EL PAíS › OPINION

Perspectivas para el otoño

Optimismo oficial para abril. Motivos políticos y económicos. La Súper Card y el acuerdo de precios: la inflación en la mira. Los Brics, multipolarismo en acción. Medidas anticíclicas en trance y advertencias presidenciales. Más herramientas en la política oficial. Un vistazo a la escena política, con elecciones tan lejos y tan cerca.

 Por Mario Wainfeld

El primer trimestre pintaba difícil para el Gobierno y lo fue. Lo inesperado agregó su dosis. Dos hechos resonantes (la muerte del presidente Hugo Chávez y la entronización del papa Francisco) influirán en zonas sensibles del proyecto kirchnerista. El dólar blue llega a cifras exorbitantes, no es la madre de todas las batallas pero tampoco inocuo: algo contamina a la economía real. Los años lectivos no terminan de empezar, lo que se trata en nota aparte.

La última semana de marzo mejoró el ánimo oficial. Abril será el comienzo cabal de un buen año, se calcula. Hay acciones concretas contra la inflación, a la que solo niegan algunos funcionarios obcecados. En buena hora, la maquinaria estatal trata de morigerarla mientras la presidenta Cristina Fernández de Kirchner la menta en algunos discursos. Las exportaciones de soja empiezan a volcar dólares en las arcas públicas. La cosecha será record, pronostican profetas muy lanzados... los más cautos observan que superará largamente a la de 2012. Las proyecciones menos exaltadas suelen arrimar más a la verdad, en promedio. Como fuera: la recaudación crecerá, el fisco sigue siendo en alta medida yuyito-dependiente.

Con las primeras brisas agrícolas, el Banco Central compra cien millones de billetes verdes en los albores del feriado larguísimo. Ese mismo día, argentinos de todos los estratos sociales salen en masa a disfrutar unos días de descanso. Colman los ómnibus (donde las clases altas no colocan sus posaderas), trenes y aviones, se derraman en las plazas turísticas más populares, en las clasemedieras.

La marcha de 24 de marzo corroboró que la bandera de los derechos humanos cobija cada vez más personas y vale para todas las generaciones. En términos pragmáticos, las multitudes encuadradas en las columnas de La Cámpora, la Tupac y el Movimiento Evita ratifican que el kirchnerismo congrega militancia incomparable a la de sus alternativas. Encuadran predominantemente mujeres y varones sub-30, como mucho sub-40, dato pleno de implicancias.

Abril no será fácil, nada lo es en el mundo actual si es que lo fue en otra época. Pero en despachos oficiales se da por hecho, con buenos indicios, que empieza un repunte.

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Súper Card e inflación: La implementación de la Súper Card se conjuga con el acuerdo de precios. El kirchnerismo amplía su caja de herramientas lo que es valorable para quienes (como el cronista) le critican que a veces parece enamorado de instrumentos que han perdido potencia.

Es promisorio el afán de restringir las ganancias de supermercados y bancos, reduciendo los márgenes desbocados y los intereses usurarios. Desde luego, tiene contrapartidas. Entre ellas la de pactar con sectores concentrados, esto es, de no afectar una característica estructural y nociva. Pero el kirchnerismo siempre se bate en el corto plazo: en esa arena la intervención y la regulación deben acentuarse. Los antecedentes históricos enseñan que medidas de este tipo no sirven si se perpetúan pero, si su vigencia se mide en meses, suelen ser eficaces.

La oposición y los economistas que les fungen de guías perdieron una primera escaramuza, que planificaron de modo bastante pavote. Prometieron un cataclismo para “el día 61”, cuando hipotéticamente caducaría el acuerdo de sujeción de precios. Era de manual que la vigencia se prolongaría: más les vale escarmentar y no abrir el paraguas para el diluvio del “día 121”. Para emular a Nostradamus es aconsejable hablar del largo plazo y, de ser posible, con frases abiertas a varias lecturas. De ese modo, las corroboraciones y los aplazos tardan en llegar o no llegan. Los profetas tremendistas para un horizonte de dos meses quedaron mal parados. No importa: son obcecados y persistirán.

La apelación a nuevas medidas es buena nueva, tanto como el reconocimiento (tardío en el verbo y en las acciones) de la inflación.

Las movidas deberán juzgarse por sus frutos, que ya se verán. El oficialismo topa con un desafío doble. El primero es bajar en alguna medida la suba de los precios. El segundo, subordinado al anterior, sería convencer a las gentes de a pie de que algo cambió. La “sensación de inseguridad”, explican quienes la estudiaron en serio (como el sociólogo Gabriel Kessler) no tiene correlación absoluta con los hechos y perdura en el imaginario de los afectados aunque se mueva a la baja. Es verosímil que con la inflación ocurra lo mismo, si se da el mejor escenario.

Por eso, el Gobierno ensaya y promueve las paritarias por períodos superiores a un año. Hubo ejemplos exitosos con el sindicato de Luz y Fuerza y los docentes universitarios. El oficialismo trata de expandir la novedad, lo que parece muy cuesta arriba con el actual esquema de fragmentación sindical.

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Los otros también existen: Tocó a su fin la etapa en que había venta libre de divisas y “la gente” no salía corriendo hacia el dólar: conservaba posiciones en pesos. Esa etapa ya fue. La respuesta oficial ante el cambio (que es regresión a comportamientos clásicos) es acertada a carta cabal: cuidar las reservas. El consultor Miguel Bein, que dio una clase de economía política en el programa Palabras más, palabras menos, asoció la vigencia de los gobiernos con la existencia de reservas suficientes. La gobernabilidad es un recurso valioso en la Argentina, entre otras minucias, porque fue un bien escaso durante décadas. Internalizarlo y poner en acto es puro sentido común, aunque el modo en que se instrumenta no siempre dé en la tecla.

Más estatismo es la réplica lógica en medio de una etapa de crisis económica, financiera, política, cultural y de liderazgo de los países centrales. La multipolaridad se acentúa, en el natural desorden de un taller de forja en un mundo que se derrumba. La estrategia Sur-Sur está a años luz de ser una “argentinada”, es un hecho rotundo. No subirse a ese tren sería una necedad, que el Gobierno jamás tuvo en su radar.

El cronista cree que se ha subestimado en los medios de estas pampas la propuesta de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) de tratar de construir organismos propios que cumplan (con más equidad y con otra conducción) funciones que desempeñan el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Desde luego, articular el proyecto insumirá mucho más que semanas o meses. Pero la señal misma es fuerte: hay intenciones de los países emergentes de disminuir la dependencia.

Puertas adentro, el crecimiento de Brasil comprueba que la alianza estratégica (aún con sus parates y heridas) es un acierto, en sesgo. Las señales no son unívocas. Si Brasil tiene su propio Banco de Desarrollo y está tratando de plasmar otro, suena difícil que avance el paralizado proyecto del Banco del Sur. Y la retirada de la empresa Vale, bastante estentórea y agresiva, daña a la economía argentina y lastima la relación entre los dos aliados.

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Heterodoxias en danza: La revisión de la cartilla oficial se notó en dos alusiones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en sendos discursos. Ante la Asamblea Legislativa admitió la posibilidad del endeudamiento externo con fines de inversión productiva. El mensaje tuvo ecos en los reproches al gobernador Daniel Scioli de varios integrantes del equipo económico, con el ministro Hernán Lorenzino a la cabeza.

En otra ocasión, Cristina explicó que no descartaba la posibilidad de alentar importaciones para competir con productos fabricados en nuestro país.

El programa de viviendas Pro.Cre.Ar entra en un tiempo de realizaciones. No será suficiente para reparar el problema habitacional pero lo reparará en parte. Puede tener efectos anticíclicos y reactivar la industria de la construcción, se esperanzan en la Rosada y zonas de influencia.

La obra pública, gran ausente en el flojo año pasado, se incentivará en un año electoral y con mejor caja. En este caso se combina lo útil con lo agradable. Es otro instrumento reactivador y un buen motivo para congregar adhesiones de quienes gobiernan territorios. Los diarios endiosan al gobernador cordobés José Manuel de la Sota y se empacan en sulfurar a Scioli. En paralelo, los “gobernas” oficialistas de otras provincias se reúnen, hacen una suerte de casting interno y delicado, también se alinean con la Casa Rosada.

En el Banco Central subrayan que es un éxito la línea de créditos para pequeñas y medianas empresas, que impuso al sector financiero privado. Pudo hacerlo por la reforma de su Carta Orgánica hecha ley el año pasado. Los bancos privados resistieron, ahora acompañan y hasta promueven, chimentan en el bello edificio del Central.

Las suscripciones de bonos de YPF son cubiertas con holgura por los ahorristas, muchos de ellos por montos pequeños. La demanda supera cómodamente a la oferta. En el Gobierno se piensa en lanzar nuevas, acaso con regularidad. El ejemplo es sugestivo. Por un lado prueba que no hay una cerril desconfianza antiestatista. Por otro, resalta la carencia de ofertas de ahorro sencillas y razonables para personas normales, no avezadas en los laberintos de la city. Otro desafío para la sintonía fina.

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Miles de millones: El Estado nacional se defiende de los fondos buitre pagando una fortuna a abogados gringos, como gato panza arriba y con una propuesta sistémica. Los buitres, todo lo indica, no aceptarán la conciliación. Una Cámara neoyorquina resolverá. Una condena a pagar puede ser recurrida ante la Corte Suprema de Estados Unidos, el devenir es también indescifrable. Si los buitres triunfaran en toda la línea, la condena subiría a 1330 millones de dólares que podrían hacer zozobrar el horizonte del sistema financiero internacional.

Los guarismos oficiales o privados siempre se deben tomar con pinzas pero en general se calcula que las importaciones de petróleo y otros combustibles pueden multiplicar casi por cuatro lo que se disputa en Nueva York. La cifra da cuenta de un agujero negro en la economía doméstica que no se suturará en 2013. Hay confianza del funcionariado kirchnerista en la gestión del titular de YPF Miguel Galuccio. Nadie osa precisar en público cuándo empezará a mermar el déficit, ni los más optimistas.

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Enseñanzas futboleras: En su ya citada intervención Bein cuestionó la falta de estrategia del Gobierno, en tanto aprobó varias de sus tácticas. Desdoblar el mercado cambiario, apuntó, es promover la caída del Gobierno en cosa de meses. El Gobierno está advertido: cuida la caja y no piensa devaluar... si es que así se puede llamar a hacerlo de modo controlado, a un ritmo mucho más intenso que años atrás. Por ahí a llevar al dólar a 6 pesos a fin de año como anunció, de modo algo temerario, el megasecretario Guillermo Moreno.

En la vereda de enfrente, economistas ligados a Techint o a empresas exportadoras empujan la devaluación. Muchos se insinúan como candidatos, lo que es benéfico para el sistema democrático pero pone en tela de juicio su presunta objetividad científica.

Abril, repetimos, reverdece esperanzas en el Gobierno. De cualquier manera, será un mes arduo: habrá movilizaciones sindicales opositoras, para empezar.

La oposición política parece estar conjurada con el oficialismo: nada interesante propone, sólo especula con la decadencia del Gobierno. El gran Albert Camus decía que el fútbol le había enseñado mucho sobre la moral humana. Sin tantas ínfulas, el cronista (tocado por esa pasión mundial y argentina) adapta un par de lecciones futboleras. La primera, es que quien va puntero depende de sus propios resultados. Esa regla, válida en la política democrática, atañe al kirchnerismo, que compite contra las dificultades del mundo real y los poderes fácticos más que con sus adversarios formales.

La segunda es que, a la hora de la hora, son once contra once y que todo puede pasar, en un partido determinado.

Aunque no se perciba, las elecciones no están tan lejos. La oposición parece mayormente pintada. Sus barajas más mentadas son la influencia de Francisco y la eventual osadía del gobernador Daniel Scioli o del intendente de Tigre Sergio Massa. Cualquier ficha perdida en el paño puede acertar un pleno, pero eso no es (ni en matemáticas ni en la ruleta ni en política) lo más factible.

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Imagen: Télam
 
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