EL PAíS › A LOS 92 AñOS FALLECIó JORGE BACQUé

La muerte de un ex juez de la Corte

 Por Irina Hauser

Hay rasgos de Jorge Bacqué que serán imborrables para quienes lo conocieron, como el moñito que usaba en lugar de corbata, la delgadez remarcada por su generosa estatura, su inclinación por decorar paredes con cuadros y adornos más que con pergaminos y su decisión para revelar su pensamiento aunque fuera incómodo o contrario a la corriente. Bacqué, ministro de la Corte Suprema designado por Raúl Alfonsín y dos veces presidente del Colegio de Abogados, falleció a los 92 años. Su fuerte sello propio se vio cuando, en 1987, fue el único de los jueces supremos que votó por la inconstitucionalidad de la ley de obediencia debida. Renunció al alto tribunal cuando Carlos Menem decidió ampliar su número de integrantes de cinco a nueve y vislumbraba la conformación de una mayoría automática leal al entonces presidente.

Bacqué era hincha de Atlanta, le gustaba vivir en medio de la ciudad, aunque tuvo su casita en Colonia, perros y de vez en cuando salía a navegar. Quiso ser marino mercante, pero le fue mal en el examen y terminó estudiando Abogacía en 1939. Después de graduarse, fue profesor de Filosofía del Derecho en la UBA y en la Universidad Nacional de La Plata. En 1966, Arturo Illia lo nombró secretario letrado en la Corte, pero dejó el cargo tras el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía, que destituyó a los jueces. Un comunicado del Centro de Estudios Legales y Sociales que lo destaca como un hombre “fiel a sus principios”, relata que fue también director de la Colección Biblioteca de Filosofía y Derecho del Centro Editor de América Latina. En 1985 volvió al más alto tribunal donde, entre algunos fallos memorables, firmó el que resultó la antesala de la ley de divorcio y donde dejó su voto en disidencia, definiendo a la ley de obediencia debida –a poco de su sanción– como inconstitucional.

Solía definirse como alguien “liberal” y en una entrevista con este diario contó que cuando decidió irse de la Corte, en 1990, fue porque estaba seguro de que “Menem iba a nombrar a cinco personas de su confianza” y “yo iba a poder hacer muy poco en esa Corte”. “En buena medida acerté”, evaluaría años más tarde. Como ejemplo decía que era evidente que “no iba a estar de acuerdo con las privatizaciones”, y con la línea de un tribunal que –según describía– “pasó a ser más conservador y menos garantista”. Aun así, cuestionó el primer juicio político fallido a los miembros de la Corte, que tuvo “un poco de demagogia”. Criticó que las acusaciones iniciales apuntaron contra todos los ministros a la vez.

Bacqué nunca se consideró un buen jurista. Decía que tampoco hacía falta eso para ser buen juez de la Corte. Pero sí se sintió y fue querido como docente. Era crítico de la formación de los abogados. “En Argentina cualquiera es abogado”, decía. Aunque era más afecto al cargo del juez que al papel de abogado, presidió el Colegio que los agrupa en la Capital de 1996 a 2000. Luego se dedicó a la actividad privada, y a los nietos.

El actual presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, le envió una carta a la familia acompañándola y hoy se definirá qué tipo de homenaje le rendirán.

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