EL MUNDO › EL PRESIDENTE ENFRENTA A RED GLOBO DE TELEVISION EN BRASIL

El culebrón de Lula y Roberto Marinho

 Por Dario Pignotti

Desde Brasilia

“Yo me peleo con el Papa, con la Iglesia Católica, con el PMDB (mayor partido brasileño), me peleo con todo el mundo, yo sólo no me peleo con el Doctor Roberto (Marinho).” La frase es de Tancredo Neves, primer presidente brasileño electo en 1985, tras 21 años de dictadura, un demócrata moderado, sabedor de que para garantizar el futuro de las instituciones debía ser concesivo con Roberto Marinho, propietario de la Red Globo de Televisión. Neves falleció poco antes de tomar posesión y después de haber derrotado en elecciones indirectas a Paulo Maluf, el candidato preferido de los generales.

El maridaje, ideológico y económico, entre Marinho y la “Revolución de 1964”, expresión que aún hoy es empleada por las fuerzas armadas para recordar el golpe, hizo de la TV Globo lo que es: el mayor imperio de información y el entretenimiento de América del Sur. Al amparo de la dictadura el grupo fue beneficiado con la primera red de transmisión en microondas y fue anulado un proceso legal en su contra, que podría haberla llevado a la quiebra. Cuentan en los mentideros políticos que el “Doctor Roberto” era de los que se inclinaban por una apertura “lenta, gradual y segura”, advertencia repetida hasta el cansancio por Joao Baptista Figueiredo, último presidente de facto, a los líderes del Partido de los Trabajadores (PT), el PMDB y la Central Unica de los Trabajadores, quienes impulsaban elecciones “Directas Ya” y rechazaban el colegio electoral, un cepo montado para impedir el voto popular.

El tratamiento dado por Globo a las protestas que llevaron a millones de manifestantes a las calles en 1983 y 1984 ha inspirado numerosas tesis universitarias e investigaciones periodísticas. Allan T. Rodrigues, autor de Directas Ya: el grito preso en la garganta, hizo una detallada reconstrucción del sabotaje informativo que impidió la divulgación masiva de las concentraciones y demostró de qué modo Globo obstruyó el camino hacia un régimen democrático pleno.

En 1989, y para impedir la victoria del entonces candidato y actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva, la emisora construyó un candidato literalmente de novela: Fernando Collor de Mello. Al gobernador de Alagoas, heredero de familia de caciques provinciales, se lo maquilló como un cruzado contra la corrupción sobre quien el Jornal Nacional, telediario que hasta hoy es el de mayor audiencia, realizaba crónicas laudatorias con la misma enjundia que martillaba sobre los “riesgos para la nación” que entrañaba la candidatura del sindicalista “radical” Lula da Silva, del PT.

Meses antes de las primeras elecciones directas en 29 años Globo puso en el aire la telenovela Salvador de la Patria, cuyo personaje principal era Sassá Mutema, alguien que, como Lula, había nacido en un hogar humilde y se postulaba a la alcaldía de su pueblo. Una vez electo, el voluble Sassá Mutema no resistió a las tentaciones del poder, se corrompió, y traicionó su pueblo.

El culebrón, emitido en horario central, por las más de 100 repetidoras del canal en todo el país, contribuyó para moldear emocionalmente las conductas electorales de 80 millones de ciudadanos-televidentes, que acabaron eligiendo a Collor, que en la novela era presentado como un “cazador de marajás” (cazador de estafadores y políticos tradicionales). La destreza desinformativa desplegada en aquellos comicios inspiró un documental de la BBC, titulado Más allá del Ciudadano Kane.

Igual que Tancredo Neves en 1985 Lula percibió, en 1989, que la dinastía Marinho no era apenas un grupo de comunicación influeyente, sino un partido político de facto. En octubre de 2006 el presidente Lula da Silva se permitió desairar al canal y no participar del debate junto a otros postulantes. Fue un gesto osado y cargado de señales políticas: Lula había elegido cerrar su campaña por la reelección en San Bernardo do Campo, periferia industrial de San Pablo, lejos de los estudios de Globo en Río de Janeiro.

La victoria de Lula marcó un hecho sin precedentes en la historia electoral reciente: fue el primer candidato que se impuso contra la voluntad explícita de los señores de la información.

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