EL PAíS › LOS INVESTIGADORES RECONSTRUYERON EL RECORRIDO DE JULIO LóPEZ ANTES DE DESAPARECER

Los últimos pasos del testigo

La medida reclamada por las querellas se concretó a más de dos años de la desaparición de López. El recorrido se reconstruyó a partir del testimonio de vecinos de Los Hornos y permitió analizar los momentos en que pudo desaparecer.

 Por Adriana Meyer

El hijo y los abogados de Julio López, junto a los investigadores del caso, recorrieron ayer el mismo camino que habría hecho el testigo poco antes de ser desaparecido, hace 27 meses. Realizado en el marco de una serie de medidas que se completarán la primera semana de 2009, el recorrido fue trazado a partir de los testimonios de varios vecinos que lo vieron aquella mañana e incluso dialogaron con él, y en su momento también había sido marcado por los perros policiales. La medida, considerada por las querellas como acertada y necesaria, se concreta recién ahora que la causa pasó a manos de la secretaría especial para delitos de lesa humanidad. “Fue muy positivo porque se pudo constatar aspectos que están en los legajos de investigación. Vivenciar el recorrido nos dio un panorama de las distintas posibilidades, surgieron algunas deducciones sobre los momentos en los que pudo suceder la desaparición”, dijo a Página/12 Juan Martín Nogueira, a cargo de la secretaría.

La casa de los López en Los Hornos, en las afueras de La Plata, está cambiada. El cerco de madera fue reemplazado por uno de material con reja negra, y el frente fue pintado de blanco. Los custodios de la Bonaerense armaron una gran casilla que afea la vereda. Los malvones del jardín que el testigo desaparecido cuidaba con esmero están intactos, tan sólo algo más podados. “Vamos a pasar por donde viven personas que ameritan ser investigadas”, dijo la abogada Guadalupe Godoy, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. “A diferencia del operativo del año pasado en (la localidad de) Atalaya, éste tiene un sentido lógico. Estamos con las líneas de investigación que solicitamos durante mucho tiempo, que tienen que ver con policías y militares retirados y en actividad que pudieron haber estado involucrados”, agregó quien integró el equipo que representó a López en el juicio contra el represor Miguel Etchecolatz. Entre los vecinos del testigo desaparecido hay muchos policías y agentes penitenciarios, retirados y en actividad.

A las 7.30 de aquel lunes 18 de septiembre, Gustavo López se despertó para ir a trabajar y se dio cuenta de que su padre no estaba en la casa. Pensó que podía haberse sentido ansioso por la audiencia de alegatos a la que iba a concurrir, y en la que vería a su victimario, Etchecolatz. A las 9 lo iba a pasar a buscar Hugo Savegnago, su sobrino, para acompañarlo a Tribunales, como hacía siempre. Junto a la sobreviviente Nilda Eloy, con quien ese día se iba a encontrar, fueron directo hacia allí por si López había decidido ir solo al juicio, pero no fue así. Hay un bache entre el horario en que lo ven los testigos y el momento en que su familia detecta la ausencia. Pero en realidad no pueden estar seguros de a qué hora precisa se alejó, o lo incitaron a salir del hogar, porque su esposa y su hijo dormían.

“El recorrido se armó en base a los testigos que lo vieron entre las 9.30 y las 10.30, son indubitables por ser vecinos que lo conocían de toda la vida, hubo un saludo cordial y hasta una pregunta por un familiar”, explicó Aníbal Hnatiuk, del CIAJ. Dijeron que lo vieron tranquilo y no notaron que nadie lo persiguiera. Pasadas las 10.30, la comitiva integrada por el secretario Nogueira, el prosecretario Pablo Schapiro, tres policías de la Federal, además de Rubén López, su abogado Alfredo Gascón, Godoy y Hnatiuk comenzaron a caminar por la calle 140 hacia la avenida 66.

En la misma manzana de la casa de López, llegando a la esquina lo vio el primer testigo, luego en la vereda de enfrente, a pocos metros, la segunda vecina dijo que estaba con su gorra y un cigarrillo en la mano. En esa misma cuadra lo vio el tercero. No iba por la vereda sino por la calle. El siguiente testimonio es el de una kiosquera, por la calle 37, que se creía que sólo lo había reconocido por una foto. Cuando Nogueira comenzó a interrogarla, dijo que lo conocía porque lo veía pasar. “Ese lunes eran las 10 y pico, lo vi que iba para la esquina, no lo seguí, no sabía lo que iba a pasar”, contó la mujer con tristeza. La comitiva recorrió luego el trayecto que marcaron los perros rastreadores Kenya y Arafat, de la Federal, y Kintín, de la Bonaerense, que coincide con los dichos de los testigos.

López fue visto por última vez frente a las oficinas de Edelap, de la avenida 66 al 2100, por un vecino de apellido Ponce. Arriba de ese local vive una mujer policía que formó parte del círculo íntimo del ex jefe de Inteligencia de la Bonaerense, y que ya figura en el expediente. Del lado de enfrente, una macabra coincidencia: un cartel con una flecha señala la cercanía con “Arana”, donde funcionó uno de los centros clandestinos por los que pasó López durante la dictadura.

La pregunta que flotó en el aire durante la mañana de ayer fue ¿por qué hacer esto luego de dos años y tres meses? La abogada Godoy explicó que tuvieron que “pelear un año y medio para que la Policía Bonaerense no investigara más”, que “el pase a una secretaría especial del juzgado que entiende en materia de delitos de lesa humanidad recién ocurrió hace dos meses”, y que “agotadas las pistas que apuntaban a un viejito perdido, se están haciendo las cosas que se debieron hacer en un primer momento”. Godoy aclaró que son “escépticos sobre la efectividad que pueden tener las medidas”, debido al tiempo transcurrido, “pero al menos ratifican que lo que dijimos en principio es lo único que puede ser investigado, esto es, que López fue desaparecido para impedir que los juicios continúen”.

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El hijo de López, los abogados e investigadores del caso, ayer por la mañana, en las afueras de La Plata.
Imagen: Rafael Yohai
 
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