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A Moliné no le alcanza con la feria para viajar

El supremo dijo que sus muchos viajes tenísticos los hace durante sus vacaciones. Si es así, son formidables: cada año está afuera por lo menos 46 días, y también se toma la feria judicial de invierno y la de verano. Su destino favorito es Zurich.

 Por Eduardo Tagliaferro

El circuito profesional de tenis lo tiene entre sus concurrentes más frecuentes. Suele vérselo en los lugares más exclusivos de las plateas y en los torneos más renombrados. Intentó demostrar que sus tours no le impedían dedicarse de lleno a su tarea como ministro de la Corte Suprema, diciendo que “viaja solamente para sus vacaciones”. El cotejo de sus entradas y salidas del país demuestra que, sin contar el habitual receso que las ferias judiciales suelen tener en verano y en invierno, Eduardo Moliné O’Connor estuvo durante el 2003 cuarenta y seis días en el exterior. También fueron 46 los días que se ausentó en el 2002. En el 2001, el año del estallido, marcó un record de viajes para este magistrado del máximo tribunal de justicia. Tal vez presagió el fin de la convertibilidad y las facilidades que ella daba para viajar. Durante el último año del uno a uno, Moliné estuvo fuera del país durante 78 días. Esto sin exceptuar el tradicional período de vacaciones. Quién dijo que no hay otra vida.
Una de las críticas más fuertes que recibe la Corte Suprema de Justicia no solamente es la gran cantidad de causas que acumula, sino también el tiempo que le lleva a este tribunal resolverlas. No son pocas las causas que a pesar del fuerte impacto social y la expectativa que sobre ellas hay deben aguardar con paciencia los tiempos de los supremos. Por ello no deja de ser una paradoja que uno de sus miembros alterne sus funciones con las de dirigente de la Asociación Argentina de Tenis. Moliné podrá decir, en su descargo, que cuando el menemismo, o mejor dicho su cuñado Hugo Anzorreguy, pensó en él para integrar la Corte todos sabían que compartiría su pasión y su tiempo con el tenis.
Un largo camino y un largo millaje tiene Moliné en su haber. Claro que desde el año 2000 sus destinos tuvieron un cambio significativo. En sus periplos aparece su preferencia por Suiza, concretamente por Zurich. Sus vuelos por Swissair bien pueden reportarle un beneficioso canje por millas. Así, sólo así, se explica utilizar esta ciudad elegida para las cuentas reservadas como ciudad de conexión con otros destinos europeos.
Solamente durante este año, Moliné partió y retornó con sus valijas rumbo a Zurich en marzo, mayo y junio. En junio precisamente se desarrolla uno de los torneos que los enamorados del tenis, o del deporte blanco, como supo denominárselo durante la década del 60, consideran imperdible: Roland Garros, en París. Nadie con cierto predicamento entre la dirigencia tenística se lo perdería. Menos aún un hombre como Moliné, que es el vicepresidente de la Asociación Argentina de Tenis y que se precia de ser un amigo privilegiado de un enorme jugador como supo ser Enrique Morea, hoy titular de la AAT. En el ambiente del tenis suelen reconocerle a Moliné su influencia entre los dirigentes internacionales del deporte. Resaltan incluso su llegada ante los popes de la Federación Internacional de Tenis, con sede en Londres.
Sólo uno de los destinos de sus vuelos del 2003 no tuvo como referencia Zurich. Fue el vuelo que, por Aerolíneas Argentinas, Moliné realizó el 7 de mayo rumbo a Caracas. Los operadores habituales de turismo admiten que la capital venezolana suele ser un lugar ideal para hacer escala rumbo a Aruba, Curazao o bien Isla Margarita. Hacia allá partió este enamorado del tenis.
En el 2002, sus destinos no tenían a Zurich como punto exclusivo de sus viajes. Así es que la ciudad suiza se alterna con otros tours a Santiago de Chile durante el mes de mayo, un retorno desde Nueva York luego de 21 días de ausencia en junio y un reparador viaje de 5 días en noviembre rumbo a Punta del Este. En el 2001, año del derrumbe de la convertibilidad, de Fernando de la Rúa y de la sociedad argentina, en las salidas de Moliné Zurich vuelve a ocupar el sitio de privilegio. Las alternó con salidas a Miami, en marzo, a Nueva York, en setiembre y un retorno desde México.
El viajar suele ser un elemento de aprendizaje e intercambio como pocas cosas hay en la vida. Claro que tantos días libres, en un funcionario con tanta responsabilidad, con tantas causas pendientes de su estudio y resolución, no dejan de llamar la atención. Por lo pronto, hasta el próximo diciembre, fecha probable de finalización del juicio político que se le sigue a Moliné en el Senado, su principal ruta lo llevará hasta las oficinas de sus abogados, su estudio, su biblioteca, su finca en el country Tortugas o el tribunal que está repasando su desempeño en los casos Macri, Magariños y Meller. De última, el Master de Campeones que se disputará en Estados Unidos podrá verlo por televisión. No es lo mismo, pero bien vale el faltazo si lo que está en juego es un asiento en la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

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En 2001, cuando el país ardía, Moliné viajó 78 días.
 
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