EL MUNDO › EL ACTOR ENCABEZA EL MOVIMIENTO DE REBELDíA DE LOS RICOS QUE CUESTIONAN LA POLíTICA FISCAL DE HOLLANDE

El peor papel de Depardieu y compañía

El presidente francés aplicó un plan fiscal que revirtió en parte la tendencia de los últimos 20 años marcada por un favoritismo hacia los ricos. El actor se fue a Bélgica para no pagar impuestos y renunció a su nacionalidad francesa.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

El 2012 termina en Francia con acentos apoteósicos donde se elevan como una música patética las voces del debate sobre el porcentaje de impuestos que pagan los ricos. El socialismo gobernante se ve confrontado a la rebeldía fiscal de los pudientes, al tiempo que la derecha, que no sale del pantano de sus divisiones, conoció otro episodio oprobioso: la comisión francesa que valida los gastos ligados a las campañas electorales, en este caso los correspondientes a la elección presidencial de abril y mayo pasado, rechazó las cuentas de campaña del ex presidente Nicolas Sarkozy. Esto podría costarle al antiguo partido presidencial la suma de 11 millones de euros. Pero lo más sustancial y tragicómico es la comedia de millonario enojado que protagonizó el actor francés Gérard Depardieu. El actor tomó la cabeza del movimiento de rebeldía que pone en tela de juicio la política fiscal del presidente François Hollande. Aunque muy lejos de lo que había planteado durante la campaña para las elecciones presidenciales, una vez en el poder Hollande aplicó un plan fiscal que revirtió en parte la tendencia de los últimos 20 años marcada por un constante favoritismo fiscal hacia los ricos.

Enfurecido con la obligación de dejarle al fisco francés parte de sus ganancias, Depardieu encarnó uno de los roles más patéticos, vulgares y estúpidos de su carrera, pero esta vez en la realidad: después de exiliarse en Bélgica para no pagar impuestos en Francia, Depardieu renunció a su nacionalidad francesa y, acto seguido, publicó una carta abierta dirigida al primer ministro Jean-Marc Ayrault. Tras confesar que seguiría “amando a los franceses”, Depardieu dijo que ya no tenía nada que hacer en Francia y agregó que se iba del país porque los socialistas “consideran que el éxito, la creación, el talento y, en realidad, la diferencia, tienen que sancionarse”. De ahí en más el caso Depardieu se volvió una exquisita pieza de conventillo de millonarios enojados con el poder. Mentiras, cifras falsas, alegaciones inexactas, insultos y gestos de una bajeza sin precedentes llenaron de condimentos el debate sobre la política fiscal del gobierno.

Los ricos hicieron de Depardieu su emblema, el abanderado de la causa liberal contra el injusto amo socialista que los obliga a darle al Estado algunos millones más de los muchos que ya tiene. De hecho, el actor francés –170 películas– siguió los mismos pasos que otros millonarios asustados por la doctrina fiscal del Ejecutivo: se fue a exilar al pueblo belga de Néchin. Situado a un kilómetro de la frontera francesa, Néchin, entre su población, cuenta con un 28 por ciento de franceses, en su gran mayoría exiliados fiscales. El primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, juzgó como “despreciable “ el paso dado por la gloria del cine francés. Este le respondió diciéndole que le importaba un pito ser o no ser francés, ya que el presidente ruso Vladimir Putin le había ofrecido un pasaporte ruso. Depardieu tiene ahora más amigos que nunca, y no precisamente entre la clase popular de la cual era una suerte de héroe después de haber interpretado en el cine el papel de Obelix.

Pero este Obelix real resultó un dolor de cabeza para el gobierno, sobre todo porque lejos de limitarse a la figura de Depardieu y a la de otros evasores de impuestos, el exilio dorado del actor dio lugar a un enfrentamiento múltiple entre actores, políticos, periodistas y esos moralistas de moda que siempre aprovechan la ola para poner sus huevos envenenados. En defensa del actor salió la actriz Brigitte Bardot y, en un encendido texto, la actriz Catherine Deneuve. Brigitte Bardot hizo una pausa en su ya reconocida militancia a favor de los derechos de los animales para defender ahora a un ser humano y acusar al gobierno de librarse a un “ensañamiento extremadamente injusto” con el actor. Catherine Deneuve sumó su voz contra quienes habían salido a atacar a Depardieu.

Toda esta querella no es más que una artimaña política en contra del anuncio hecho por el presidente Hollande durante la campaña para su elección. Hollande dijo que crearía un impuesto del 75 por ciento para las ganancias superiores al millón de euros. Por ahora, la medida no ha sido aprobada pero el gobierno sí subió los impuestos a los más ricos y también eliminó muchas exenciones fiscales que favorecían a las grandes fortunas. En realidad, desde hace medio siglo, los regímenes fiscales han sido muy favorables a los ricos. En 1985, la tasa de impuestos era del 65 por ciento contra 41 por ciento en 2011. Tanto los gobiernos de izquierda como de derecha aplicaron políticas fiscales muy favorables a los afortunados. Thomas Chalumeau, miembro del think tank de izquierda Terra Nova, recuerda que “los 20.000 millones de euros en baja de impuestos anuales beneficiaron a los contribuyentes más pudientes”.

Un informe oficial del Insee francés destaca que los ricos, gracias a una serie de astucias y medidas específicas, pagan el 20 por ciento del impuesto a las ganancias cuando en realidad deberían pagar 41 por ciento. El mismo experto constata que “cuando más plata se tiene, menos impuestos se pagan”. El escándalo Depardieu sigue cada día aportando su cuota de controversias y enfrentamientos. De pronto, en medio de una crisis colosal y de un desempleo galopante, Depardieu impuso su agenda: ¡Apiádense de los ricos...! Y sin embargo, el actor acaba de poner en venta su casa de París por unos 50 millones de euros, es propietario de bares, restaurantes, comercios y viñedos en varios países.

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Depardieu dijo que los socialistas franceses “consideran que el éxito tiene que sancionarse”.
Imagen: AFP
 
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