EL MUNDO › EL VIERNES, POSIBLEMENTE EN LA ANTIGUA TUMBA DE JUAN XXIII

Cómo será enterrado Juan Pablo el Grande

Por Enric González *
Desde Roma

Juan Pablo II recibirá sepultura el viernes, en los subterráneos de la Basílica de San Pedro. Karol Wojtyla no dejó escrito ningún deseo de reposar eternamente en su tierra polaca y la Congregación de Cardenales, reunida el lunes por primera vez desde la muerte del Pontífice, decidió que el cuerpo del Papa Grande permaneciera en el Vaticano. El portavoz Joaquín Navarro-Valls anunció que el viernes, a las 10 de la mañana, el cardenal decano Joseph Ratzinger oficiaría el funeral en San Pedro, en presencia de las mayores autoridades mundiales, y que acto seguido el cuerpo sería enterrado en un lugar muy simbólico: el que ocuparon los restos de Juan XXIII, el Papa Bueno, hasta que tras la beatificación del 2001 fueron trasladados al interior de la basílica.
Todos los cardenales ya presentes en Roma, 65 en total, se reunieron en la Sala Bolonia del Palacio Apostólico para tomar las primeras decisiones en este mes de abril crucial para la Iglesia Católica. La Congregación Cardenalicia, órgano supremo en situación de “sede vacante”, celebró una sesión inicial en la que los asistentes juraron guardar el secreto de las deliberaciones. Luego, ya juramentada, la congregación de los 65 fijó para el viernes las exequias y el entierro en suelo vaticano. La decisión, y la falta de una “última voluntad” en beneficio de Cracovia, generó algún desánimo entre los polacos. Lech Walesa, fundador del sindicato Solidaridad y devotísimo de Juan Pablo II, rechazó potenciales polémicas: “Un gran Papa debe reposar en el Vaticano”, declaró.
Los cardenales dispusieron también que el cuerpo insepulto fuera expuesto desde anoche al público en la basílica vaticana. Navarro-Valls comentó que las puertas de San Pedro permanecerían abiertas toda la noche, con una interrupción entre las 2 y las 5 de la madrugada necesaria para realizar tareas de limpieza y mantenimiento, y que si el número de personas lo hacía necesario (como parecía probable) la exposición se mantendría en el mismo régimen horario hasta poco antes del sepelio.
El “factor multitud”, que marcó el pontificado de Juan Pablo II, constituía el elemento más significativo de la semana fúnebre. La gente seguía derramándose sobre Roma y San Pedro en gran cantidad y el temor a que la ciudad sufriera un colapso se hacía concreto minuto a minuto. La Conferencia Episcopal italiana lanzó un paradójico llamamiento a los fieles en el que rogaba que no asistieran a los funerales y permanecieran en casa, para evitar un caos. Ayer, horas antes de que el cuerpo del Papa fuera trasladado a la basílica, la situación en la Plaza San Pedro y alrededores era casi opresiva. Gente, gente, gente. La policía calculó 130 mil personas por la tarde.
Incluso en el interior del Palacio Apostólico las colas para rendir homenaje al cuerpo de Juan Pablo II en la Sala Clementina, reservadas en teoría al personal acreditado en el Vaticano, ocupaban tres pisos de escalera, dos patios y proseguían hasta la entrada en el Borgo. La Sala Clementina, en lo alto del edificio y llena de luz solar, solía ser utilizada por el Papa para las audiencias diplomáticas. Su cuerpo, ayer, tendido sobre el catafalco, mostraba una consistencia cerúlea. El rostro tenía una coloración desigual y reflejaba el sufrimiento de la agonía.
Poco después de las 17.30, el cuerpo, acompañado de letanías y de la invocación ora pro eo (“reza por él”), fue cargado a hombros y transportado por la Escalera Noble, la Sala Ducal, la Sala Regia y la Escalera Regia hasta el Portón de Bronce, donde accedió a la plaza y a la basílica escoltado por la Guardia Suiza.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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