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Los motivos para derrocar a Nixon, enterrados en una Garganta Profunda

El periodista Bob Woodward, en un extenso artículo publicado por The Washington Post ayer, dijo ignorar las razones que llevaron a Mark Felt, ex Nº 2 del FBI, a proveer la información sobre Watergate. Tampoco son claros los motivos para revelar su identidad ahora.

“Un pacto de confianza” impidió al periodista Bob Woodward preguntar en 1972 qué había motivado al ex número dos del FBI, con quien había trabado amistad dos años antes, a revelar las claves secretas que desestabilizaron al entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, según escribió ayer el mismo periodista en The Washington Post. “Yo estaba agradecido por cualquier bocado o información”, escribió Woodward en un largo artículo publicado dos días después de que el ex subdirector del FBI Mark Felt revelara a sus 91 años a la revista Vanity Fair que él era el informante que condujo a Woodward y a su colega del Post, Carl Bernstein, a develar el escándalo Watergate. Según The New York Times, el artículo es un adelanto del libro que Woodward prepara sobre su relación con Garganta Profunda, cuya publicación sería en julio.
“Con una historia tan apetecible, compleja, competitiva y vertiginosa como Watergate, había poca tendencia o tiempo para considerar los motivos de nuestras fuerzas (...) No había tiempo de preguntar por qué ellos estaban hablando o si tenían un interés personal”, dijo Woodward, de 62 años, actualmente uno de los directores del periódico. El, Bernstein y el entonces editor del Post, Ben Bradlee, habían mantenido la identidad de Felt en secreto durante más de 30 años hasta el martes, cuando el periódico y la familia de Felt confirmaron que el ex agente del FBI era Garganta Profunda. Los parientes de Felt dijeron que su revelación ayudará a financiar la educación de su nieto. Woodward relató que él y Felt pasaron a ser “como amigos” después de conocerse en 1970 –un “encuentro accidental, pero crucial, uno de los más importantes de mi vida”– y comenzó a consultarlo regularmente.
Woodward contó que era un joven teniente de la Marina que realizaba un trámite para sus superiores en la Casa Blanca en 1970 cuando de casualidad conoció a Felt, en aquel momento un funcionario de alto rango del FBI. “Le pedí a Felt su número de teléfono y él me dio el directo de su oficina”, escribió el periodista en un artículo. En julio de 1971, Felt fue ascendido al puesto número tres en la jerarquía del FBI y dos meses antes Woodward ingresó al diario como redactor. Ese encuentro casual tuvo insospechadas derivaciones cuando los dos hombres volvieron a cruzarse durante la investigación periodística del espionaje a la sede del Partido Demócrata en Washington. Luego de que Woodward se convirtiera en periodista del Post, Felt comenzó a pasarle información confidencial sobre las investigaciones del FBI. Además, le recalcó a Woodward que fuera extremadamente cuidadoso. “La única manera de asegurar eso era no contarle a nadie que nos conocíamos o hablábamos, o que conocía a alguien en el FBI o el departamento de Justicia. A nadie”, explicó Woodward.
Una vez que comenzó a desencadenarse el escándalo Watergate en junio de 1972, con las noticias del robo en la sede Partido Demócrata, Woodward contactó a Felt, quien le contó que el caso iba a tener impacto. Temeroso de ser descubierto, Felt estableció un elaborado sistema para enviar y recibir mensajes con Woodward, aprovechando su experiencia de inteligencia en el FBI. Woodward movía una maceta con una bandera roja del frente a la parte trasera de su balcón para indicarle que necesitaba reunirse con él, mientras que Felt dibujaba un círculo en la página 20 del New York Times que se le enviaba a la casa de Woodward. Las reuniones, dijo Woodward, se realizaban por lo general a las 2 de la mañana en el nivel inferior de un garaje subterráneo en Washington.
Según el periodista, Felt “sentía un gran desprecio por la Casa Blanca de Nixon y sus esfuerzos para manipular al FBI por razones políticas”. Además, Woodward sostuvo que en aquel momento notó que Felt estaba muy molesto por no haber sido elegido sucesor del legendario jefe del FBI, Edgar Hoover, cuando éste falleció en 1972.

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Bob Woodward (der.) y Carl Bernstein hablan a los medios desde la puerta de la casa del primero.
 
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