EL MUNDO › OPINION

Un palo en la rueda

 Por Claudio Uriarte

A primera vista, el plan de desarme iraquí de Alemania y Francia, que puede ganar el apoyo de Bélgica y Rusia, tiene tantas probabilidades de detener la guerra estadounidense contra Irak como las de cuatro mosquitos de parar el avance de un tanque: con el actual nivel de movilización militar estadounidense, más el apoyo de más de 20 países –entre ellos tres pesos pesados militares como Gran Bretaña, Turquía y Australia–, es políticamente mucho más costoso replegarse que llevar a cabo la faena. Pero el solo hecho de que el plan exista, y que sea considerado seriamente en muchas capitales, es producto de una contradicción flagrante en la política de Estados Unidos: la apelación a la ONU para que lo autorice a atacar a Irak, cuando la oposición de la ONU era más que anticipable, y cuando EE.UU. se reservó el derecho de atacar unilateralmente en primer lugar. Porque el plan franco-alemán está diseñado como un palo en la rueda de una resolución del Consejo de Seguridad que autorice una acción militar, la misma que EE.UU. está buscando hoy afanosamente (en ambos sentidos del término: quiere mucho esa resolución, y por eso está comprando de modo descarado los votos de los actuales miembros del Consejo).
¿Por qué fue EE.UU. a la ONU si era improbable que la ONU lo apoyara? En parte, porque no hay un gobierno estadounidense, sino varios. Hasta finales del año pasado, la campaña contra Irak fue una guerra falsa, llena de retórica y vacía de movilización de tropas. Su objetivo era que los estadounidenses se olvidaran de la recesión y los escándalos empresarios y los republicanos ganaran las elecciones legislativas de noviembre (lo que obtuvo sobradamente). Para este tortuoso propósito, buscar el consenso de la ONU era la maniobra ideal, porque permitía presentar a un Bush que ladraba pero con sus movimientos limitados por una correa muy fuerte. Pero no se trataba sólo de una maniobra electoral, sino de una táctica de los sectores del gobierno estadounidense más opuestos a la guerra, encabezados por el secretario de Estado Colin Powell –un general retirado– y los jefes de Estado Mayor de las fuerzas armadas. Esas oposiciones fueron finalmente revertidas por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que el 28 de diciembre empezó a emitir órdenes sucesivas de movilización de tropas. Pero la mecánica de la ONU quedó reforzada además por el hecho de que la mayoría de los estadounidenses respalda la guerra sólo con mandato del Consejo de Seguridad. Esta es la extraña situación que la propuesta franco-alemana capitaliza.

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