EL MUNDO

La otra guerra de Medio Oriente se libra por el control de la información

En Gran Bretaña, grupos árabes cuestionan la cobertura de la BBC. Y en Estados Unidos, grupos judíos denuestan a Los Angeles Times.

Observar e informar ya no es una tarea tan simple para los periodistas. El nuevo conflicto en Medio Oriente puso bajo la lupa las dificultades y las presiones que sufren los periodistas al cubrir una guerra, especialmente en un momento en que los intereses locales se han globalizado. Arrestos de periodistas, protestas callejeras y presiones a la hora de informar son algunos de los métodos utilizados por las dos partes beligerantes, Israel y Hezbolá, en sus territorios y en el resto del mundo.

En las zonas azotadas por los ataques, las presiones y las limitaciones impuestas a los periodistas son claras. En Israel, el gobierno no permite divulgar la ubicación de posiciones o edificios militares, o cualquier otra información que consideren pueda beneficiar a los servicios de inteligencia de Hezbolá. La cadena de televisión árabe Al Jazeera denunció a Tel Aviv por obstaculizar su cobertura en la región, luego de sufrir la detención de sus periodistas en varias oportunidades. Dos semanas atrás, su corresponsal en Jerusalén, Elías Karam, había sido detenido, según la policía israelí, por dar datos específicos sobre los lugares donde habían caído varios cohetes Katyusha en la ciudad de Haifa. Al poco tiempo, y por segunda vez, le tocó al jefe de la oficina de Al Jazeera en Jerusalén, Walid al Umari. Esta vez, la policía israelí no dio detalles sobre los motivos del arresto y lo liberó el mismo día, después de interrogarlo por horas.

No es la única cadena de televisión árabe que tuvo problemas en Israel. La señal satelital iraní Al Alam también fue acusada de divulgar información sensible. Sólo a través de medios palestinos se supo que el corresponsal en Jerusalén, Kader Shanin, había sido detenido hace dos semanas. Como sucedió con los periodistas de Al Jazeera, lo liberaron después de interrogarlo.

Pero la presión israelí no sólo se hace sentir allí donde caen los cohetes. A miles de kilómetros de la censura militar, un grupo cibernético, denominado Amigos de Israel en Estados Unidos, está llamando a un boicot contra el diario estadounidense Los Angeles Times (www.geocities.com/truth masters/jointheboycott.htm). Según este grupo, el matutino relativiza sistemáticamente las acciones de Hamas y Hezbolá, al tiempo que condena en primera plana las ofensivas militares israelíes. Pero la verdadera crítica es otra. “LA Times está defendiendo los intereses árabes, no los de Estados Unidos. (...) Obviamente, a Estados Unidos le interesa que se destruya un grupo terrorista antiestadounidense como Hezbolá”, aseguran en el portal.

De forma similar, la comunidad árabe viene arrinconando a los medios presuntamente proisraelíes. El caso que más repercusión tuvo fue el de la cadena televisiva británica BBC. Cerca de 200 personas protestaron frente al edificio de la BBC en Belfast, Irlanda, el sábado pasado. El movimiento Antiguerra, los Amigos de Palestina e, incluso, miembros del Sinn Fein –brazo político del IRA– demandaron a la televisora pública una cobertura más imparcial de la situación en Medio Oriente.

Junto con las detenciones de los corresponsales de Al Jazeera en Israel, el caso más sonado de presión a la prensa fue el del informe de la cadena estadounidense CNN, manipulado por Hezbolá. El martes pasado, el corresponsal Nic Robertson mostró imágenes de la destrucción en el Líbano: los edificios desechos en Beirut, las ambulancias a toda velocidad por las calles y los cuerpos de las víctimas civiles. Casi una semana después, un colega de Robertson en CNN, Anderson Cooper, emitió un tour similar por la capital libanesa. Sin embargo, esta vez el informe tenía otro objetivo: desenmascarar la máquina propagandista de Hezbolá. Según Cooper, los voluntarios de la milicia chiíta que los acompañaban les indicaban qué edificios grabar, pero no les permitían entrar para ver qué había adentro. Las imágenes de las ambulancias tampoco eran reales. El cronista de la CNN relató cómo al llegar todas estaban paradas, esperando a los periodistas. Cuando todos habían llegado, prendieron sus sirenas y aceleraron, justo a tiempo para las fotos.

Para el especialista en medios de comunicación del diario The Washington Post Howard Kurtz todas las grandes cadenas han difundido alguna vez este tipo de tour “condicionado”. ¿Significa esto que los periodistas tendrán que pagar un precio por su seguridad si quieren seguir observando e informando? Este es sólo uno de los problemas. La otra incógnita que surge es cuánto de extranjero tienen estos conflictos actualmente. Tanto se ha globalizado la política que la guerra de Medio Oriente es una cuestión de interés nacional en Estados Unidos, en Europa y cualquier país en el que las comunidades judía y árabe son fuertes. Son tiempos de guerra y una línea muy, muy fina separa la propaganda de la información.

Informe: Laura Carpineta.

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Unos doscientos manifestantes afuera de la oficina de la BBC protestan contra la cobertura de la cadena británica del conflicto en Medio Oriente.
Imagen: Ciarán ó Brolcháin Gentileza Indymedia Irlanda
 
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