EL MUNDO › BLAIR SE DESPIDE PARA MEDIAR EN MEDIO ORIENTE

De Downing Street a Palestina

 Por Marcelo Justo

Tony Blair se fue muchas veces antes de abandonar el 10 Downing Street. Ayer fue la definitiva. Desde los días turbulentos que siguieron a su decisión en agosto del año pasado de no pedir una tregua en el conflicto entre Israel y Hezbolá, a pesar de que el Líbano se estaba convirtiendo en tierra arrasada, los rumores sobre su renuncia fueron creciendo. Para muchos británicos mantener a rajatabla la alianza con George W. Bush en Medio Oriente después de la debacle en Irak era la gota que rebasaba el vaso de un primer ministro percibido como arrogante y elitista. Ironía del destino, el Cuarteto (Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU) ayer nombró a Blair como enviado especial a Medio Oriente.

Blair medió con éxito en el conflicto de Irlanda del Norte, pero pocos nombres occidentales son hoy más impopulares en Medio Oriente, por lo que resulta difícil imaginar cuál es la estrategia del Cuarteto. En todo caso la tarea que le espera no es fácil. Su predecesor, el ex presidente del Banco Mundial James Wolfenson, renunció en abril del año pasado en protesta por la política de ahogamiento financiero del entonces gobierno palestino de Hamas. Difícilmente ésa sea la línea de Blair, que tiende a ver el mundo en blanco o negro.

En septiembre, la presión obligó a Blair a anunciar que en un año ya no estaría en el puesto, pero para exasperación de sus críticos dentro y fuera del laborismo, no dio una fecha precisa. Desde entonces, diversas olas de rumores, con apuestas incluidas, lo daban por renunciado en marzo, mayo, junio o septiembre, erosionando día a día su autoridad. Cuando finalmente anunció el mes pasado la fecha precisa de su partida, la transición de Blair a Brown procedió sin sobresaltos. Los miércoles es uno de los días clave de la semana política británica porque es el prime minister question time, transmitido en vivo por televisión. Ayer, siempre consciente del espectáculo político y mediático, Blair enfrentó una Cámara de los Comunes repleta y de buen humor, con esa rigurosa etiqueta británica que existe para ocasiones como ésta, en las que es de mal gusto recordar viejos rencores y atacarse por diferencias políticas.

Desde ya que no faltaron momentos álgidos o sombríos, pero en comparación con otras ocasiones primó la buena voluntad. Cuando un conservador euroescéptico criticó el tratado europeo alcanzado en Bruselas la semana pasada, el primer ministro le dijo que ellos dos nunca iban a estar de acuerdo, pero como ésta era su última sesión, lo único que le quedaba por decir era au revoir, auf wiedersehen and arrivederci. El adiós en tres lenguas europeas a un euroescéptico desató una carcajada generalizada, y cuando finalmente Blair dijo que era the end, hasta los conservadores se pusieron de pie para aplaudirlo.

Para asumir el nuevo rol internacional, Blair renunció a su escaño en el Parlamento, pero si en breve le toca seguir el camino de Wolfenson y tantos otros en Medio Oriente, no tendrá problemas económicos por falta de trabajo. Su jubilación anual será de unos 128 mil dólares y recibirá una indemnización del estado de 600 mil. Además cobrará generosamente por cada conferencia que lo tenga como invitado y se calcula que por sus memorias políticas podría llevarse unos 20 millones de dólares. Es cierto que hoy la vida en Londres es muy cara y que Blair tiene cuatro hijos, pero parecería que el futuro lo tiene asegurado.

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