EL PAíS › OPINION

Lo anormal y la norma

Por Ernesto López *

Brinzoni representa un ejemplo de tenacidad: una y otra vez incurre en la deplorable actitud de tomar por normal lo anormal, y viceversa. Recientemente ha insistido en criticar al presidente Kirchner por motorizar una “regresión al pasado” y por replantear ante la opinión pública “situaciones vividas hace 25 años”. Su pertinacia no daría más que para la chacota si no fuera porque expresa una pérdida de límites peligrosamente presente a nivel social.
Recordemos brevemente. Brinzoni sirvió con más pena que gloria a 4 presidentes: De la Rúa, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde. Todavía no entiende por qué no pudo servir a un quinto. Claro, prefiere ignorar que en la historia constitucional argentina no se registra un solo caso de permanencia de las cúpulas militares ante un recambio presidencial. En este plano, lo normal es que cuando llega un nuevo presidente constitucional –excluyo los interinatos por acefalía o situaciones similares– muden los más altos jefes militares y/o los ministros pertinentes. Ha reivindicado, también, en su discurso de despedida, que las instituciones militares se aferraran, “en épocas inciertas, a las instituciones y a la ley”. Bueno, es normal que sea así. Esta es una exigencia fundante de la democracia. Además, todos, en esa época incierta a la que él se refiere, nos aferramos a la ley y a las instituciones. Y a nadie se le ocurre hacer ostentación de ello. Finalmente, para no aburrir, le parece anormal que amplios sectores de la sociedad y del Estado no arríen la bandera de la justicia. De nuevo: lo normal es que en las sociedades rija el derecho. Sociedad, derecho y normas forman un tríptico inseparable. La injusticia persistente, por el contrario, no es metabolizable a nivel social. Hay carradas de ejemplos históricos que demuestran que más tarde o más temprano sobrevienen el estallido, la revuelta o la revolución. Por añadidura, la exigencia de justicia que a Brinzoni le molesta es la que embiste contra la barbarie y la atrocidad.
Como dije, este quid pro quo –envenenante, siniestro– no es sólo de Brinzoni. Lo padecen también, entre otros, los políticos y gremialistas que, por ejemplo, han convertido al PAMI en un coto de caza, los grandes empresarios expertos en evasión y los jueces venales. Todos ellos han trabajado arduamente para que se asuma con naturalidad lo antinatural, se considere corriente lo abusivo o se rutinice lo aberrante. Quien mejor ha diagnosticado este cuadro, en los últimos tiempos, ha sido el propio Presidente, que en su discurso inaugural ha expresado claramente que la Argentina no tiene destino si no se apega a las normas, si subsisten ámbitos de impunidad, si se tolera la corrupción y persisten los privilegios. Y les ha dicho sin vueltas a los militares, el 7 de julio pasado, que los derechos humanos serán defendidos, y no habrá ni silencio ni complicidad.
No, Brinzoni no monopoliza la deletérea tendencia a convertir en normal lo anormal. Sólo la expresa de una manera por demás grosera, frente a una de las más dolorosas de las problemáticas nacionales.

* Director del Programa de Investigación Fuerzas Armadas, Seguridad y Sociedad, de la Universidad Nacional de Quilmes.

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