EL MUNDO

Un puente demasiado lejos entre Bush, Blair y otros

Tony Blair fue a Camp David para hacer de puente entre George W. Bush y Francia y Rusia, que querían que la ONU dirigiera el Irak de posguerra. Como cabía esperar, fracasó.

Por Enric González
Desde Washington

”Todo el tiempo que haga falta para vencer. No es una cuestión de calendario, es una cuestión de victoria.” George W. Bush fue tajante al indicar que no le importaría que la guerra en Irak se prolongara durante meses y que lo único esencial es acabar con Saddam Hussein y su presunto arsenal de armas prohibidas. El presidente de EE.UU. y su aliado británico, Tony Blair, concluyeron ayer una cumbre bélica en Camp David, no lejos de Washington, en la que constataron las dificultades de la invasión y el rechazo de Bush a ceder a la ONU cualquier protagonismo en la reconstrucción física y política de Irak. Los dos dirigentes reclamaron la reanudación inmediata del Programa Petróleo por Alimentos de la ONU, interrumpido por los combates (ver nota abajo).
Blair aseguró que la alianza entre Londres y Washington nunca ha sido más sólida y que ambos gobiernos están totalmente decididos a conseguir “la liberación de los iraquíes”, cueste lo que cueste. Ese es un mensaje dirigido fundamentalmente a la población de Irak. Tras la primera guerra del Golfo, en 1991, George Bush padre fomentó una rebelión popular contra Saddam Hussein pero no hizo casi nada para impedir que fuera brutalmente reprimida. Blair y el actual Bush quieren hacer saber a los iraquíes que esta vez no permitirán que su presidente resucitara tras una derrota, y que cualquier rebelión será bien recibida y apoyada hasta el final.
Los dos trataron de disipar el pesimismo acerca de la evolución del conflicto y resaltaron los logros de las fuerzas invasoras, tras una semana de combates. Recordaron que los campos petroleros del sur y el único puerto iraquí estaban bajo su control, al igual que la franja occidental del país; que había unidades estadounidenses y británicas “a 50 millas (85 kilómetros) de Bagdad” y que estaba abriéndose un frente en el norte. Pero se negaron a hablar de la duración de la guerra. “Seguiremos hasta que la misión esté cumplida, no tiene sentido marcarnos límites en el tiempo”, dijo Blair. Sólo 10 días atrás, el vicepresidente Dick Cheney había pronosticado que las unidades regulares iraquíes y grandes porciones de la Guardia Republicana se negarían a combatir y que la guerra sería “sin duda breve”.
El primer ministro británico viajó a la residencia presidencial de Camp David, en las montañas de Maryland, con la misión de ejercer una vez más como “puente” entre George W. Bush y los países opuestos a la guerra, mayoritarios en el Consejo de Seguridad y en la asamblea general de la ONU. La misión resultó, como se temía, imposible. Gobiernos como el francés o el ruso exigían que la ONU dirigiera al Irak de la inmediata posguerra, bajo los términos de una resolución que no respaldara “a posteriori” la invasión. Bush, cuya aversión hacia la ONU parece más profunda que nunca, se mantuvo firme en su propósito de asumir temporalmente el poder en Irak, a través de un gobierno encabezado por un general de Estados Unidos, y de ceder a la ONU sólo una función marginal, centrada en la distribución de alimentos. Según los planes de la Casa Blanca, el gobierno de ocupación militar cedería directamente el poder a “un gobierno elegido por los iraquíes”, en un momento no determinado y sin interferencias “internacionales”. “El futuro gobierno iraquí no será impuesto por extranjeros”, proclamó. Blair dijo, en cambio, que “sin duda” la ONU debe estar “estrechamente implicada” en esa transición.
Tras la cumbre, la reconciliación de Bush con la mayoría de los gobiernos del mundo se adivinaba más lejana y difícil que nunca. Blair no tuvo otra opción que retrasar sine die la discusión de “los detalles” del problema. El presidente de Estados Unidos se negó incluso a admitir que la guerra de Irak haya causado profundas divisiones internacionales yproclamó que ha congregado “una gran coalición occidental, más amplia que la de 1991”.
“Hay muchos de nuestro lado, pero también hay muchos que se oponen a nosotros”, admitió Blair. Sin embargo, también indicó que tras la guerra habría que discutir con aliados tradicionales como Francia y Alemania las causas de la fractura entre Estados Unidos y parte de Europa, para cerrar la herida, pero expresó su convicción de estar haciendo “lo correcto”. “No tengo ninguna duda de que nuestra causa es justa”, afirmó.

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Tony Blair y George W. Bush se congratulan mutuamente por sus propios “logros” militares.
 
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