EL MUNDO

Un armisticio de acero, de elecciones y de economía

Estados Unidos oficializó ayer el levantamiento de los gravámenes a la importación de acero; una medida que tiene implicancias no solamente económicas, sino también políticas con vistas al 2004.

Muchas veces se llega al borde de una guerra comercial, pero las consecuencias de su concreción serían tan catastróficas que en general se trata de escaramuzas y negociaciones para resolver las disputas de manera pacífica. George W. Bush eliminó ayer los gravámenes al acero importado que amenazaban con desatar una guerra comercial con la Unión Europea (UE). “Como las circunstancias económicas han cambiado, es hora de levantarlas”, dijo en un comunicado. Frente a las elecciones del año que viene, donde Bush busca un segundo mandato, esta decisión podría hacerle perder gran cantidad de votos en los principales estados que producen acero: Pennsylvania, Virginia Occidental y Ohio, pero el presidente también puede estar calculando que, con la recuperación económica en marcha, esos aranceles ya no son necesarios.
El lunes, el vicepresidente de US Steel, una de las empresas siderúrgicas más poderosas de ese país, había dicho que si Bush eliminaba los gravámenes, esto sería “una promesa rota de la Casa Blanca”. Pero Bush no tenía muchas opciones luego de que la Organización Mundial de Comercio (OMC) resolviera en noviembre que esos gravámenes eran ilegales y que el lunes pasado la UE declarara que, si Washington no los rescindía, iba a imponer sanciones comerciales por 2200 millones de dólares como represalia contra Estados Unidos. Además, Japón, China y Noruega amenazaron con medidas similares. Algunos analistas pronosticaban que, si Washington no suprimía esta barrera arancelaria, la UE iba a dejar de comprar cítricos a Florida, un estado clave para la victoria de Bush en el 2004. Pero inmediatamente después de que Bush anunció el levantamiento de la medida, el comisario europeo de Comercio, Pascal Lamy, anunció que la UE no impondrá sanciones a Estados Unidos. Y elogió a la OMC, que “tiene la virtud de darnos mecanismos que son respetados incluso por el mayor jugador, Estados Unidos”.
En marzo del año pasado, Bush fijó aranceles de hasta el 30 por ciento para proteger de las importaciones a la industria siderúrgica norteamericana, que ha sido muy golpeada por la competencia extranjera y una ola de quiebras. Días antes de anunciar el levantamiento de esta barrera arancelaria, Bush había declarado que el objetivo de ésta fue “darle tiempo a la industria del acero para hacer ajustes y decirle al mundo que comerciaremos, pero de una manera justa”. Sin embargo, el presidente del mayor sindicato de obreros siderúrgicos de ese país, Leo Gerard, dijo ayer que con la supresión de los gravámenes “le estamos diciendo al mundo que pueden venir a Estados Unidos y abusar de nosotros”. También acusó al gobierno de dejar en banda a este sector y anunció que pedirá protección al Congreso.
No opina lo mismo la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (ITC), que en septiembre informó que los gravámenes provocaron una pérdida de unos 680 millones de dólares en el sector. Pero también sostuvo que permitieron la consolidación de la industria siderúrgica. “No sólo está mucho más fuerte que hace 20 meses, sino que las circunstancias económicas han cambiado”, declaró ayer el representante estadounidense de Comercio Exterior, Robert Zoellick. Anteayer, el Departamento de Comercio norteamericano anunció que la productividad de las empresas de ese país subió un 9,4 por ciento en el tercer trimestre. Entretanto, el gobierno se apuró ayer a insistir con que, para contrarrestar el daño que pueda sufrir el sector siderúrgico, mantendrá un estricto programa de medidas antidumping para evitar que el acero extranjero barato inunde Estados Unidos.
William Gaskin, presidente de una coalición de empresas que compran acero para sus productos, declaró que el fin de las tarifas terminaría beneficiando al presidente porque si éstas se hubieran mantenido, “el número de puestos de trabajo en juego” hubiera sido muy alto.

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Robert Zoellick, representante comercial de Estados Unidos.
 
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