EL MUNDO

Después de las explosiones es la hora de los sabuesos

Por Kim Sengupta y John Lichfield *
Desde París

Mientras las agencias de seguridad británicas juntan los restos después de las devastadoras bombas en Londres, sigue en pie la pregunta de cómo se las encontró tan desprevenidos. El factor clave que la policía y el MI5 deben comprobar es si los terroristas eran “del país” o extranjeros. Las bombas utilizadas, todas de menos de cinco kilogramos, probablemente fueron llevadas en mochilas. El experto en explosivos Andy Oppenheimer, de Jane’s Information Group, dijo: “Podrían haber sido artefactos caseros, no habrían sido difíciles de hacer. No se necesita una gran cantidad de explosivos para causar una gran destrucción”. La relativa simpleza de los dispositivos podría significar que militantes “del país” serían los responsables. Pero la mayoría de ellos están monitoreados de cerca por el MI5 y la policía de la Rama Especial y parece improbable que ellos puedan haber cometido una operación que, como admitió el ministro de Interior, Charles Clarke, llegó “de la nada”.
La investigación podría estar analizando una conexión norafricana con las explosiones, después de que Scotland Yard y el MI5 pidieran urgentemente a las agencias europeas que los ayudaran a rastrear a un marroquí con base en Londres. La búsqueda de Mohammed al Gerbouzi, que ha estado ligado a los ataques terroristas contra Madrid y Casablanca, comenzó después de que desapareciera de su hogar en Londres. Al Gerbouzi, que obtuvo asilo en Gran Bretaña, fue sentenciado a 20 años en ausencia por una corte en Marruecos a raíz de su supuesto involucramiento en las bombas en Casablanca que mataron a 44 personas en 2003. El norafricano, un residente británico durante 16 años, fue acusado por los servicios de seguridad franceses y alemanes de conexiones con Abu Musab al Zarqawi, el líder nacido en Jordania del grupo insurgente de Irak conectado a Al Qaida que asesinó al rehén británico Ken Bigley. También es un socio de Abu Qatada, uno de los detenidos liberados de la prisión británica de Belmarch en marzo de este año. Qatada fue descripto por un juez británico como un individuo “realmente peligroso” y por un juez español como el “embajador de Osama bin Laden en Europa”.
El gobierno marroquí ha intentado en reiteradas ocasiones que Al Gerbouzi, de 45 años, fuera enviado de vuelta a Marruecos. El gobierno marroquí sostiene que es el jefe de una organización llamada Grupo de Combatientes Islámicos. La evidencia presentada más tarde ante un tribunal marroquí declaró que ayudó a los terroristas de Casablanca a obtener falsos pasaportes y dinero. El gobierno británico negó los pedidos marroquíes porque no existe un tratado de extradición entre los dos países. La Cancillería también dijo que las autoridades marroquíes no produjeron la evidencia adecuada para justificar un arresto.
Marruecos presentó más evidencia a Scotland Yard. Pero Al Gerbouzi, para entonces, había desaparecido de su departamento en Kilburn, en el noroeste de Londres. Dijo que había sido interrogado por agentes del MI5, pero negó cualquier conexión con el terrorismo. En marzo del año pasado, los detectives españoles que investigaban las bombas de los trenes de Atocha en marzo, que mataron a 191 personas, dijeron que uno de los sospechosos, un marroquí llamado Jamal Zougham, de 31 años, hizo llamados telefónicos a una línea fija y a un teléfono celular en Londres que pertenecía a Al Gerbouzi.
No queda claro si los ataques de Londres involucran a terroristas suicidas. Scotland Yard dijo ayer que no descartaba la posibilidad, pero, al mismo tiempo, no había nada que sugiriera que éste era el caso. Pero los políticos tanto nacionales como extranjeros sostienen que por lo menos uno de los ataques, que destruyó un ómnibus de dos pisos en Tavistock Square, matando a unas 13 personas, pudo haber sido causado por un terrorista suicida detonando una dispositivo explosivo. El premier irlandés, Bertie Ahern, declaró: “Ahora resulta claro por la inteligencia que ése fue el primer terrorista suicida en el Reino Unido y que eso provocaría una nueva percepción de cómo se trata con ese tipo de actos. Si la gente está determinada, si son una célula de algún grupo islámico o de Al Qaida, o una célula suya, esto trae aparejado nuevos peligros”. Pero las fuentes de seguridad son de la opinión de que, si el suicida se detonó a sí mismo en el ómnibus Nº 33, fue por accidente, mientras que el dispositivo explosivo estaba siendo transportado a otro lado. La bomba en el ómnibus explotó en la parte de atrás del piso superior. Los investigadores señalan que un método “normal” de un suicida que apunta a causar el máximo daño hubiera sido quedarse en el piso inferior, cerca de la escalerilla.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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