EL PAíS › EL EX TENIENTE GUSTAVO ADOLFO ALSINA FUE SEñALADO COMO EL ASESINO DEL MéDICO RENé MOUKARZEL

“Los quejidos eran cada vez más intensos”

Stella Maris Grafeuille de Tissera tenía 17 años cuando la detuvieron. Describió ante el tribunal que juzga la represión ilegal en Córdoba cómo los oficiales del Ejército torturaron, fraguaron fugas y asesinatos de presos políticos.

Una ex presa política de la Unidad Penitenciaria 1 (UP1) de Córdoba durante la dictadura reconoció ayer al entonces teniente Gustavo Adolfo Alsina como uno de los principales torturadores del penal en los meses posteriores al golpe de Estado. Stella Maris Grafeuille de Tissera, que tenía apenas 17 años al momento de su detención, ratificó que fue Alsina el responsable de la muerte de René Moukarzel, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo estaqueado desnudo en un patio de la cárcel en el día más frío del invierno de 1976. Los testimonios de las víctimas continuaron ayer en el juicio por delitos de lesa humanidad contra Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez y otros veintinueve represores que actuaron en Córdoba.

La mujer de 52 años recordó que fue detenida el 22 de agosto de 1975 en un bar de la ciudad de Río Cuarto. Comandó el operativo el policía Miguel Angel “Gato” Gómez, otro de los imputados a los que identificó. Durante los cinco días de detención en Río Cuarto fue torturada varias veces. “Me ponen una capucha en la cabeza, me empiezan a golpear y a preguntarme por personas de Río Cuarto. Decían que me iban a violar si no hablaba. Gritaban, golpeaban con una furia terrible”, recordó. “Ahí llega detenida desde la UP1 Liliana Bloger y nos cuenta que le hicieron simulacros de fusilamiento.” En diciembre de 1975, condenada a tres años de prisión por “asociación ilícita”, la trasladaron vendada y esposada, en una camioneta, hasta el penal de San Martín, donde se encontró con “compañeras que tenían a sus niños en la cárcel, muchas embarazadas”.

Después del golpe de Estado “comienza un calvario: los militares entraban en tropel y a los gritos”, dijo. “El día que llegaron nos sacaron al patio. Los niños lloraban. Nos ponen contra la pared, donde recibimos golpes con palos, y nos hacen desnudar íntegramente. Teníamos un soldado por cada una atrás, creí que ese día nos mataban”, reseñó.

“Después comienza un tiempo de terror en la cárcel. Entraban a cualquier hora. Nos hacían hacer gimnasia militar. A los que más recuerdo eran Alsina y (Enrique Pedro) Mones Ruiz”, a quienes varios testigos sindicaron como los torturadores más salvajes de la UP1. “Un día abrieron las celdas, nos pusieron de rodillas y con una tijera nos cortaron el pelo de una manera que dejaban pedazos pelados y otros largos. Era una forma tremenda de denigrar a los seres humanos. Vivíamos como animales”, detalló.

“Hubo requisas vejatorias”, contó. “Ya se habían dado algunas situaciones vejatorias con algunas compañeras, a las que querían manosear”, dijo. Las celdas eran “como un zoológico: teníamos que hacer nuestras necesidades allí”. Para enfrentar el horror contó que hacía “figuritas con miga de pan”. “Elegía comer menos pan y guardar miga para hacer algo con las manos y no volverme loca”, dijo.

A la detenida Diana Fidelman la sacaron del penal y la llevaron al Departamento de Informaciones (D2) de la policía de Córdoba. Cuando la devolvieron a la cárcel “nos contó que la habían torturado y que se ensañaron con ella por ser judía”, recordó. Tiempo después volvieron a llevarse a Fidelman, entonces para asesinarla, en un operativo que el Tercer Cuerpo de Ejército publicitó como un tiroteo en un intento de fuga. “En junio se llevan a Mirta Abdón de Maggi y a (María Ester) Barbieris”, continuó. “Las sacaron a las dos juntas y nunca más volvieron. Cada vez que se abría la puerta de rejas no sabíamos a quién le tocaba”, admitió.

Con la voz entrecortada, Grafeuille de Tissera precisó que “luego vino lo de Marta Rosetti, el 30 de junio. A ella la llevan y la vuelven a traer. Nos alegramos y nos dice: ‘Chicas: mañana me vuelven a sacar para matarme, porque ya me lo dijeron’. A la mañana siguiente vienen a buscarla. Yo abrí mi ventana y vi que la llevaban, vi su sonrisa, y eso a mí me acompañó durante todo el cautiverio. Nos transmitió toda su fuerza. Teníamos una consigna que era sobrevivir”, recordó.

En otro tramo de su declaración, la testigo relató que “el 15 de julio vimos que entraron un grupo de personas, Alsina y otros, que traían a un compañero con el torso desnudo”, en referencia al médico René Moukarzel. “Era una persona alta y estaba golpeado. Lo estaquearon en el patio. Luego entró Alsina al pabellón y nos dijo: ‘Abran todas las ventanas que dan al patio. Esto es lo que le puede pasar a cualquiera’. No podíamos creer lo que veíamos. Iban pasando las horas y los quejidos del Turco eran cada vez más intensos. El día era uno de los más fríos del año. Después nos meten a cada una en su celda y lo único que se sentía eran los quejidos”, recordó. “Cerca de la medianoche se llevaron a René y después nos enteramos de que había muerto en el hospital”, agregó la testigo.

También recordó “el estaqueamiento de Charo Muñoz”, a quien los militares “le pedían que gritara ‘viva el Ejército Argentino’”. En diciembre de 1976 fue trasladada al penal de Villa Devoto, donde recibían buenos tratos porque “era utilizado como una vidriera para los organismos de derechos humanos internacionales”, aclaró. “Llegar allí fue como una liberación. Tenía otras aristas de terror, pero era diferente.”

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Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez, entre los acusados por la represión ilegal en Córdoba.
Imagen: Télam
 
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