EL PAíS › REBAUTIZARON LA ESCUELA RAMóN FALCóN EN RAFAEL CALZADA

Marta Mastrángelo, en la memoria

 Por Ailín Bullentini

Nombrar es identificar; conocer para poder reconocer y recordar. Renombrar también tiene que ver con un reconocimiento, aquel que descubre que una palabra que identificaba ya no lo hace. O nunca lo hizo en absoluto. La comunidad educativa de la Escuela Primaria Número 44 de Rafael Calzada, partido bonaerense de Almirante Brown, celebró la tarea de “renombrarse” ayer, cuando reemplazó el nombre Ramón Falcón, el coronel que pasó a la historia por la matanza de anarquistas en 1909, por el de Marta Margarita Mastrángelo, una docente y consejera escolar del partido que fue secuestrada por un grupo de tareas en noviembre de 1976 y que aún hoy permanece desaparecida. “La escuela ya no se siente representada por el nombre de ese represor. Llamarnos ‘Marta’ es una manera de recordar su lucha y de reconocernos en ella”, esbozó una docente en el salón de usos múltiples del establecimiento colmado de estudiantes locales y de otros colegios, autoridades municipales y provinciales, madres y padres del estudiantado. En primera fila, Idolina y sus hijos pudieron reencontrarse con la hija y hermana que (les) falta hace más de 30 años. De alguna manera.

“No sabemos nada de Marta. Y aunque aparezca alguien y nos cuente mil anécdotas de ella, seguiremos sin saber nada. Sentimos su falta como un vacío que no se llena nunca”, reconoció Valentín, el hermano de la consejera brownense que vivió la última dictadura militar argentina desde el lado de adentro de una celda de Caseros. No obstante, el “rebautismo” de la escuela de Calzada es “un gesto valioso, importante para el alma nuestra, de todos”, consideró.

Valentín y dos de sus otros hijos –Carlos tampoco está más–, ayudaron a Idolina a cargar sus 92 años de historia hasta el colegio. Antes de entrar, María la recubrió con el pañuelo blanco. Pequeñita, sonriente, la Madre acarició la placa con el nombre de su hija ausente y un retrato pintado por un docente de la casa, muy parecido a la imagen que la acompaña a diario en el comedor del hogar familiar, allí donde vio a Marta por última vez. Allí desde donde se la devoró el terrorismo de Estado. “Fuerte mi vieja, se sumó a las Madres desde el principio. La luchó desde allí, siempre con los zapatos de taco puestos”, destacó Valentín.

El recibimiento a autoridades municipales y provinciales de derechos humanos, directivos educativos y estudiantes y docentes de otros colegios de la zona llegó luego, antes de la lectura del proyecto de rebautismo que la escuela presentó a la Dirección de Cultura y Educación provincial. La idea del cambio surgió de su propia comunidad docente a mediados de 2010: “Un nombre sintetiza ideas, inspira vientos de cambio a futuro. La escuela ya no se siente representada por el nombre de ese represor”, en referencia a Ramón Falcón “una persona que dirigió con mano de hierro la policía del país y reprimió luchas obreras”, reza el proyecto. Una vez tomada la decisión de desechar esa etiqueta oscura, el equipo docente abrió la consulta a los estudiantes de la escuela y al resto de la comunidad sobre las propuestas de reemplazo y la posterior selección. San Martín y Belgrano quedaron en el camino.

Desde una pantalla gigante, una serie de imágenes sirvieron para reconstruir la historia de vida de la nueva identidad de la Escuela: el nacimiento de Marta en Adrogué, su infancia en la casita de Rafael Calzada, el colegio local Nuestra Señora del Carmen del que egresó siendo maestra, decenas de fotos con alumnos y alumnas en varias aulas y patios de recreo, con otros colegas y compañeros de trabajo. En 1973 resultó electa consejera escolar del partido. Seguía en el cargo cuando un grupo de tareas la encontró en su casa y la secuestró el 24 de noviembre de 1976. Tenía 36 años.

“No militaba en ninguna agrupación. Era peronista como lo fuimos todos en mi familia gracias a mi viejo. Era peronista... y siempre luchó por mejorar las cosas, por hacer que todo lo que la rodeaba fuera más justo”, explicó Valentín. Beatriz Cortés, colega de bachillerato de adultos de Marta en 1974, cuando la conoció, coincidió con él: “Compañera, solidaria, idealista. Marta no se sacaba de la cabeza la idea de que se podía construir un mundo mejor, y de que la manera de hacerlo era ayudando al otro. Era una mujer fuerte y simple. Siempre miraba al futuro”, la describió Cortés, hoy miembro del equipo de maestros de la escuela que se llama como su compañera.

“Cada niño y niña que estudie en estas aulas conocerá la historia de Marta y se identificará con ella”, se comprometieron los docentes. Los guardapolvos blancos, alrededor, escucharon con asombro. El final de la celebración fue de ellos, al ritmo del repiqueteo de una murga que bailaron hasta pasado el mediodía. “Celebremos nuestra memoria”, rezaba un cartel. Así fue.

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Marta, la maestra desaparecida, tiene una escuela con su nombre.
Imagen: Rafael Yohai
 
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