EL MUNDO › EL EX PRESIDENTE BRASILEñO CARDOSO REHúSA DIALOGAR CON SUS SUCESORES, LULA Y DILMA

Momentos cada vez más difíciles

El referente opositor afirmó que “cualquier diálogo no-público con el gobierno parecería una maniobra para intentar salvar lo que no debe ser salvado”. Un sector del PSDB que responde a Neves pide la destitución de Dilma Rousseff.

 Por Eric Nepomuceno

Opinión

Desde Río de Janeiro

No ha sido una buena noticia para el ex presidente Lula da Silva ni para la actual presidenta Dilma Rousseff. Pero, principalmente, no ha sido una buena noticia para el país: luego de intentos de intermediarios con tránsito libre entre todos, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) rehusó, al menos por ahora, establecer un diálogo con sus dos sucesores para tratar el complejo y preocupante cuadro político brasileño.

El tono en que Cardoso contestó los intentos de acercamiento y diálogo lanzados de manera no tan discreta por Lula y Dilma sorprendió.

Frente a la noticia de que tanto el ex como la actual mandataria buscaron, a través de interlocutores de confianza de las partes involucradas, una apertura de diálogo, Cardoso afirmó, de manera contundente, que “cualquier diálogo no-público con el gobierno parecería una maniobra para intentar salvar lo que no debe ser salvado”. Y agregó: “El momento no es apropiado para buscar un acercamiento con el gobierno, sino con el pueblo”.

Vale recordar que para el domingo 16 de agosto se convocan marchas populares pidiendo el derrocamiento de Dilma Rou- sseff, y que el sector del PSDB, partido de Cardoso, que obedece al candidato derrotado el pasado octubre, Aécio Neves, defiende abiertamente esa línea.

Capitaneadas por las clases medias de los grandes centros urbanos, con el apoyo masivo de los grandes conglomerados de comunicaciones, esas marchas podrán ser de gran importancia para alimentar aún más la clara e intensa campaña destinada a liquidar con el mandato de Dilma. ¿Sería ésa la “hora de buscar un acercamiento con el pueblo” a la que se refiere Fernando Henrique Cardoso?

Quienes lo conocen saben que se trata de un hombre cordial, educado, elegante y que no suele buscar confrontaciones: siempre trató de mostrarse abierto al diálogo y a la negociación. Saben, además, que tiene una trayectoria personal de integridad absoluta. Y que, claro, es un político hábil y de gran experiencia.

Vale recordar que la trayectoria de Cardoso con Lula es una, y con Dilma, otra. En los estertores de la dictadura, cuando el sindicalista emergía como uno de los baluartes de resistencia al régimen, Cardoso, intelectual de prestigio, perseguido y exiliado por los militares y sus socios civiles, supo apoyarlo. Ambos se enfrentaron en dos elecciones presidenciales, ambas ganadas por Cardoso en la primera vuelta. Adversarios duros en las contiendas electorales, protagonizaron escenas de gran respeto a la democracia cuando, en 2002, Lula, luego de haber derrotado al candidato de Cardoso, José Serra, alcanzó la presidencia.

La ceremonia de transmisión de investidura de Lula, el primer día de 2003, cuando recibió la banda verde-amarilla de las manos de Cardoso, fue un ejemplo de transición respetuosa. Y luego empezaron los encontronazos.

La dureza con que Lula se refirió siempre a la “herencia maldita” que le había legado el antecesor provocó malestar en Cardoso. Pero, discreto, el ex presidente jamás contestó al bombardeo de su sucesor.

Con Dilma fue distinto. Como ella no tenía ninguna trayectoria política anterior –ocupó, eso sí, puestos administrativos, pero nunca antes se había lanzado a una disputa por votos–, tampoco hubo encontronazos significativos con el ex presidente.

Claro que ella siguió, en su primer mandato y luego en la campaña electoral que la llevó al segundo –exactamente ese que ahora se ve acosado por todos los lados– criticando duramente las políticas económicas de Cardoso. Pero sin atacarlo personalmente, como hizo Lula.

Los postulantes del PSDB de Cardoso que disputaron –y perdieron– cuatro elecciones con el PT (dos con Lula, dos con Dilma) no tienen el mismo peso moral y político del ex presidente. El más reciente de ellos, Aécio Neves, derrotado por Dilma el pasado octubre, controla parte sustancial del partido. El y sus seguidores inmediatos rechazan cualquier posibilidad de diálogo, pese a la gravedad de la crisis, con Dilma y con cualquier dirigente del PT, a empezar por Lula. Esa ala del PSDB parece dispuesta a cualquier cosa con tal de acosar a la presidenta y desangrar su partido. Como si la situación ya no fuese complicada y preocupante en niveles serios, son adeptos de la vieja línea que preconiza que cuanto peor, mejor.

Los otros dos postulantes derrotados por Lula el PT en 2002 y 2006, el actual senador José Serra y el actual gobernador de San Pablo, la más rica, poblada y antipetista provincia brasileña, Geraldo Alckmin, se muestran más cautos. Puede que por auténtica preocupación frente al preocupante cuadro político brasileño, puede que para prepararse para la disputa por la postulación del PSDB en 20018, lo que importa es que actúan de manera más apaciguadora que Neves.

Al rechazar –vale repetir: al menos de momento– el diálogo con sus sucesores, Cardoso sorprende. Y con ese gesto, contribuye para que aumenten aún más las tensiones y preocupaciones.

Allegados al ex presidente recuerdan que hace poco menos de dos años –más exactamente en diciembre de 2013– el mismo Cardoso insinuó a Lula que sería interesante abrir un diálogo.

Esa propuesta surgió durante un vuelo entre Sudáfrica y Brasil, y más precisamente en el avión presidencial. Dilma había invitado a los ex presidentes brasileños para el funeral de Nelson Mandela. Cuando regresaban, Lula y Cardoso conversaban de manera amistosa. Al oír de su antecesor la propuesta, Lula contestó que, en aquel momento, no le interesaba dialogar sobre el país sino ganar las elecciones del año siguiente.

Bueno: en 2014, Dilma fue reelecta. A los pocos días de su victoria empezaron los problemas. Y a partir de la elección de los presidentes de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, y del Senado, Renan Calheiros, empezó el infierno.

Ahora, en una situación de extrema dificultad, Dilma y Lula quisieron retomar la idea de dialogar con Cardoso. Y le tocó a Cardoso el turno de decir “no, gracias”.

Es casi imposible decir hasta qué punto esa negativa contribuirá para agravar aún más una situación ya bastante grave.

Pero resulta muy claro que tal rechazo no hace más que reiterar que sobran razones para preocuparse por el futuro del país.

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Cardoso contribuye a que aumenten aún más las tensiones y preocupaciones.
Imagen: efe
 
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