EL PAíS › OPINION

Nueva York, Hamburgo, Ghana ¿su ruta?

 Por Mario Wainfeld

La decisión del juez norteamericano Thomas Griesa fue más celebrada dentro de Argentina que extramuros. Periodistas, economistas-gurúes, asesores de la city se hincaron ante ella. Se trataba de una arbitrariedad, desmesurada hasta en su lenguaje. El deber del Estado nacional, como en cualquier instancia judicial desfavorable, era recurrirla.

Voces locales soslayaban ese deber legal e institucional. Proponían “ponerse”, se excitaban porque desde afuera se le ponía un límite al kirchnerismo. Los barras bravas de los buitres clamaron desde el mayor multimedios hasta en la Tribuna de Doctrina. El diario La Nación dobló su apuesta esta semana: habló de obligación moral con los usureros internacionales, mientras defendía a capa y espada al empresario Carlos Blaquier, acusado por crímenes de lesa humanidad. Todo tiene que ver con todo, qué le vamos a hacer...

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Estaban en juego 1330 millones de dólares aportados por los contribuyentes, el Gobierno apeló. Para sorpresa de propios y extraños, la Cámara de Nueva York dejó sin efecto de volea la caución impuesta por Griesa. Estableció una serie de pasos procesales, admitió la intervención de los bonistas que están cobrando sus créditos.

Hasta el 27 de febrero habrá una seguidilla de trámites, la sentencia llegará después. El éxito parcial no dispensa a la Argentina de riesgos futuros pero lo cierto es que no habrá dificultades para pagar los bonos que vencen el 15 de diciembre. Ni acontecerá el default técnico que vaticinaban los agoreros. Los bonos que habían caído en picada recuperaron posiciones: siempre hay buenas oportunidades para los que especulan.

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Los abogados que representan a Argentina, un estudio de cuna noventista, argumentaron (por orden del Gobierno) la posibilidad de reabrir el canje para los acreedores que no aceptaron los dos anteriores. Claro que solo podría hacerse por ley y sin otorgarles mejores condiciones que al 93 por ciento restante.

La comunidad financiera internacional, contrariando la retórica extrema del oficialismo y de la oposición domésticos, acompaña la posición argentina.

El Gobierno recupera resuello, no tendrá que imaginar colectoras para remitir los pagos de diciembre a los bonistas. El escenario de pagos de 2013 es más aliviado que el de 2012. Si la economía repunta, como se espera, el año electoral tendrá mejor color.

Suena disparatado que los fondos buitre acepten quedar pari passu con los otros bonistas. Pero si avanza la oferta argentina quizá sirva para algunos acreedores de deuda originarios que pueden haber quedado con sus bonos y se hayan percatado de que el país paga su deuda soberana. En todo caso, bajar los decibeles oratorios y mostrar ánimo conciliatorio parece haber servido en la Corte.

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El caso “ARA Libertad. Argentina versus Ghana” tramita ante el Tribunal Internacional del Derecho del Mar, con sede en Hamburgo. La Cancillería nacional promovió una medida cautelar ante ese tribunal, afincado en terrenos cedidos gratuitamente por Alemania.

La intención argentina es conseguir una medida cautelar que ordene levantar el embargo decretado por un juez de Ghana sobre la Fragata Libertad, acogiendo un planteo de fondos buitre.

El tribunal se integra con 21 miembros de distintas nacionalidades. Su actual presidente es japonés. Hoy día solo hay dos magistrados de nuestra región: un brasileño y la ex diplomática argentina Elsa Kelly. Esta, una avezada y prestigiosa profesional, es la única mujer que compone el tribunal.

No hay jueces de Estados Unidos ni de Gran Bretaña. Sí de Alemania, Francia, China y Rusia.

Ghana no tiene un miembro permanente. Para no quedar en desventaja respecto de Argentina, contará esta vez con un magistrado designado ad hoc.

La decisión se viene anunciando para el 15 de diciembre y los funcionarios argentinos son optimistas acerca del resultado. La norma legal aplicable es la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Y el centro del planteo argentino es su artículo 32 que estipula “la inmunidad de buques de guerra y otros buques de estado dedicados a fines no comerciales” para medidas como la que se debate. La norma parece muy nítida, clavada para la Fragata Libertad.

Los representantes argentinos también confían, quién lo hubiera dicho en otro momento, en las repercusiones de la decisión de la Cámara de Nueva York.

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En el ínterin, resaltan la cooperación de Brasil que, a diferencia de Argentina, tiene una embajada abierta en Ghana. La embajada albergó a los funcionarios, militares y abogados argentinos. Y avitualló a marinos e integrantes de las comitivas con hospitalidad.

Con motivo de la visita de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff a su par argentina, Cristina Fernández de Kirchner, proliferaron análisis comparativos. La mayoría de ellos, difundidos por la prensa dominante, acentuó diferencias a niveles tremendos. Una sería un ejemplo, la otra un desastre. Nada las liga, todo las separa. Medios internacionales también se tentaron con el juego de las mil y una diferencias. Por ejemplo, el diario español El País, aunque se permitió una delicadeza omitida por los medios argentinos. En una línea, tras engolosinarse con las incompatibilidades, señaló que hay una extraña solidaridad política entre ambas mandatarias. Para los que escriben en estas pampas, esa minucia es irrelevante.

Sin embargo, desde el 2003 hay gran sintonía entre ambos gobiernos, que en aquel entonces presidían Lula da Silva y Néstor Kirchner. Lo que sucede en Africa es congruente con lo que se vivió en la Cumbre de Mar del Plata, en el desendeudamiento casi simultáneo con el Fondo Monetario Internacional, en las nutridas acciones antigolpistas de Mercosur y Unasur. Y ¡horror! en la relación estratégica con el Estado bolivariano de Venezuela, que abarca su inclusión como miembro pleno del Mercosur.

La política exterior es menos banal que la narrativa de la Vulgata dominante. En cuanto a la Fragata Libertad, espera su hora en un extraño tribunal. En la Rosada y en el Palacio San Martín confían en que pueda regresar pronto. Y que la acompañe el viento de cola, que en este año no sopló para la economía.

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