EL MUNDO

Nadie quiere mandar tropas al Líbano hasta que alguien explique para qué

 Por Robert Fisk *

Israel está interesado en que se implementen las resoluciones 1559 y 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigen el desarme de Hezbolá –una organización que Israel no logró desarmar durante las pasadas seis semanas después de destrozar al Líbano y masacrar a más de mil civiles libaneses–. Y debo decir que siento una cierta ironía al ver a los diplomáticos de Israel prestándole tanta atención a la redacción de esas resoluciones y la necesidad de cumplirlas, después de que pasaron años basureando a la misma fuerza de la ONU en el Líbano que se supone que debe protegerlo en el futuro.

Unifil, la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano, ha estado asentada en el sur del país durante los últimos 28 años y ha sido el blanco de las bromas y calumnias durante todo ese tiempo. Recuerdo cómo los israelíes afirmaban que los del batallón irlandés –retirado desde entonces– estaban borrachos o eran antisemitas, que los funcionarios de la ONU mentían, que un comandante de Fiji estaba desparramando sífilis entre las mujeres de Qana, la ciudad cuyos habitantes acaban de ser masacrados por las fuerzas israelíes por segunda vez en una década.

Pero ahora, el nuevo Unifil reforzado, supuestamente debe brindar protección a Israel –cuyo ejército fracasó tan estrepitosamente en proteger a su gente en esta última guerra– para que se sienta seguro. Uno no puede sino desear que los israelíes les hubieran prestado atención siempre a las resoluciones de la ONU. Si sólo estuvieran tan interesados en adherir a la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo, como están de ansiosos en asegurarse que Hezbolá y el ejército libanés cumplan con las resolucines 1559 y 1701. Pocos lectores necesitarán que se les recuerde que la 242 pide la retirada de las tropas israelíes del territorio ocupado en la guerra de 1967 a cambio de la seguridad de todos los estados (incluyendo a Israel) en la región.

Ahora, por supuesto, Hezbolá está jugando muy suelto de cuerpo con la ONU. Cruzó ilegalmente la Línea Azul de la ONU en el sur del Líbano el 12 de julio para matar a tres soldados israelíes y capturar a otros dos. Ya dejó en claro que tiene intención de desarmarse y que sus miembros –“maestros de escuela, obreros, estudiantes universitarios” (personalmente admiré la presunción de estos últimos)– se quedarían al sur del rio Litani, las armas fuera de la vista, pero no de la mente. Y si la 1701 es basura para Hezbolá, ¿entonces qué es la 242 para los palestinos? Pero hay algo más peligroso suelto en el sur del Líbano, algo íntimamente relacionado con el desastre infernal en que hemos convertido a Irak. Las famosas tres mil tropas francesas que se suponía que debían llegar al Líbano para apoyar al ejército libanés, de pronto se redujeron a 400 ingenieros franceses.

Y sucede que a los españoles y a los italianos les gustaría saber un poco más sobre el misterioso mandato de la ONU para el cual sus tropas estarían operando, antes de sacrificar la vida de sus jóvenes hombres en el Líbano. Los españoles no han olvidado el precio que pagaron por apoyar la “coalición de los dispuestos” –que tan pronto se convirtió en la “coalición de los no dispuestos”– en Irak. No quieren más bombas en el sistema de trenes de Madrid. Y los italianos están un poco cansados de los funerales de Estado por sus caídos en Irak.

Es verdad, los franceses no han olvidado a sus 58 soldados asesinados en el edificio Drakkar en Beirut el 23 de octubre de 1983, cuando unos terroristas suicidas asociados con Hezbolá los atacaron como parte de la “Fuerza Multilateral” en el Líbano, otra creación estadounidense. Pero Francia ha visto colapsar el proyecto estadounidense en Irak y sospecha de sus soldados, a pesar de la perspectiva de renovar en forma fantasmal el mandato francés de las décadas de 1920 y 1930 en el Líbano, que terminó enel mismo aprieto que aquellos ejércitos que decidieron seguir al de George Bush al sangriento pantano de Irak.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Un soldado israelí toca la guitarra delante de un tanque Merkava en la frontera libanesa.
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