EL PAíS › OPINION

Sensación térmica

Un documento nonato, la razón corporativa. El Congreso, broncas interinas por causas removibles. Todos en campaña. De Narváez, Macri, Alfonsín, Kirchner, Scioli. Las cavilaciones de Cobos. Novedades en el kirchnerismo. Y cinco razones para una ilusión colectiva.

 Por Mario Wainfeld

Por ahí cambió el clima, por lo menos la sensación térmica es otra. La avanzada opositora del verano quedó enredada en su madeja de vanidades, competencias y fragmentación. El oficialismo recuperó oxígeno, hace agenda con la acción ejecutiva y empasta al Congreso.

La agenda de la semana que fue, una muestra pequeña pero ilustrativa, refleja la nueva tendencia. El hecho dominante fue extrapolítico, se exaltará al final de esta columna. La economía recobra ínfulas, el canje de deuda avanza, la Asignación Universal siembra en los sectores más desfavorecidos. Las dos novedades políticas fueron aciagas para el establishment y la oposición. La más relevante, el fracaso de un documento multisectorial motorizado por la jerarquía eclesiástica. La más transitoria, la frustración de las sesiones en el Congreso.

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El parto de los montes: Se anunció con bombos, platillos y resonancia sacra. El obispo Jorge Casaretto urdía, cual orfebre, un documento escandalizándose por la pobreza y fustigando (diz que envuelto en guante de seda) al oficialismo. Hugo Biolcati, un reconocido filántropo, contribuía en la redacción y en la colección de adhesiones. Lo suscribiría, se entusiasmaban sus mentores y los medios opositores, una pléyade multicolor de corporaciones. Serían de la partida la Jerarquía eclesiástica, la Unión Industrial Argentina (UIA), la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la Confederación General del Trabajo (CGT). El agua y el aceite se combinarían en una versión globalizada del parto de los montes.

El consenso se desmigajó, por todos lados. Las centrales obreras fueron las primeras, pero también hubo objeciones internas en la Mesa de Enlace y en la UIA. Sus voluntaristas titulares, Biolcati y Héctor Méndez, debieron recular, cuestionados por sus aliados más cercanos. El debate en la UIA fue formidable y seguramente producirá más secuelas en contados meses.

Desnudo como los hijos de la mar, el documento quedó en agua de borrajas. El parto de los montes, como es ley, volvió a ser un anuncio voluntarista.

Los promotores midieron mal las coyunturas política y económica. El crecimiento será importante, restallante en algunos pilares del “modelo” kirchnerista: las exportaciones agropecuarias y la industria automotriz. Las limitaciones chinas al ingreso de aceite de soja prenden un alerta, es costoso tener un socio tan poderoso. El Gobierno protegió actividades que serían barridas por las importaciones chinas. Es una decisión encomiable, pero las represalias en otros sectores seguramente serán agenda en el corto y mediano plazo.

Como fuera, es un año propicio y muchos empresarios no encuentran la gracia en chocar de frente con la Casa Rosada. Son antagónicos hacia el kirchnerismo y suena imposible que se recupere el buen trato de años atrás. Pero para las elecciones falta mucho, el interés propio induce a parafrasear al General: llevársela con pala hasta que aclare. Muñequear las convenciones colectivas, surfear en las generosas olas de la etapa.

La racionalidad instrumental debería llevar al empresariado a deponer su tirria. Sus históricas anteojeras ideológicas pueden desviarlos; en la contingencia se sofrenaron, desdibujando al documento.

La imaginaria adhesión de la CGT, una fantasía pastoral, casi no merece comentario.

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Recintos exasperados: El Frente para la Victoria (FPV) le pide tiempo al tiempo en el Congreso. Le resulta, por ahora. La táctica de retacear quórum deja huellas en el arco opositor: subraya sus debilidades y falta de proyecto colectivo.

Las demoras parlamentarias no son, no tienen cómo ser, estratégicas. Cesarán más pronto que tarde porque la dinámica de las cámaras lo irá determinando y porque las victorias interinas del FPV tienen un sesgo pírrico. Diputados y senadores oficialistas saben que esas herramientas son tan lícitas como piantavotos. Todos deben ir por la reválida de sus títulos en las urnas en poco más de uno, tres o cinco años. Atisban que el descrédito no es patrimonio exclusivo del Frente del Rechazo.

El enardecimiento del Grupo A es desproporcionado al daño infligido al Congreso. Los asuntos en trámite se dirimirán, más pronto que tarde. Casi todos tienen un resultado anunciado, aunque el oficialismo (con mejores orgánica, mística y disciplina) apuesta a un golpe de dados de improbable obtención.

Las agorerías sobre el cierre del Congreso son desmesuras veraniegas que un otoño templado debería ir disolviendo. El senador Carlos Menem imanta furias pluripartidarias, las merece por sobrados motivos previos, pero en la actualidad saca provecho de su condición de bisagra en una Cámara muy pareja. Una banca cotiza muy alto, si su titular oscila entre un bando y otro. Hasta ahora, contra lo que predica el mito urbano, el ex presidente votó de modo decisivo con “la oposición”, en dos instancias cruciales: las retenciones móviles y el saqueo de las comisiones. Y ayudó al oficialismo dejando sin quórum sesiones que se recuperarán. Si el hombre dejara de itinerar, perdería peso y poder relativo. De ahí a que cambie su tesitura ideológica media un abismo que hasta ahora no saltó.

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Pergaminos ajados: La disputa política es binaria, suma cero o negativa. Las vicisitudes del Congreso, en concordancia, se traducen en clave deportiva: se gana o se pierde en cada trance, por episódico que fuera. El Grupo A se autorretrata perdedor, discute puertas adentro, incurre en torpezas y demasías. Creció su poder mientras se deslucen sus pretendidos pergaminos democráticos. El oficialismo no puede arrojar la primera piedra enojándose por abusos de las mayorías, pero disfruta viendo cómo sus adversarios empardan hacia abajo. En poco tiempo, y sin actividad fructífera digna de mención, la oposición cometió varios atropellos. El reparto de las comisiones en el Senado –ahora es notorio– refleja una ofensiva prepotente y no la real distribución de fuerzas. El Grupo A confiesa que no tiene 37 senadores, pero ocupa comisiones como si dispusiera de 42 o más.

El vicepresidente Julio Cobos se tomó dos semanas para acatar una sentencia que le ordenó corregir la distribución de espacios en la Bicameral que trata los Decretos de Necesidad y Urgencia. La pachorra refleja mala voluntad o desidia institucional.

La amenaza de descontar las dietas a los senadores faltadores, con solicitadas en diarios comme il faut, es una nueva sobreactuación de Cobos, conducido por los senadores contreras, con los que tiene una relación cada vez más distante. Empezando –aunque usted no lo crea– por los correligionarios.

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La campaña permanente: La reputación de los legisladores se resquebraja, los que ejercen cargos ejecutivos siempre topan con dificultades. Acaso, el mejor modo de subsistir en el candelero es no entreverarse. Francisco de Narváez lo ensaya y se sostiene en la cuerda floja. Histeriquea con la candidatura a presidente, como para excitar el centimil. Alardea de haber conversado con jueces de la Corte Suprema. En el cuarto piso de Tribunales propalan señales inusualmente precisas: “No es lógico declarar inconstitucional a la Constitución”, aducen y satirizan. Las mejores perspectivas del Colorado arraigan en la provincia de Buenos Aires. Eduardo Duhalde quiere pegársele como una lapa, puede constituir un plan B para De Narváez. El ex presidente no trasciende las segundas o terceras líneas pejotistas pero su desvaída ambulancia puede sumar puchitos a la limousine del empresario. El gobernador se elige a vuelta única, gana la primera minoría.

Cobos y De Narváez hablan con más asiduidad de lo que se deja conocer. A ninguno le disgustaría una joint venture en 2011. Claro que el vicepresidente debería vencer la resistencia de su partido cuyos referentes trazan una raya: ese pacto no pasará.

Los boinas blancas van rearmando sus fuerzas, con métodos clásicos. Mientras Cobos navega en la superestructura, muy retenido para “hacer medios” porque el lodazal del Congreso paga mal en esa tribuna, “Ricardito” fatiga la provincia. Promueve reuniones con la dirigencia en comités o en amigables asados. Tiene bien trillado el interior, que se ha puesto muy antikirchnerista.

El senador Ernesto Sanz disfruta de su rol de presidente del partido y lo ejerce con recursos clásicos. Junta intendentes, aviva el corazoncito yrigoyenista. Con Alfonsín, en paralelo, “caminan” en jerga. Esa praxis suele engrosar la silueta, pero vale para poner en marcha a los correligionarios locales.

Desde la primera línea, unos cuantos sugieren a Cobos dejar la vicepresidencia para enfrascarse en las tareas propias de un precandidato natural, que lo es. El mendocino vacila, esa jactancia de los políticos silentes. “La gente contesta en las encuestas que no quieren que renuncie”, se ataja. Quizá sea así, pero “la gente” formula demandas cruzadas, frecuentemente incompatibles. También repele el cotidiano del Congreso y embolsa a todos.

Para un nutrido pelotón de la dirigencia radical el primer paso es restaurar al partido, generar candidaturas taquilleras en las provincias, instalar ministeriables y programas como para condicionar a un Cobos que un año atrás los pasaba por arriba, solito. Para imaginar un horizonte más ambicioso, con un presidenciable radical al mango, hay tiempo.

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Novedades y constantes: Mauricio Macri naufraga en la gestión y padece el avance del expediente sobre escuchas ilegales. Se defiende en los medios, se compromete con datos que pueden ser refutados por las pruebas: jura que no conoció a Ciro James, por ejemplo. En todo caso, viene perdiendo volumen desde las elecciones del año pasado, que ganó por un margen menor a sus ambiciones y profecías.

El kirchnerismo apuesta sus mejores fichas a la acción ejecutiva, en tanto el ex presidente activa “la política”. Los contados asiduos de Olivos chimentan que, ahora sí, a Néstor Kirchner le seduce la presidencia de Unasur. La Presidenta lo conversó con sus pares uruguayo, José Mujica, y chileno, Sebastián Piñera. En esos y otros países vecinos basculan entre la simpatía y la perplejidad: a algunos líderes y a varias cancillerías les parece que el cargo no es compatible para un candidato que entrará en campaña. “¿Entrará?”, interrogan y se interrogan.

El interrogante atraviesa fronteras, no tendrá respuesta pronta. Sería un disparate que Kirchner se bajara hoy día de esa pretensión aunque lo tuviera decidido, que no es el caso. Sus mensajes son, como prescribe el manual, voluntaristas, aunque abren hendijas. El gobernador Daniel Scioli sostiene su imagen pública allende la derrota electoral y la penuria de la gestión. “Es un milagro”, menean la cabeza kirchneristas más del palo, polisémicos ellos.

Los Kirchner dispensan afabilidad a Scioli pero sin resignar el control. No le dan alas, tampoco en el potencial terreno de las candidaturas. El gobernador, se entretienen confidentes de Palacio, armó un lindo aviso publicitario insinuando sus virtudes. No sacó los pies del plato, se santiguan, no se lanzó, hizo propaganda de su gestión, pero quiso hacerse visible en la buena propaladora que es el Fútbol para todos. El anuncio duró al aire una fecha del campeonato, según algunos contertulios del cronista, otros dicen que menos. La orden habría llegado de Olivos. El cronista –hincha de River él– no está con voluntad de mirar fútbol doméstico con asiduidad y arrimar mejores precisiones.

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En magma: La gobernabilidad kirchnerista se cimienta en una economía a todo vapor y relaciones sólidas con gobernadores, intendentes y la CGT. El esquema se mantiene en trazos gruesos, surgen dificultades con los mandatarios territoriales y por la inflación.

Entre tanto, un fenómeno novedoso se incuba en el interior del oficialismo. El mandato de Cristina Kirchner vio nacer militancias aguerridas y ansiosas de ganar la calle. Néstor Kirchner tuvo adhesiones más masivas, más indiferenciadas, más pasivas también. Acaso el calor de la confrontación, acaso el desafío de los otros: lo cierto es que ahora el kirchnerismo tiene nuevos adherentes movilizados y con mística.

El colega José Natanson observa bien la novedad. Beatriz Sarlo también se asomó a ella haciendo algo que debería ser costumbre de cronistas y científicos sociales perezosos: miró con sus propios ojos el acto de Ferro y extrajo sus consecuencias, muy críticas, pero no ciegas ni rutinarias.

La ciudadanía porteña, de aroma transversal y clasemediero que se congrega en las convocatorias de 6, 7, 8 es otra innovación. Anticipar su impacto electoral sería una audacia sin fundamentos, reconocer el fenómeno es ineludible.

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Cinco en una semana: Lionel Messi fue la figura de la semana, marcó cinco goles entre el Arsenal y el Real Madrid. En el Nou Camp se fue con la pelota bajo el brazo, sonriendo como un chico. Como él, da por hecho el cronista, soñaron millones de argentinos. Si mantiene la dosis, 14 goles en siete partidos, la vuelta podremos dar.

El futuro siempre se está por construir y en él finca la esperanza. En el fútbol, por lo menos.

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Imagen: Leandro Teysseire
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