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El jefe de inspectores de la ONU prendió el ventilador

Tres semanas antes de dejar su cargo, Hans Blix, jefe de inspectores de armas en Irak, lanzó una andanada contra sus enemigos en el Pentágono y denunció una campaña de difamación en su contra.

Hans Blix, jefe de los inspectores de la ONU encargados del desarme de Irak, criticó duramente al gobierno de George W. Bush por haber iniciado la guerra basándose en informaciones que “no eran sólidas”. Considera que los detractores que tiene en Washington son una serie de “bastardos” que intentaron difamarlo durante los tres años que ocupó el cargo, especialmente en su tarea en Irak. Mientras tanto, el premier de Gran Bretaña, Tony Blair, y el presidente del gobierno español, José María Aznar, se niegan a presentarse ante sus respectivos parlamentos para dar explicaciones sobre la idoneidad de los informes de los servicios secretos. Ayer la Comandancia Central estadounidense (Centcom) anunció la detención de dos importantes miembros de juego de cartas, Latif Nusayyif Jassem, ex vicepresidente del buró militar del Partido Baas y miembro del Consejo de la Revolución, y Hussein al-Awawi, presidente del Baas en Nínive.
En una entrevista que publicó ayer el diario británico The Guardian, Hans Blix, que se jubila dentro de tres semanas, acusó al gobierno de George W. Bush de “propagar rumores y difundir cosas desagradables en los medios” con el fin de menoscabar su labor. En sus declaraciones, el diplomático sueco abandonó su tono moderado y criticó abiertamente al gobierno norteamericano. “Yo era como una picadura de mosquito”, dijo, para agregar que la administración Bush lo consideraba “un fastidio”. Blix acusó a Washington de haber presionado sobre los inspectores de armas en Irak para incluir en sus informes pruebas inexistentes y poder justificar de esa manera un ataque contra ese país. Además criticó a “algunos elementos” del Pentágono por haber comenzado una campaña de difamaciones en su contra.
Según Blix, Washington considera a las Naciones Unidas como un “poder extranjero” y que querría eliminar: “Hay gente en esa administración que dice que no le importaría que la ONU se hundiera en el East River de Nueva York, y cosas mucho peores”. Recordó que antes de retomar su trabajo de inspección, en noviembre, el gobierno de Estados Unidos insistió en que no era un buen candidato. La campaña contra él se acentuó cuando comenzó la búsqueda de armas en el país árabe. En Irak, empezaron a llamarlo “ese homosexual que va a Washington cada dos semanas a recoger sus instrucciones”. “Los iraquíes empezaron a propagar un rumor en mi contra” y a contar chistes sobre su mujer, cuenta, dolido, este sueco padre de dos hijos.
El día anterior, en una entrevista en la cadena estadounidense ABC, Blix declaró que la mayoría de las informaciones con las que contaban los dirigentes norteamericanos y británicos “no eran sólidas”. “Tal vez los norteamericanos creían que sí lo eran. Pero todo esto no nos ha llevado a nada bueno”, añadió. El secretario de Estado Colin Powell ayer afirmó no estar “al tanto” de una campaña de calumnias contra Blix por parte de altos funcionarios estadounidenses. “Tengo la más alta estima por Blix”, declaró el jefe de la diplomacia estadounidense a la prensa. Ni Hans Blix ni su portavoz respondían este miércoles el teléfono. “Si llaman para solicitar una entrevista, Hans Blix no concederá más este mes. Nuestra agenda está llena. Gracias”, repetía el mensaje grabado en su oficina.
Las acusaciones de Blix se conocen en momentos en que Washington y Londres niegan insistentemente los informes de prensa y sospechas de sus ciudadanías y de la opinión pública internacional de que exageraron o mintieron sobre la amenaza que representaba el finalmente derrocado gobierno iraquí. Por otra parte, el premier británico, Tony Blair, se negó a comparecer ante un comité parlamentario para aclarar las acusaciones sobre la presunta manipulación de los informes de los servicios secretos acerca de las armas de destrucción masiva en Irak. Según dijo ayer en el Parlamento, las acusaciones acerca de que el gobierno exageró no tienen “un ápice de verdad”. En España, el presidente del gobierno español, José María Aznar, rehúye dar explicaciones en el Congreso sobre las armas -nunca vistas– de destrucción masiva de Irak.

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El sueco Hans Blix no se va en silencio.
 
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