EL PAíS › PRESIONES DE LOS PRINCIPALES BANCOS EXTRANJEROS PARA DOLARIZAR LA ECONOMIA

Plan Cárdenas, dólar soberano

Sería con el dólar a tres pesos y después de tener inflación, para licuar salarios y pasivos. Los bancos extranjeros traerían los dólares para devolver los depósitos y hacer quebrar a los que no puedan hacerlo. Después se quedarían con las instituciones quebradas y forzarían a achicar la banca pública. Las peleas entre bancos y el espionaje que se hacen.

 Por Claudio Zlotnik

En la city y en el propio Gobierno lo conocen como el “Plan Cárdenas”. Se trata del programa que algunos de los bancos extranjeros más poderosos, con el ejecutivo del grupo inglés HSBC Emilio Cárdenas a la cabeza, ya le presentaron a Eduardo Duhalde, a quien ofrecieron el levantamiento del corralito como el bocado más apetecible. Pero la condición del “Plan Cárdenas” para traer los dólares desde el exterior y devolver los depósitos hechos en esas entidades extranjeras, llena de dudas al Ejecutivo y es, a la vez, innegociable para los financistas: quieren quedarse con los bancos privados que no puedan cumplir con sus clientes y achicar la banca pública. El último paso del proyecto incluye la dolarización, un punto que, hasta el momento, Duhalde ha rechazado de plano. El “Plan Cárdenas” es el epílogo de una historia de peleas en el poder financiero, que incluyó ribetes propios del cine de espionaje.
La movida de Cárdenas para incrementar la expansión de los bancos extranjeros se hizo notoria cuando la corrida contra las entidades financieras apareció como irreversible, cuando todavía Fernando de la Rúa era presidente. Pero se intensificó en los últimos días. Dialogó varias veces con el ministro Jorge Remes Lenicov, a quien le pidió flexibilizar el corralón para permitir la libre transferencia de fondos entre bancos. “Se evitarían los cacerolazos”, le manifestó a Remes. En el equipo económico desconfían de Cárdenas. Frente a frente, el ministro argumentó que si se liberaran las operaciones bancarias, se exacerbaría la presión sobre el tipo de cambio. Y que lo mejor sería una flexibilización paulatina, tal como se anunció a fines de la semana pasada. Pero en el Palacio de Hacienda creen que la estrategia de Cárdenas apunta a desestabilizar la economía para tomar tajada de la crisis. Y lo ven como un aspirante a ministro.
En los pasillos de Economía saben que detrás de Cárdenas no sólo están los grupos bancarios más poderosos del mundo. En el plano político interno cuenta con el paraguas que le otorga el flamante canciller Carlos Ruckauf.
El mensaje que el banquero le dejó a Duhalde fue directo: los bancos HSBC y los estadounidenses BankBoston y Citibank estarían dispuestos a importar los dólares que sean necesarios para devolver los depósitos de sus clientes. De hecho, legalmente, el Boston funciona en la Argentina como una sucursal de su casa matriz y no como una sociedad anónima independiente, como las demás instituciones. Este ingrediente haría todavía más ágil la instrumentación de la devolución de los depósitos.
De darse, la respuesta de estos bancos extranjeros tendría efectos directos sobre el resto del sistema financiero. Aquellas entidades que no pudiesen cumplir con sus clientes quebrarían en cuestión de horas. Por tal motivo, en los bancos locales hablan directamente de una “conspiración” de Cárdenas & Compañía para crecer en medio del terremoto.
Las sospechas sobre una conspiración no se disiparon en el aire. Según pudo saber Página/12, uno de los bancos más grandes de la plaza financiera contrató un servicio de investigación privado para comprobar la manera non sancta en que los grupos extranjeros operaban para sacarle clientela. El presidente de esa entidad tiene las filmaciones con las supuestas pruebas del complot en la caja fuerte de su despacho (ver recuadro aparte).
Después de la devaluación y las quiebras todo sería más fácil: los activos de los bancos caídos podrían conseguirse por un puñado de dólares y las carteras irrecuperables pasarían al Estado. El establishment financiero pide a los gritos que el Estado sea el que pague todos los platos rotos por la crisis. Incluso, deshaciéndose de aquellos activos estratégicos como las entidades financieras públicas, que en épocas de bonanza económica pueden hacerle sombra a los privados. En el plan de los extranjeros, el Banco Nación y los provinciales no privatizados podrían fusionarse. Y restringir su operatoria a los medios de pago. Es decir, se podrían abrir cuentas a la vista (cajas de ahorro y cuentas corriente)pero no recibirían depósitos ni ofrecerían créditos. El argumento formal para plantear este camino no viene con sorpresas: la unión de la banca pública redundaría en una baja del gasto sin necesidad de ir hacia una privatización que genere polémica.
El HSBC tiene una rica historia en cuanto a compras pactadas tras una crisis financiera. Sucedió en Brasil, donde el grupo adquirió el Bamerindus (ahora HSBC Brasil). Sucedió en México, donde compró el Banco Serfin. El grupo también hizo compras en el sudeste asiático (Indonesia y Tailandia) y hasta en los Estados Unidos. Pero en este último caso no se trató de la compra de un “banco-basura”. En 1999 le adquirió la entidad a Edmond Safra, un exitoso banquero hasta que el Parkinson lo dejó afuera del juego. Rápido de reflejos, el HSBC lo contactó para quedarse con el Republic de Nueva York, el tercer banco más importante de la ciudad.
En las sordas riñas que se dan en la city porteña, los bancos extranjeros muestran los dientes. Primero fue el BankBoston, negándose a aportar dinero al “fondo de liquidez bancaria” creado por el Central para auxiliar a las entidades con problemas. Después fue el Scotiabank Quilmes. Los canadienses incumplieron con el pago de un título de deuda porque, dado el control de cambio, la filial local no llegó a tiempo a girar el dinero. A diferencia de otras empresas y bancos que pagan desde sus casas matrices, en la city sospechan que la actitud del Quilmes fue para dejar expuesta la delicada situación en la Argentina ante los ojos de los inversores internacionales. Una semana después de este hecho, el máximo ejecutivo del Scotia advirtió desde Canadá que el banco podría dejar su inversión en la Argentina.
En medio de estos ruidos generados por la tormenta financiera que el Gobierno no logra calmar, los bancos extranjeros se montan sobre el “Plan Cárdenas” para agitar fantasmas. Concretamente, el de la hiperinflación en caso de que, como pareció ocurrir en algunos momentos de la última semana, el tipo de cambio se desboca. Contra esa posibilidad, el Plan ofrece una vacuna: la dolarización.
Si bien la administración Duhalde ya tiene decidido que transitará el camino inverso (la pesificación total de la economía), el establishment financiero está proponiendo la dolarización como salida a la crisis. En los hechos, la apuesta secreta es a que el actual modelo de flotación cambiaria explote. Y que el dólar se convierta en la nueva moneda de los argentinos antes de que la hiperinflación lo destruya todo. De esa forma, los bancos resguardarían su valor patrimonial.
Pero no se está pensando en una dolarización a la paridad actual sino de tres pesos por dólar. En ese nivel, argumentan los financistas, las reservas del Banco Central duplicarían los pasivos monetarios (circulación en pesos y los depósitos de los bancos en el BC). De esa manera, habría dólares para inyectar liquidez en la economía capaz de hacerla renacer.
El plan de los banqueros lo contempla todo. Con el salto adicional del dólar se daría un brote inflacionario. El necesario para licuar los salarios de los trabajadores.

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