EL PAíS › BOSSERT RENUNCIO A LA CORTE ALEGANDO “HARTAZGO ESPIRITUAL”

El menos criticado se fue primero

Fue un opositor convencido a la mayoría automática. Vivió con dolor y depresión el juicio político, donde obtuvo la mayor cantidad de votos absolutorios. Ayer, sorpresivamente, envió su dimisión al Presidente. La vacante no altera la mayoría tradicional. La danza de quiénes podrían sustituirlo.

Por I. H.

“Ya se terminó todo papá”, le decía una y otra vez uno de sus hijos, de pelo largo atado, dándole palmadas en la espalda con la voz temblorosa. A Gustavo Bossert se lo veía distendido, sonreía, después de haber presentado su renuncia. “Este es mi hijo el murguero y este es mi hijo el antropólogo. Ellos me hicieron el aguante”, los presentaba orgulloso ayer a la tarde a quien pasara por su despacho. A pesar de haber sido uno de los jueces de la Corte Suprema menos comprometidos en el juicio político, y de haberse diferenciado históricamente de la “mayoría automática” a través de sus votos, Bossert decidió alejarse por el “hartazgo espiritual” que siente, según dice el texto en que le anunció su decisión al presidente Eduardo Duhalde. Esa carta dice que perdió “el ánimo” y el “entusiasmo” para seguir siendo juez.
La decisión de Bossert sorprendió a algunos de sus pares de la Corte pero sólo por su premura, a diez días del archivo del juicio político. “La realidad es que ya tenía la renuncia firmada en su cabeza desde el momento en que fue acusado por los diputados y esto se sabía”, comentó un allegado al juez. El mismo habló públicamente del “dolor” y de la bronca que le daba que lo hubieran acusado de contribuir al descrédito del máximo tribunal. Durante los meses que duró el proceso estuvo deprimido y su salud algo tambaleante.
En algunas vocalías de la Corte, como las de Julio Nazareno y Adolfo Vázquez, dicen que se enteraron de la noticia por las radios y la televisión. Algunos colaboradores de Bossert, aunque no todos, también. Ayer a la tarde los reunió en su despacho del cuarto piso del Palacio de Tribunales y les volvió a decir, aunque ya lo tenían en claro, que no daba más. Su oficina era un revuelo. Sus hijos Federico y Santiago estuvieron ahí por varias horas haciéndole compañía. El se mostraba realmente contento y aliviado.
Otra de las explicaciones que Bossert esgrimió entre sus conocidos apuntaba a que “estar fuera de la mayoría automática todos estos años, para no legitimarla, fue un gran esfuerzo que tuvo sentido, pero ahora ya no lo tiene”. “¿Para qué seguir?”, repetía. Mientras casi todos los supremos parecen dispuestos a quedarse al menos por un tiempo, el creyó que este era el momento justo para diferenciarse.
“Debo confesar que me han hartado los injustos daños sufridos, los infundados cargos que en su momento se me hicieron y respondí adecuadamente y la interminable espera que por motivos ajenos a la razón y al Derecho, debía soportar hasta que, por fin, la H. Cámara de Diputados logró reunirse y dejar en claro, por amplia mayoría, la sinrazón de dichos cargos, en los que fueron manifiestos los desaciertos jurídicos”, planteó en la carta dirigida a Duhalde y al ministro de Justicia Juan José Alvarez. “La desilusión sufrida después de tantos años de esfuerzo contribuye a este hartazgo espiritual. No obstante mi cariño por la función judicial, ya no podría ser un juez anímicamente útil a la República”, añadió en otro párrafo (ver texto completo en recuadro aparte).
Más allá de que una gran mayoría de los diputados haya votado en contra del enjuiciamiento de Bossert, el cierre del juicio dejó huellas y en una pelea pública tanto él como el ministro Enrique Petracchi fueron criticados por su par Vázquez por excusarse en las causas vinculadas al corralito y la pesificación debido a que fueron víctimas ellos mismos de las restricciones bancarias. Vázquez dijo que, en realidad, evitaban intervenir porque no querían trabajar ni comprometerse.
Aunque lo hicieron en voz baja, otros supremos apoyaron las críticas de Vázquez, un amigo confeso de Carlos Menem, a quien Petracchi objetó abiertamente no haberse excusado cuando le tocó juzgar al ex presidente. “Después de las cosas también anduvo diciendo Bossert en los últimos días, hizo lo que tenía que hacer, o sea, renunciar”, dijo un alto funcionario vinculado a la mayoría automática, desde la cual ayer hicieron circular eldato de que el ministro saliente se abstuvo de votar en más de 3.000 expedientes.
En ese sector de la Corte, ayer ya estaban especulando con quién podría ser el sucesor, aunque no hay plazos para un nuevo nombramiento, que debe impulsar el Poder Ejecutivo y recibir acuerdo del Senado. “En teoría debería ser un radical, o alguien vinculado al radicalismo”, razonaban, teniendo en cuenta que Bossert llegó al alto tribunal en marzo de 1994 a pedido del ex presidente Raúl Alfonsín como parte del Pacto de Olivos. “Algunos de los nombres que ya hace un tiempo se mencionan aquí son (el ex camarista y ex ministro de Justicia) Ricardo Gil Lavedra, Arnoldo Klainer (un histórico operador en la Corte) y Alberto García Lema, un peronista que podría tener consenso entre las distintas fuerzas políticas”, señaló el mismo vocero.
En el Gobierno sabían que Bossert estaba fastidiado y con intenciones de irse, pero venían concentrando mayores expectativas, aún vigentes, en que se produjera la retirada de algún personaje más emblemático del sector menemista de la Corte, como el riojano Nazareno –que preside el tribunal- o Vázquez. A su vez, tienen más confianza en la posibilidad de facilitar quizá la salida de Antonio Boggiano, que desde 1994 viene susurrando su deseo de ir al Tribunal Penal internacional. En el corazón de la Corte, ayer había quienes hablaban de que estaban recibiendo algunas “presiones” desde la Casa Rosada. Fue Guillermo López, el ministro que se encargó de relativizar ayer, al retirarse del Palacio, todas estas especulaciones al decir: “no creo que se vaya nadie más”. Entre juristas cercanos a Bossert ayer se hablaba de “que quizá haya algún otro juez de la minoría que esté también con ganas de dar un paso al costado”.

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El Gobierno esperaba la renuncia de algún menemista. Pero no.
 
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