EL PAíS › SENADORA CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER

“En Argentina no se conoce lo que no se quiere conocer”

Encabeza la Comisión que indagó la denuncia de coimas en el Senado, difundida por el diario “Financial Times”. Por eso exhibe datos y pruebas cuando señala a los responsables y acusa al senador Verna de haber obstruido la pesquisa y a la Justicia de no haber ido a fondo con la investigación.

 Por Eduardo Tagliaferro

“Venimos a otro capítulo del reality show de Cristina”, fue una de las frases que en voz baja solían lanzar algunos senadores del oficialismo cuando ingresaban en las reuniones de la Comisión de Asuntos Constitucionales en las que se investigaba el presunto pedido de coimas denunciado por el periódico londinense Financial Times. Pero ninguno de los que formuló la chanza se atrevió a repetirla frente a la santacruceña Cristina Fernández de Kirchner que hoy exhibe los resultados alcanzados por la comisión. Las publicaciones del diario de negocios fueron el disparador de una saga de artículos que pusieron al descubierto un entramado de relaciones, negocios, contratos e intercambio de favores siempre imaginado y nunca explícitamente revelado. No por casualidad de un lado del caso aparecen como sospechados aquellos que suelen ser mimados por el establishment financiero y económico. Tampoco fue inocente el ruidoso aplauso con el que el bloque del PJ en la Cámara alta recibió al pampeano Carlos Verna luego de que testimoniara frente a la comisión. A pocos días de la presentación del informe sobre el caso de los presuntos nuevos sobornos en el Senado, Kirchner no duda en señalar que tiene la “certeza definitiva” de que el caso pudo haber ocurrido. Y aunque en ningún momento pronuncia su nombre, critica a Verna “por la obstrucción que hizo a la investigación” desde la presidencia de la comisión de Presupuesto y Hacienda.
–Además de no poder sentar frente a ustedes al lobbista Carlos Bercún, ¿qué otras cosas de las que eran posibles no lograron?
–No pudimos contar con el testimonio del hombre considerado mano derecha de Bercún, el empleado del Banco Central, Héctor Rincón, adscripto al despacho del presidente de Presupuesto y Hacienda (Verna). Cuando lo citamos se había tomado licencia y el senador lo desconocía. Se reintegró cuando finalizó el período ordinario de sesiones y le pidió volver al Central porque estaba cansado por todo lo que pasó. La adscripción fue cancelada el 2 de diciembre pasado y el titular de Presupuesto no dijo nada sabiendo que estaba citado por la Comisión de Asuntos Constitucionales. A nosotros nos había dicho que la licencia anual la reglamentaba el BCRA y la gerenta Alicia Naughton nos dijo que esto era una atribución del senador. Ahora Rincón está en Legales, al lado de Aldo Pignanelli, al que me veré obligada a volver a citar por la evidente obstrucción a nuestra tarea. La misma obstrucción que hemos tenido de parte del titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda. Esto se suma al ocultamiento que han hecho los banqueros.
–¿Cuáles son sus conclusiones del hecho?
–Un juez lo llamaría presunciones graves y concordantes. Yo lo llamo certezas definitivas. Certeza de que hay un entramado en el que como minímo hay posible tráfico de influencias, mal desempeño y tal vez incumplimiento de los deberes de funcionario público. Lo denunciado por el periodista Thomas Catán pudo haber existido. También es posible que a través de la asociación del banco HSBC con el Financial Times los artículos hayan constituido una forma de presión, ya que en este caso ha quedado claro que algunas leyes se construyen de la misma manera que se construyen algunas noticias. Si con una comisión que no tiene el poder coercitivo que tiene la Justicia –sin poder realizar careos y otras medidas– hemos arribado a las conclusiones que llegamos, queda claro que en la Argentina no se conoce lo que no se quiere conocer. Se puede decir que los sobornos son muy difíciles de probar. Quizá sea así, pero aquí hay cientos de delitos satelitales que un juez estaría en condiciones de determinar.
–¿A quiénes apuntará el informe final?
–Develará el papel jugado por el lobbista Bercún, el rol que tuvo el senador que preside Presupuesto y Hacienda y el desempeño del presidentedel Banco Central, Aldo Pignanelli. También explicitaremos quiénes integran la sociedad propietaria del inmueble donde funciona la consultora. La actitud que han tomado algunos no es la de quienes no tienen nada que ver con lo denunciado. Se han ocultado, han sido esquivos, han puesto obstáculos.
–¿Cómo califica la actuación de la Justicia en este caso?
–Repito. No se conoce lo que no se quiere conocer. La corrupción no podría subsistir si no existiese un trípode cómplice entre el poder privado, el poder político y la Justicia. En este caso no se hicieron careos para explicar cosas tan simples como el verdadero alcance de la cena que reunió a Pignanelli y Bercún con el ministro Roberto Lavagna y el diputado Alberto Coto. Se podría haber citado al diputado Humberto Roggero en lugar de contentarse con la respuesta por escrito. Si uno lee a fondo las declaraciones de Lavagna y Coto en la comisión, no hay ningún tipo de contradicciones. Cuando no funciona la Justicia no funciona el contrato social. Fíjese que esta sociedad se ruboriza más porque al juez Augusto Belluscio se le haya caído una mujer de la ventana de su hotel, que por que esa mujer fuera su socia y pleiteara frente al alto tribunal. Estamos frente a una sociedad muy hipócrita.
–¿Qué obstáculos tuvo?
–La única obstrucción que sentí fue la de la comisión de Presupuesto. Del bloque nunca me llamaron. Tampoco del bloque de la UCR. En algunos puede no haber habido colaboración, pero desde Presupuesto hubo obstrucción. Por qué no me informaron el 28 de noviembre que darían por concluida la adscripción de Rincón, si ya se habían podido comunicar con él. Ellos pensaron que todo terminaba con el fin de las sesiones ordinarias. El próximo martes insistiremos con una nueva citación a Pignanelli.
–Más allá del caso, ¿a qué conclusiones políticas llegó?
–En la Argentina, donde las noticias duran dos o tres días, la mayoría apostó a que un nuevo escándalo taparía este. Con la reforma laboral de la Alianza parecía que eso sería lo último que podría ocurrir. Estamos frente a una sociedad de memoria mediática y no veo a las instituciones dispuestas a replantearse a sí mismas. Más bien veo que estamos frente a un suicidio institucional. Los dirigentes apuestan a que todo pase y si no igual todo será tapado por la próxima pelea entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Hay mucha debilidad institucional, pero también mucha debilidad social.
–¿A qué se refiere con lo de debilidad social?
–Estamos viviendo en una sociedad en la que todo se debate muy fragmentadamente. En parte es una sociedad muy tilinga. Ahora han descubierto la existencia de desnutridos como si esto fuera nuevo. Precisamente muchos de los políticos que hoy son señalados con el dedo fueron los laderos de Menem durante casi 10 años. Pero alguien los votó. Hoy esos dirigentes no pueden acusar solamente a 26 años de políticas neoliberales como si no tuvieran nada que ver.
–¿En el Senado se podrá seguir haciendo borrón y cuenta nueva?
–Cuando se renovaron todos los legisladores y me preguntaron si se estaba frente a un nuevo Senado yo respondí que el tiempo lo diría. Hoy le puedo decir que este Senado es el viejo Senado. La tarea de la comisión simplemente desmalezó sospechas. Hicimos un ejercicio de investigación, dimos una muestra de salud institucional. Todos apostaban a que no se llegaría a nada. Esto fue un ejercicio de campo que demostró cómo funcionan las instituciones del poder: los bancos y el poder político. Por cosas como éstas me echaron del bloque en el ‘97. En aquel momento parecía un ejercicio de disidencia política, hoy es un ejercicio de comprobación. Vamos avanzando porque ahora no pueden echarme.
–¿Qué rescata?
–Las conductas valiosas valen como testimonio y como conocimiento para la sociedad. No me gusta el rol de paladina de la justicia. Aquí hubo un gran acompañamiento de senadores y senadoras. También de algunos medios de comunicación que aportaron datos valiosos. El contraste lo muestra el BCRA o la actitud de los propios involucrados.

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