EL PAíS › MURIó DARWINIA GALLICHIO, DE ABUELAS DE PLAZA 25 DE MAYO

Adiós al cariño y a la fortaleza

Era una figura emblemática de los derechos humanos de Rosario. Tenía 83 años y era hija de un anarquista. Recuperó a su nieta, Ximena Vicario, en los ’80 y tuvo que pelear por ello contra los medios de comunicación.

 Por Sonia Tessa

Desde Rosario

La histórica militante de Abuelas de Plaza 25 de Mayo Darwinia Gallichio murió ayer a la madrugada, en el Hospital Italiano, donde estaba internada por un problema cardíaco. Es difícil escribir la despedida a una de las figuras más simbólicas de los derechos humanos en Rosario. Durante más de 30 años, su presencia en la plaza para la ronda de los jueves fue “una cita de honor” y más de una vez se dio el alta de prepo en el sanatorio para llegar al lugar porque consideraba que era como estar con su hija. Stella Maris fue secuestrada el 5 de febrero de 1977, junto a su pareja, Juan Carlos Vicario. Con apenas un año, la hija de estos jóvenes, Ximena, fue abandonada por sus captores en la Casa Cuna de Buenos Aires, donde la apropió una hematóloga, Susana Siciliano. Darwinia encontró a su nieta cuando tenía ocho años, en 1983, pero debió esperar cinco años para recuperarla. Fue muy difícil y también trabajoso lograr que le restituyeran a la niña su verdadera identidad. La Justicia equiparó sus derechos como abuela biológica con los de la apropiadora. Contra esa Justicia y muchos medios de comunicación luchó como una leona. En los últimos años hablaba del cariño que había sabido construir con su nieta. Y de la fortaleza que había adquirido en la pelea contra los poderosos de todo tipo. Ayer, a los 83 años, terminó su vida, pero no se apagó su luz.

La recuperación de Ximena fue una de las primeras y un caso muy emblemático por la feroz pelea que se dio en los medios de comunicación. Una vez que la joven comenzó a vivir con ella, en plena adolescencia, Darwinia continuó con su tarea en Abuelas y, sobre todo, con su obsesión para contarles a los más jóvenes sobre el horror de la dictadura. En una entrevista realizada en el año 2004, planteó: “Cuando nosotros no estemos, la esperanza que tenemos es que la juventud tome nuestras banderas y las siga defendiendo”.

Había nacido el 30 de mayo de 1925, hija de un anarquista. En febrero de 1977 su vida se partió en dos. Allí, se convirtió en una de las primeras que salió con otros como ella a golpear todas las puertas para saber qué había pasado con sus hijos. Antes aún de la formación de Madres de Plaza de Mayo, se movía de oficina en oficina, de cuartel en cuartel, para buscar datos. “No sólo se llevaron a los chicos, destruyeron mi familia –contó–. Mi marido murió de pena un mes después de que un secretario de Albano Harguindeguy le dijera que no nos daría a Ximena aun sabiendo dónde estaba, porque nosotros la íbamos a criar en el rencor. Y nosotros éramos como los Campanelli, una familia que se juntaba los domingos para comer los tallarines.”

Darwinia había sufrido varias internaciones en los últimos dos años. Le habían puesto un marcapasos y esta vez una neumonía la volvió a llevar a terapia intensiva. Pero su corazón no aguantó. Es que había soportado tanto. “Tengo bastante buen humor y no me gusta la gente malhumorada. Mis penas las tengo ahí y no están aflorando para que la gente me tenga lástima. Prefiero estar contenta y disfrutar de la amistad, del compañerismo. Eso no quiere decir que no llore 20 veces por día”, así se definía en 2004.

Este año, el 25 de mayo, Darwinia participó del acto de la Comisión de Enlace en el Monumento a la Bandera. Esa actitud, que asumió públicamente con una carta dirigida a Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria, le valió un distanciamiento con sus históricos compañeros de ruta.

Ayer, Darwinia murió. Ahora que ya no está, que su calidez no volverá a pasear por la plaza 25 de Mayo, la despedida recupera otras palabras, más esenciales. “Mi sueño es el de mis hijos, defender sus utopías. Ellos querían un mundo mejor, sin restricciones, sin marginaciones, con tolerancia. Querían un país políticamente libre, con justicia social, equitativo.” Si está en algún lugar, seguirá bregando por eso.

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“Cuando nosotros no estemos, la esperanza es que la juventud tome nuestras banderas”, decía Darwinia.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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