EL PAíS › LOS ALMIRANTES DE MACRÌ SE PREPARAN PARA EL 10 DE DICIEMBRE

El submarino amarillo

El partido donde vive la mayoría de los marinos le propinó uno de sus peores reveses al Frente para la Victoria. El subjefe de la Armada colabora con los equipos de Defensa de Cambiemos, impulsa el ascenso de sus hombres de confianza y sueña con el reequipamiento naval, submarinos y un portaaviones incluidos. El jefe de Estado Mayor viajó a Estados Unidos, donde el primer titular de la IV Flota conducirá el Comando Sur. El oficialismo perdió tres de las últimas cuatro elecciones bonaerenses.

 Por Horacio Verbitsky

González Lonzieme y Repetto. La Marina festeja con globos de colores.

Los peores resultados del Frente para la Victoria en la elección presidencial bonaerense ocurrieron en Coronel Rosales (20,5%), Vicente López (20,1%), General Villegas (17,9%) y Rivadavia (15,52%). La particularidad de Coronel Rosales es que allí tienen asiento la Base Naval de Puerto Belgrano y la Base de Infantería de Marina Baterías. En ese voto de miles de oficiales y suboficiales en actividad y retirados influyó la intensa actividad del subjefe de Estado Mayor de la Armada, vicealmirante Alvaro Manuel González Lonzieme, quien está trabajando con los equipos de Defensa de Cambiemos, junto con un grupo de retirados y con varios contraalmirantes y capitanes de navío en actividad a los que pretende ascender.

Los González Lonzieme son una familia naval que siempre tuvo vínculos estrechos con el radicalismo. Jorge “El Ternero” González Lonzieme fue director de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Defensa y redactor de las instrucciones a los fiscales con las que el ministro Horacio Jaunarena intentó poner punto final a los juicios por crímenes de lesa humanidad. La reacción de los organismos defensores de los Derechos Humanos y de la propia Juventud Radical lo impidieron. Incluso presentó su renuncia Jorge Torlasco, uno de los seis jueces de la Cámara Federal que había juzgado a las Juntas Militares. Ése fue el precedente inmediato de la ley de obediencia debida, que persiguió la misma finalidad. Las instrucciones procuraban hacerlo en forma disimulada, sin el costo político de una ley. En el libro “Mitos y Verdades sobre el padre de la democracia”, del escritor alfonsinista Oscar Muiño, el coronel Ernesto Guillermo “El Nabo” Barreiro, dice que El Ternero González Lonzieme se reunía en restaurantes con un grupo de oficiales que reclamaban “el cese de la campaña de desprestigio, el fin de los juicios y la reivindicación de la lucha antisubversiva”. Esos fueron los puntos que plantearon los carapintada durante el alzamiento de 1987. Su desencadenante fue la negativa de Barreiro a presentarse ante el juzgado federal que lo había citado a indagatoria. Ante la consulta de Muiño, Jaunarena se mostró sorprendido por la versión sobre su colaborador.

La fantasía que maneja este grupo de marinos es que un eventual gobierno amarillo destinaría ingentes recursos al reequipamiento naval, incluyendo submarinos y un portaaviones. El jefe de Estado Mayor, almirante Gastón Fernando Erice, incluyó en la comitiva para visitar Jacksonville, asiento de la IV Flota Estadounidense, a varios oficiales del grupo que sigue las orientaciones de González Lonzieme y que plantean privilegiar la relación con Estados Unidos donde, dicen, “nos esperan con los brazos abiertos, porque saben que el problema en la Argentina es político y ya pasará”. Desde hace años los viajes anuales de instrucción de los nuevos oficiales en la Fragata Libertad omiten puertos estadounidenses y se concentran en los países integrantes de la Unasur y algunos africanos, lo que enfurece e indigna a quienes cultivan su Ser Naval con la lectura de La Nación y La Nueva Provincia y consideran que la formación de los mejores oficiales debe culminar en las escuelas navales de los Estados Unidos, que utilizan esa vía para señalarles el horizonte intelectual. El actual jefe de Estado Mayor Erice incluso llegó a prestar servicios en el Estado Mayor de la Flota del Atlántico de Estados Unidos, con sede en Norfolk, Virginia. La marina de Estados Unidos no está orientada a las actividades tradicionales. Esta semana, el presidente estadounidense Barack Obama anunció la designación del ex comandante de la IV Flota, almirante Kurt W. Tidd, como nuevo jefe del Comando Sur, con sede en Miami. Una de las tareas principales de la IV Flota, según la nota con la que el diario Miami Herald anunció la promoción de Tidd, es “la cooperación regional y las operaciones contra el narcotráfico”. Antes, Tidd fue director de Lucha contra el Terrorismo en el Consejo de Seguridad Nacional del presidente George W. Bush y comandante de operaciones navales en el grupo de planeamiento operacional en la Guerra contra el Terrorismo, que con la denominación de Deep Blue fue creado luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Los principales exponentes de esta línea que nuclea González Lonzieme son los contraalmirantes Juan Temperoni, comandante de la Flota de Mar; Guillermo Bellido, comandante de la Aviación Naval, y Ricardo Christiani, director general de Educación. Temperoni fue oficial de enlace ante el Comando en Jefe de la Flota de Mar estadounidense y se capacitó en guerra anfibia en la Universidad de Defensa Nacional del Colegio de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, donde recibió la “Recomendación de Unidad Naval”, otorgada por el Secretario de Marina de ese país. Bellido realizó en Estados Unidos los cursos de Simulador de Vuelo de Helicópteros SH-3. Los candidatos al ascenso que sostiene este grupo son:

- El infante de marina Alejandro Di Tella. Es el intelectual del Grupo. Como jefe de Planeamiento en la Dirección de Planes de la Armada, tiene acceso al Plan de Capacidades Militares, sobre el que se basan las decisiones a adoptar en materia de adiestramiento, información, doctrina, infraestructura, logística, organización, recursos humanos y material en los próximos 20 años. Di Tella entregó una copia de ese Plancamil a los retirados que trabajan con los equipos de defensa del PRO.

- El aviador naval Gustavo Vignale, secretario privado del almirante Erice, a quien acompaña en Estados Unidos, donde Vignale se formó como aviador. Erice y González Lonzieme piensan designarlo comandante de la Aviación Naval.

- El verborrágico Pablo Salonio fue el comandante de la Fragata Libertad que modificó su derrota para que no tocara puerto en Nigeria, donde temía el ataque de piratas, sino en Ghana. Así fue de cabeza al embudo diseñado por los fondos buitre para embargar la nave.

- El licenciado en sistemas Navales Claudio Gabriel Grossi, con bigototes a la mexicana y cejas espesas, incide desde su cargo como jefe del departamento personal de oficiales en los pases y calificaciones, lo cual lo torna muy útil para sus compañeros de bando.

- El submarinista comodoro de marina Guillermo Repetto, comandante de la Zona Atlántica, quien hizo el curso de Command College en la Escuela Naval estadounidense de Newport. Prestó la capilla naval para que oficiara misa el obispo de Mar del Plata Antonio Marino, quien en 2010 encabezó la resistencia eclesiástica a la reforma de los artículos del Código Civil sobre el matrimonio. (Como parte de esa guerra de Dios Marino dijo que según estudios que no identificó las personas homosexuales son ansiosas, consumen drogas, se suicidan y no pueden mantener relaciones estables. El estudio es tan serio que incluye precisas cuantificaciones: los putos tienen hasta quinientas parejas, sus relaciones no duran más de tres años y son treinta veces más violentos. En un alarde de liberalismo, el prelado reconoce el derecho de los homosexuales a casarse, siempre que sea con una persona de otro sexo.) En esas misas participaron los grupos de ultraderecha de Carlos Gustavo Pampillón, que embadurnaron con pintadas el portal de la memoria e intervinieron junto con la policía bonaerense en la represión contra las participantes del Encuentro Nacional de Mujeres. Repetto mantiene contactos estrechos con el dirigente del PRO en Mar del Plata, Carlos Arroyo, quien fue director de tránsito durante la dictadura militar. El último domingo Arroyo fue electo intendente de Mar del Plata con el 47 por ciento de los votos. La Marina festeja con globos de colores y sueña con el portaaviones y el submarino amarillos.

Furcios

Ambas fórmulas han cometido furcios descalificatorios. Durante la campaña Macrì anunció que convertiría la Asignación Universal por hijo en ley, cosa que había ocurrido una semana antes. También prometió una inexplicada asignación para jubilados, sin tomar nota de que en este momento gozan del beneficio previsional, ajustable por ley dos veces al año casi la totalidad de las personas en edad de retirarse. Durante el festejo de la victoria, María Eugenia Vidal dijo muy suelta de cuerpo que estaban haciendo historia y haciendo posible lo imposible porque “cambiamos futuro por pasado”. En su primera declaración pública posterior a las elecciones la presidente CFK recordó que una de las únicas tres leyes que había vetado era la que concedía el 82 por ciento móvil a las jubilaciones mínimas. Recién cuando concluyó el acto un colaborador le informó que horas antes Scioli había prometido llevar la jubilación mínima al 82 por ciento del sueldo de los trabajadores en actividad. Como era de prever la prensa de oposición presentó su mensaje como una respuesta a Scioli. Lo que nadie dijo hasta ahora es que en octubre de 2010, cuando Cristina vetó aquella ley aduciendo que haría quebrar al sistema previsional, la jubilación mínima equivalía al 68 por ciento del salario mínimo. Pero desde enero de este año es del 81 por ciento, con lo cual el ofrecimiento que Scioli tomó de las propuestas de campaña del Frente Renovador de Sergio Massa, es aumentar el 1 por ciento a las jubilaciones mínimas. Algo similar sucedió con su anuncio de modificación del piso para el pago del impuesto a las ganancias de la cuarta categoría. Scioli lo fijó en 30.000 pesos mensuales recién cuando el ministro de Economía Axel Kicillof le hizo notar que con el tope de 25.000 que había mencionado en su primera comunicación se incrementaría la cantidad de afectados.

El mensaje presidencial incluyó una reivindicación del sistema electoral con boleta de papel, que las principales fuerzas de la oposición habían cuestionado y proponían reemplazarlo por el voto electrónico. Massa llegó a proponer que se pidieran prestadas las máquinas de votación a Brasil. Esta vez la oposición no cuestionó el procedimiento aplicado en la provincia de Buenos Aires o Jujuy, donde obtuvo la gobernación, pero volvió a denunciar situaciones irregulares y fraude en algunos distritos en los que no tuvo el mismo éxito, como Entre Ríos y Santa Cruz. Queda claro que el problema no está en el sistema sino en los resultados de cada elección.

Espejos

Lo sucedido ahora tiene un antecedente inmediato en la misma provincia de Buenos Aires. Hace dos años, la lista de diputados del Frente para la Victoria fue encabezada por el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. La idea era oponerle una candidatura espejo al intendente de Tigre, Sergio Massa: joven, vacuo, bien parecido, con marketing de hacedor y preocupación por la seguridad, a diferencia de la imagen hiperpolitizada e ideológica de Kirchner y Cristina. A priori, no era una mala idea. La campaña giró sobre un slogan principal: “En la vida hay que elegir”. La intención era caracterizar lo que estaba en juego. Parecía un buen enfoque para la campaña, en la que tuvo una participación estelar CFK, a menos de dos años de su consagración como la presidente más votada de la democracia postdictatorial. Pero ese concepto no era compatible con el candidato. Luego de perder las PASO ante Massa, Insaurralde prescindió de la presencia de Cristina en la campaña y sólo en compañía de Scioli cambió de discurso para diferenciarse del gobierno nacional. Dijo, por ejemplo, que las cifras del Indec no eran creíbles. Una columna de Eduardo Van der Kooy en Clarín señaló que “el poderoso jefe de la feria La Salada, Jorge Castillo” recordó cuando el candidato era “recaudador del juego clandestino en la Provincia”. En octubre de 2013, Insaurralde volvió a caer ante Massa, esta vez por una diferencia mayor.

Acaso aleccionado por aquella experiencia, Scioli no modificará su discurso de cara al balotaje. Según su documento de “Contenidos de comunicación”, el eje de su campaña para el balotaje será “qué tipo de cambio queremos. ¿Queremos un cambio que incluya a los trabajadores, a los más pobres y a la clase media, o queremos un cambio que sólo beneficie a unos pocos?”. A partir de allí desarrolla una serie de opciones binarias, entre el desarrollo y el ajuste, la defensa ante los fondos buitre o el pago sin condiciones, el fútbol para todos o sólo para quienes lo pueden pagar, y así sucesivamente. Una vez más, en la vida hay que elegir o, remontándose más allá en el tiempo, Braden o Perón. El jueves, en la Plaza de Mayo y dentro de la Casa Rosada, los militantes que escucharon la palabra de Cristina respondían con una consigna equivalente: “Patria sí, Macrì no”.

Su claridad es cegadora, pero no responde una pregunta central: ¿cuál es el grado de compatibilidad entre el candidato y su línea discursiva? Tal vez dependa de la credulidad de la audiencia a la que se dirija. A Macrì le funcionó. La misma noche de 2007 en que llegó a la alcaldía porteña no tuvo reparos en anunciar que había concluido el siglo de los derechos humanos y comenzaba el de las obligaciones y acusó al gobierno de revolver el pasado en busca de venganza. En 2010, mientras pensaba en competir por la presidencia dijo que se subiría “a ese tren, aunque tengamos que tirar por la ventana a Kirchner porque no lo aguantamos más”. Anunció que reprivatizaría Aerolíneas Argentinas y el sistema previsional, acusó a la “inmigración descontrolada” por el narcotráfico, dijo que había que bajar los salarios porque eran un costo empresario, llamó despilfarro al gasto social y lo subejecutó de modo sistemático en la Capital. No obstante, en el último tramo de la campaña electoral se declaró identificado con las metas sociales del peronismo, inauguró un monumento al Momo Venegas, prometió mantener la asignación universal y no privatizar las empresas públicas.

Con una planificación más profesional que la de sus competidores se dirigió así a la franja menos informada de la sociedad, que lo conoce antes como dirigente de Boca Juniors que como político. La elección como candidata en la provincia de Buenos Aires de la politóloga María Eugenia Vidal, de apenas 42 años y especializada en relaciones internacionales, fue otro acierto personal de Macrì. De rostro aniñado, el diseño proselitista no la presentó como la académica que es, integrante del Grupo Sophia, sino como una chica de clase media, nada cheta, siempre en contacto con los vecinos.

Agua bajo el puente

Mucha agua corrió bajo el puente desde el día de febrero de 2002 en que Macrì presentó su primera plataforma política. Lo hizo ante el Jefe de Estado Mayor de la Armada, almirante Joaquín Stella, durante un almuerzo en la fragata Sarmiento anclada en puerto, a la que llegó en compañía del ideólogo de la ultraderecha prodictatorial, Vicente Massot. El documento titulado “Visión 2010” fue elaborado en forma conjunta por la Fundación Creer y Crecer (que dirigía el empresario Francisco de Narváez y en la que trabajaba María Eugenia Vidal) y por la consultora estadounidense Booz, Allen & Hamilton. Del equipo participaba también Gustavo Ferrari, gerente de las empresas de Francisco De Narváez y nexo con el Opus Dei y la embajada de Estados Unidos, que hoy es uno de los colaboradores más próximos de Scioli. El apuro de Macrì fue tan grande, que ni siquiera supervisaron la traducción del documento al castellano. Por eso, hablaba de “clusters” de empresas (por racimos) y “Reino de la ley” (transcripción macarrónica del Rule of Law con que los anglosajones denominan al estado de derecho). “Es verdad que el peronismo se cae a pedazos, pero de ahí al proyecto de un país atendido por sus dueños hay un tramo que el presidente de Boca nunca podrá recorrer”, escribí entonces. Ya no estoy tan seguro, porque el domingo Macrì rompió ese tabú y la posibilidad pasó a ser imaginable. Varias veces advertí que con Macrì por primera vez desde que se estrenó la ley Sáenz Peña, hace 99 años, las clases dominantes han sido capaces de construir una fuerza propia, con viabilidad electoral al menos en la Ciudad Autónoma. Pero ahora ha cruzado la avenida General Paz. La ausencia de una alternativa nacional semejante a lo largo del siglo XX explica la constitución de las Fuerzas Armadas como Partido Militar, impulsada por la jerarquía eclesiástica. Cuando los horrores de la última dictadura tornaron inviable la vieja alternancia entre gobiernos civiles más o menos populistas y dictaduras que imponían por la fuerza sus políticas de ajuste, esas clases cooptaron a los partidos de origen popular para canalizar aquellos intereses. En ese sentido, la emergencia del PRO y su candidato, ahora en alianza con la UCR, podría constituir un fruto de tres décadas de democracia. Pero si llegara a imponerse debería entender no sólo en el discurso de campaña que no es posible gobernar en democracia como en dictadura y que el retroceso en todos los derechos recuperados durante la última década podría precipitar una profunda crisis de gobernabilidad difícil de sortear. Algunos de sus partidarios, como el ex canciller radical Dante Caputo, sostienen que Macrì “llega sin alianzas al poder, pero precisa una coalición de gobierno para enfrentar la tarea”, y calculan cuántos diputados y senadores podría aportarle cada socio. Incluso llegan a advertir que podría gobernar por decreto, confiando en que el justicialismo no tendrá la mayoría para invalidarlos en ambas cámaras. Es una visión mecánica e ingenua, desmentida por la historia. Las elecciones dan legalidad de origen, pero la legitimidad de ejercicio no se consigue en los despachos ejecutivos ni legislativos sino en la práctica social cotidiana, como bien lo muestran los derroteros del último presidente electo en el siglo pasado y el primero en este, Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner. La confrontación del domingo 22 tiene una prehistoria. Scioli inició su carrera política en la Capital Federal impulsado por Carlos Menem en el ocaso de su gobierno. Macrì era el candidato que el duhaldismo imaginó para hacer pie político en la Ciudad Autónoma, con Carlos Grosso y Miguel Angel Toma, Raúl Carignano y Juan Pablo Schiavi como operadores políticos. Pero la crisis de fin de siglo alteró esas previsiones y Toma fue el candidato duhaldista derrotado por Scioli. Kirchner anunció que sería su compañero de fórmula en 2003 para bloquear la nominación de Lavagna, que propiciaba Duhalde. En 2006, cuando decidió que no buscaría la reelección y que Cristina lo sucedería, le faltaba un candidato en la provincia. Para fundamentar su opción por Scioli, explicó que si Macrì cruzaba de la ciudad y ganaba la provincia “este proyecto se termina. Scioli es el único que puede impedirlo y forzarlo a quedarse en la Capital... Hasta ahora fue así.

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