EL PAíS › HOMENAJE A LAS VICTIMAS DE LA NOCHE DE LOS LAPICES FRENTE AL POZO DE BANFIELD

Un siluetazo para no olvidar el horror

Una marcha unió los centros clandestinos de Quilmes y Banfield donde estuvieron secuestrados los adolescentes hace 34 años. Un Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos resignificará los lugares de exterminio.

 Por Adrián Pérez

“Estamos homenajeando a chicos que eran hombres grandes en el pensamiento, pero muy chicos en edad”, señaló Sara Derotier de Cobacho, secretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, en el acto central que se realizó frente al Pozo de Banfield para recordar a Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Horacio Ungaro, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Claudio de Acha, estudiantes secuestrados el 16 de septiembre de 1976, durante la última dictadura militar, por exigir la implementación del boleto estudiantil en la ciudad de La Plata. A 34 años de La Noche de los Lápices, la persistente llovizna no impidió que los manifestantes confluyeran en el ex centro de detención, tortura y exterminio para corear, al final del acto: “Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos/presentes/ahora/y siempre”. Además de Cobacho, durante el acto hablaron el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde; Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón. El encuentro clausuró el Siluetazo que Hijos Zona Sur organizó para unir la distancia que separa el Pozo de Quilmes y el de Banfield.

Oscar Duarte fue uno de los militantes que llegó al juzgado de Lomas de Zamora para marchar hacia el Pozo de Banfield. Sobrevivió al Pozo de Quilmes. En diálogo con Página/12 habló sobre su detención en ese centro clandestino. Cuando fue secuestrado en marzo de 1977, Duarte pertenecía a Montoneros y hacía trabajo de base en Villa Fiorito, desde donde fue trasladado a una comisaría de la zona. Luego lo llevaron al barrio donde militaba para “marcar compañeros”. Más tarde sería trasladado al Pozo de Quilmes. “Nos metían en una habitación con camas donde nos desnudaban para picanearnos”, recordó. Con vendas en los ojos y las manos esposadas, los detenidos eran alojados en celdas individuales de cuarenta centímetros de largo por un metro de ancho. Cuando lo soltaron, le dijeron “hijo de puta, te vas porque sos hermano de un policía”. Ramón Duarte, su hermano, pertenecía a la Brigada de Banfield.

A las 15 los militantes de derechos humanos, junto al Movimiento Evita y el Frente para la Victoria de Lomas de Zamora, comenzaron a marchar desde las puertas del juzgado de Lomas de Zamora, por avenida Larroque, hacia el Pozo de Banfield. En la primera línea, entre banderas y dos marionetas gigantes, se asomaba Carmen Ramiro de Guede, única Madre de Plaza de Mayo de Quilmes con vida. La columna llegó a la calle Siciliano. Visiblemente molesto por el paso de la marcha, un hombre golpeaba el volante de su auto.

–¿Le pasa algo? –le preguntó este cronista.

–Ustedes tienen todos los problemas arreglados, pero a mí quién me soluciona esto –lanzó el conductor mientras señalaba la movilización.

“Los dinosaurios van a desaparecer”, pareció responderle una bandera de la JP Evita, con el rostro de Charly García dibujado. Los vecinos del barrio de casas bajas y tejas llevaban su curiosidad hasta la calle. Unos pocos se sumaron a la marcha. En la esquina del Pozo de Banfield, un cartel anunciaba que allí funcionará el Espacio para la Memoria, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, que por decreto 2204/06 afecta el uso a la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires. El escenario se levantó en Vernet al 1300. En la primera fila apareció el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde; la secretaria de Derechos Humanos bonaerense y Osvaldo Papaleo.

Carmen Ramiro de Guede subió al palco y desde abajo la multitud bramó: “Madre de la Plaza, el pueblo las abraza”. El intendente lomense reconoció que “a los dirigentes políticos no nos queda otra que pedir perdón”, porque durante muchos años “fuimos garantes de la impunidad”. Luego destacó la participación de los vecinos que “empujaron para que este espacio se cerrara”. Además, garantizó que el Pozo de Banfield se recuperará como “espacio de resguardo de la memoria”. Marta Ungaro recordó que “fue un jueves como hoy” cuando secuestraron a los chicos y saludó a los que tienen la oportunidad de luchar por educación, salud y por el juicio y castigo a los represores. Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón, señaló que hoy homenajeamos a los jóvenes que lucharon por el boleto estudiantil. “Yo, que perdí a mi hijo a manos de la policía de Mendoza, aprendí a luchar con las madres y los hijos”, destacó, y opinó que la búsqueda se lleva adelante “desde el amor, desde el útero, desde lo que parimos”.

“No quiero olvidar los tiempos que pasamos cuando salí de la cárcel, denunciando las torturas que recibimos y la desaparición de nuestros hijos y compañeros”, destacó Cobacho. También sostuvo que espera que el Pozo se materialice en “el recuerdo de todos los que no están” y reclamó que “si no terminamos de juzgar a los genocidas, eso nos comprometería mucho”. A pocos días de cumplirse cuatro años de su desaparición, Cobacho dijo que “no debemos permitir que vuelva a haber otro Jorge Julio López. Debemos llegar hasta las últimas consecuencias para saber qué pasó con él”.

Papaleo –detenido ocho meses en el Puesto Vasco de Bernal, en Quilmes– dijo ante Página/12 que el Pozo de Banfield fue “una pintura del horror” que se materializó en “el circuito configurado por los militares y civiles que colaboraron para que eso ocurra”. “Se silenció con la complicidad de un amplio sector civil, fundamentalmente, de los medios”, enfatizó. El cierre de la jornada de memoria estuvo a cargo de un grupo de pequeñas de la Escuela Redondel, de Lomas de Zamora (que representaron a las Madres de Plaza de Mayo) y de las canciones de Víctor Heredia.

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“Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos/presentes/ahora/y siempre”, gritaron al unísono.
Imagen: Pablo Piovano
 
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