Strauss-Kahn pero que, por presiones y maniobras de personas del círculo de DSK, jamás se presentaron a la Justicia. Douglas Wigdor dijo ayer en París que muchas mujeres provenientes de varios países “tomaron contacto con nosotros”. Sin embargo, los letrados no exhibieron ninguno de esos testimonios. En una u otra dirección, culpable de la agresión sexual o inocente de ella, el caso Strauss-Kahn quedará como un emblema del error judicial y del papel nefasto que desempeñan los medios cuando los intereses políticos se anteponen al rigor de la verdad y la investigación. Falsos periodistas, columnistas furibundos, hombres de las sombras, charlatanes, chismosos, contaminadores de opinión y un fiscal que cometió errores imperdonables rompieron el equilibrio de la balanza policial.

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Ya liberado de las acusaciones, Strauss-Kahn declaró en Nueva York que estaba “impaciente por volver a casa”.
Imagen: AFP
 
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