EL PAíS › LULA DERROTO A SERRA EN LA PARTE
ECONOMICA DEL DEBATE Y HABLO DEL DOLAR

“Va a caer cuando diga el ministro”

El debate entre los dos candidatos brasileños para las elecciones de mañana terminó con un chiste de Lula: “Si pido, como Serra, que cada votante de la primera vuelta consiga otro voto para la segunda, voy a terminar superando el ciento por ciento”. Sólo un milagro negativo puede arrebatar la presidencia al líder del PT. Y ese milagro no fue la discusión de ayer por televisión.

 Por Martín Granovsky

“El quiere hablar del futuro pero no puede, porque es gobierno”, dijo Luiz Inácio Lula da Silva. El tema eran las jubilaciones, pero no importaba. En el último debate de televisión antes de las elecciones del domingo, José Serra no pudo demostrar que es el presidente para bajar el desempleo y reactivar una economía que su gobierno viene deprimiendo en los últimos ocho años. Si, como le decían a Bill Clinton, estas elecciones son sobre la economía, estúpido, no hay duda de que el domingo Lula quedará consagrado presidente. Serra, eso sí, merecería ser designado en el único campo donde anoche exhibió ideas: el Ministerio de Salud.
El dólar, que ayer bajó argentinamente a 3,73 reales por dólar, fue una de las estrellas del debate que organizó la Red Globo con la promesa de que llegara a 80 millones de televidentes, poco menos de la mitad de la población brasileña pero cifra menor, de todos modos, a los 115 millones en condiciones de votar el domingo en el ballottage.
–Cuando empecemos la transición y yo diga quién será ministro de Hacienda el dólar va a caer –dijo Lula, traje gris oscuro, corbata bordó a rayas, estrella roja de cinco puntas en la solapa izquierda–. Pero la crisis no es sólo brasileña. La economía norteamericana está en crisis, caen empresas importantísimas, está la crisis argentina, y el gobierno brasileño indexó los títulos. El pueblo no puede pagar por eso. Lula dijo también que el PT era la única posibilidad de salida. Serra se ofendió.
–Eso es arrogancia. Hay dos candidatos.
–Sí, hay dos candidatos –aceptó Lula–. Yo dije que era la única posibilidad no por arrogante sino porque Serra ya gobernó ocho años.
Lula estuvo mucho más sólido en economía y en su discurso de cohesión nacional, de articulación social y pacto entre los brasileños, que en otros temas. En narcotráfico, por ejemplo, apoyó la participación de las Fuerzas Armadas como herramienta de prevención, un proyecto que podría generar la tentación de una indeseable réplica argentina.
–El Brasil es tan grande y tiene un potencial tan extraordinario, que no podemos quedarnos dependiendo de especuladores cuando el pueblo quiere trabajar y producir –dijo Lula en el costado más eficaz de su intervención.
–El dólar tiene un valor irreal –repuso Serra–. No vale eso. Y está así por incertidumbre preelectoral: qué pasará a partir de enero. Eso pasa en cualquier lugar del mundo. A mí me parece bien –chanceó– que el PT haya cambiado, aunque haya gente que no le crea. Antes José Dirceu decía que Brasil no pagaría la deuda externa. Entonces la gente compraba dólares.
Respuesta de Lula, cara de demolición:
–Parece verdad pero no es, porque el dólar sube en el gobierno de él. No es un gobierno del PT. Es de mi adversario. El tema es que la economía brasileña es vulnerable. Con un pacto social la economía volverá a crecer. Serra se plantó en el terreno de lo posible:
–Si yo fuese Papá Noel propondría 450 reales de salario mínimo.
Mirian Conceicao da Silva, profesora de Belo Horizonte, preguntó:
–¿Cómo puedo tener dignidad de brasileña si estoy sin trabajo?
–Creciendo –contestó Lula–, incentivando la agricultura familiar. Yo sé lo que es el desempleo. La gente pierde su autoestima. Los que eran amigos ya no son más... Nada da más dignidad que trabajar y a fin de mes. Lamentablemente una parte de la elite brasileña resolvió dejar a una parte de la sociedad pidiendo favores.
El debate fue civilizado y correcto, como el último anterior al primer turno. Serra no apeló, por ejemplo, a su spot macartista de campaña. Como la bandera del PT es roja y se habla de la “ola roja” de la victoria de Lula, la última publicidad del oficialismo pide “cambiar de país pero no de bandera” y conservar la verdeamarelha.
Los preguntadores fueron seleccionados por Ibope en todo Brasil con auditoría de Price Waterhouse entre electores indecisos del país. Desde que llegaron a Río de Janeiro fueron encerrados, como un jurado norteamericano, para garantizar que no tuvieran contacto con nadie de ningún partido. Los preguntadores escribieron sus preguntas, y la auditora constató en cada caso que leyeran el mismo texto que habían escrito antes. El conductor fue el mismo del último debate del primer turno, William Bonner, el popular presentador de la Red Globo.
Celso Soares, cirujano dentista, preguntó a Lula por las finanzas. Serra, bien entrenado, lo miró despreciativo desde atrás, como a un alumno malo, caminándole y aprovechando su mayor altura y experiencia profesoral, mientras Lula decía que no hay ahorro sin una política de incentivos y no hay mercado sin dinero en manos de la gente.
–Aquí, nada de corralito –dijo Serra sin necesidad de explicar qué es: al cuco no se lo explica. Y contó que tiene sus ahorros en reales, porque el dólar va a bajar.
Lula dijo que no hay nada más sagrado que conservar el ahorro del trabajador, “si es que hay un trabajador a quien le sobra un cachito así”. Graziella Menezes, saco negro, maquillada para la tele, bahiana, preguntó por las favelas.
“Hay que transformar favelas en barrios”, dijo Serra. “No erradicar las favelas, lo cual es ejercer violencia.”
Lula explicó que hoy a veces vivir en una favela es un lujo, porque hay “mucha gente viviendo bajo los puentes”.
Respuesta de Lula sobre narcotráfico:
–En la Constitución dijimos que el gobierno estaba autorizado a expropiar tierras dedicadas a la plantación de droga, pero nadie lo fiscaliza. Hay que ser duro con el narcotraficante, tener política fronteriza para que la cocaína no entre, defender las fronteras incluso con las Fuerzas Armadas y que el traficante vaya a la cárcel.
Respuesta de Serra:
–La cuestión de la droga es clave, y voy a aprovechar mi tiempo de un minuto para hablar de la recuperación. Yo fundé un programa de clínicas. Ya hay 90.
Contrarréplica de Lula:
–Es más barato evitar que aparezcan los traficantes. Y los policías corruptos tienen que ser expulsados del cuerpo. Acá roban un auto en San Pablo y llegan a Paraguay dando propinas, sin que los pare nadie.
Un gordo grandote, que dice ser desempleado, pregunta por la criminalidad a muy corto plazo.
Lula explica la federalización del sistema de seguridad, el aumento a los policías, una policía más preparada científicamente.
–Un policía de mi barrio –es su relato– me contó que no puede practicar tiro porque sólo dispone de seis balas. Y eso que no estamos frente a bandidos de la década del 49 sino a una industria, al crimen organizado, con brazos en la Justicia, en la política, en las finanzas, en el plano internacional. Serra dijo que hay que combatir la impunidad, cosa que no precisa dinero sino sólo de leyes. Por ejemplo, que no se puedan usar celulares en la cárcel. Por ejemplo (¿recuerdan un sabor familiar?) que no haya excarcelación.
–Quiero recordar que hay millones de desempleados –es Lula, agitando las manos–. Así son presa fácil del crimen. Vamos a incentivar el primer empleo.
Adelia Maria Lima, profesora de Pernambuco, vestido negro, saco blanco de hilo, seria y nerviosa, pregunta a José Serra cómo hará un padre defamilia con salario mínimo para comprar su casa. Serra dice que hacen falta recursos con subsidio gubernamental.
Sentado en su banqueta, con las manos atadas como siempre, Lula lo mira serio. Se para y cuenta que de más de cuatro millones de casas construidas, el gobierno sólo financió 700 mil. Entonces el que se para es Serra y camina por la plataforma circular celeste del estudio, hablando a todos los sectores del público como si fuera un actor.
Pregunta sobre salud, que Serra en su condición de ex ministro premiado como el mejor del mundo, según dice su publicidad, aprovecha. “Cuando fui ministro hicimos 35 millones de exámenes de detección precoz del cáncer de útero”, dice. “No quise hacer planes aspirina.”
Leandro Oliveira, joven, colgante, buzo, remera a rayas, arito, preguntó titubeando por qué Lula cumpliría con los programas sociales. “En el Nordeste la ayuda por la sequía es de 30 reales por persona”, dijo Lula. “Nosotros vamos a garantizar que la gente desayune, almuerce y cene, y que la gente trabaje para que no esté dependiendo de la ayuda del Gobierno.” Y todo, con la ayuda de las iglesias y las ONG. Serra camina y contesta que Cardoso gastó mucho. Lula camina menos. Observa. De atrás, el saco gris oscuro se ve arrugado. De perfil, la barriga pone el traje un poco tirante.
Al final hay aplausos. El público aplaude a los candidatos. Los candidatos al público. Parecen emocionados. Lula acaba de decir: “El domingo, la esperanza vencerá al miedo”.

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Lula y Serra saludan con la señal de la victoria al finalizar el debate. El domingo sólo uno festejará.
 
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