EL PAíS › OPINIóN

El día que volvió

 Por Luis Bruschtein

El retumbar incesante de los bombos suena siempre a corazón latiendo. En el fútbol o en la política es un pulso de vida que llena la ciudad. Para algunos es barbarie, para otros ciudadanía. Los bombos retumbaron desde la madrugada en zonas hostiles como Recoleta y Tribunales. La nueva generación de militancia quiere su momento épico, como el 17 de octubre de los abuelos y el 20 de noviembre de sus padres. Amaneciendo, encapotado, fresco, con lluvia, día laborable, lo peor para ir a esperar y defender. Es más liviano que sacar a Perón de la cárcel o recibirlo del exilio en medio de una dictadura. Esta vez es evitar que metan presa a Cristina. Es lo que dice el retumbar de los bombos en toda la ciudad. Hay pibes que se quedaron en vela en Recoleta, frente al departamento de Cristina, entre vecinos paquetes sacados de quicio. Hay otros que levantaron carpas en Tribunales. Las guardias en el edificio Libertad están redobladas. Hay carpas en sus veredas. Llueve y el agua empapa las ropas y chorrea por los cuerpos, pero los pibes saltan y cantan y en Retiro son ríos humanos que salen de las bocas del subte o llegan por plazas y avenidas. “El que no salta tiene cuenta en Panamá” o algo así cantan. Otras rimas están dedicadas a Macri y muchas más a Cristina que es el eje de la convocatoria: “Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. No es chiste, va de promesa.

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Todos vieron el video viralizado de Macri el día de su discurso en el Congreso, cuando mira por la ventanilla del auto y ve que nadie se movilizó para escucharlo o saludarlo. Es su primer discurso y nadie se acercó ni para verlo pasar. Está solo y se resigna: “debe ser porque el tiempo está feo”. La gente no fue porque el tiempo está feo. Todos lo recuerdan y lo comparan. “Ni siquiera llovía”, dice un cuarentón. Otro lleva un cartel que dice: “Me pagaron mil pesos para que no venga”. Otra piba se acuerda de la justificación de Macri y grita “contra viento y marea reventamos Comodoro Py”. La comparación es insistente, con lluvia y todo, en día laborable, la multitud crece y crece. A Cristina no la van a dejar sola. El tiempo fue un protagonista importante. La tormenta puso su cuota de dramatismo. La lluvia paró cuando Cristina se puso a hablar y el sol salió cuando estaba terminando. “Ahí lo tienen dijo Cristina aún en la peor tormenta, el sol siempre está”. Y salió del escenario. Sobre el pucho empezaron a sonar los Redondos con “Juguetes perdidos”: “Cuando la noche es más oscura, se viene el día en tu corazón”.

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“Se la dejaron picando” dice un hombre a su compañero mientras avanza desde Retiro hacia los Tribunales. “Estos se creen que ella es como ellos, todavía no la conocen.” “Ella” vio el momento de volver. La citación de Bonadio fue un regalo para que su regreso después de varios meses de silencio se convirtiera en el centro del escenario, con un presidente fugado en las provincias y con la ciudad en vilo por la movilización popular. Fue protagonista excluyente con un fuerte discurso ante una abigarrada multitud que había esperado todos esos meses para volver a escucharla. Destrozó a la corporación judicial y recordó que las persecuciones por supuesta corrupción siempre fueron contra gobiernos populares como los de Yrigoyen y Perón. Hubo un sistema judicial cómplice con esas persecuciones y con los golpes militares que las movilizaron, explicó. Poco antes, un grupo de trabajadores judiciales había colgado desde la terraza del imponente edificio de los Tribunales un inmenso cartel de la agrupación "Quique" De Pedro del Sindicato de Trabajadores Judiciales (Sitraju) con las figuras de Néstor, Cristina Kirchner y el propio "Quique", y el sello de la CGT. La multitud siguió desde el suelo los tironeos entre los trabajadores y el personal de seguridad que quería retirar el cartel. “Hay muchas excepciones, por supuesto. No toda la Justicia ha sido así, agregó Cristina. Los del cartel son los muchachos que se oponen a Piumatto” (el titular de la UEJN que se respalda en la corporación judicial y está en la CGT de Moyano). Desde todas las ventanas del edificio se apiñaban empleados y funcionarios judiciales y algunos saludaban a la multitud y acompañaban las consignas. Enfrente, desde el comando de la Armada, varios empleados salieron al jardín para escuchar a Cristina y sacar fotografías. Pero a los pocos minutos un oficial los invitó a que regresaran al edificio.

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La cantidad es lo de menos. Había la suficiente como para que el acto fuera un éxito. De vereda a vereda, con un bulevar el doble o triple de ancho que una avenida común, la muchedumbre estaba muy apretada desde un poco más allá de los Tribunales, hasta la vía del tren, unas cuantas cuadras más atrás, y se extendía por las dos laterales de acceso. Los organizadores dijeron 250 mil, la policía de la ministra Patricia Bullrich volvió a los viejos cálculos mezquinos y dijo 12 mil. Los medios oficialistas sacaron fotos aéreas desde la luna donde los espacios vacíos, donde terminaba la concentración, por la perspectiva se veían más grandes que los llenos. Había mucha gente a pesar de la lluvia y de que se trataba de un día laborable. Fue mucha gente y es probable que mucha más se haya quedado en su casa por el mal tiempo o fuera a trabajar para no perder un día de salario. En esas condiciones no hay otro dirigente político, gremial o social que convoque una multitud como ésa.

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Un periodista pregunta si se vieron columnas del PJ. Es lo que está en discusión. Los medios oficialistas dirán que no hubo suficiente peronismo. Hay carteles de Fernando Espinoza, el dirigente de La Matanza; de Alberto Descalzo, de Ituzaingó y de otros. Por el micrófono se escucha la adhesión de 70 intendentes y que en el palco ya están Espinoza, Mario Secco, de Ensenada; Jorge Ferraresi, de Avellaneda; Patricio Mussi, de Berazategui, y numerosos intendentes bonaerenses desde Cañuelas hasta Areco. La concentración es un caos de banderas, carteles y cartelitos caseros. Se distinguen los de La Cámpora, el Movimiento Evita, Martín Fierro y otros pero hay gran cantidad de agrupaciones barriales General Perón o Evita y las 20 verdades o Hugo del Carril que seguramente provienen de los distritos de esos intendentes. La marcha peronista no se pasó por los altoparlantes, pero a la salida numerosos grupos la cantaron y otros siguieron con sus consignas. Cristina relató que una de sus respuestas al juez Bonadio, que la acusa de asociación ilícita, fue que “la única asociación en la que participé fue el Poder Ejecutivo Nacional, por mandato del 46 y el 54 por ciento del pueblo...Y también del Partido Justicialista –bromeó–, aunque para ser amplia no insistí con esto”. Si no es todo el peronismo, es una parte importante. La convocatoria de Cristina trató también de ordenar la interna del PJ, como si hubiera dicho, “noso- tros somos muchos, el que se va pierde”. Fue crítica con el Gobierno y con los que han acompañado desde distintas vertientes las políticas económicas del oficialismo, desde Moyano hasta Bossio. Pero dejó la puerta abierta. Lo que dio a entender fue: “Divididos no ganamos, hay que juntarse y ordenar la casa”. Ese fue el mensaje para los peronistas. “Hay que convencer de que se equivocó a la gente buena que votó a Macri engañada por medios o periodistas que ahora se descubre que fueron financiados por los fondos buitre”, agregó.

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Por ahora ese acercamiento pareciera no darse: Una señora mayor, muy malhumorada por la cantidad de muchachos que estaban gritando consignas en la estación de subte de Retiro, exclamaba en forma bastante grosera:”¡Déjenme pasar que yo trabajo!” “Y nosotros venimos aquí para que usted no pierda su trabajo”, le respondió una de las chicas en buen tono pero poco amistoso. Son diálogos urbanos. Un muchacho jovencito, trepado a la reja que rodeaba el Edificio Libertad, escuchaba el discurso de Cristina como si le estuviera hablando a él. “Tenemos que hablar con todos –decía Cristina–, hay muchos que no se consideran kirchneristas.” “¡¡¡Yo sí!!!”, gritó el pibe. Y Cristina siguió con el tema del amor al otro. “Yo veo que en estos días con todos los problemas que tiene la gente hay poco amor en movimiento.” “¡¡¡Yo te amo a vos, Cristina!!!”, insistía el quía. Pero disintió cuando la ex presidenta habló de los disidentes del PJ y el pibe se acordó de Bossio y toda su parentela.

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Es una historia interesante sobre el carácter peronista o no de este acto, o sobre el devenir del peronismo y sus raíces o sobre la militancia popular si se quiere. Raúl es flaco y tiene el rostro enjuto con algo de barba entrecana. El pelo se le pegó a la cabeza por la lluvia y parece más flaco todavía. Saluda como alguien conocido en este métier de los actos callejeros. No le importa la lluvia. Tiene una historia: El 16 de junio de 1955 su padre se había empilchado con cuidado porque era su primer día de trabajo en la Fundación Eva Perón. Nunca pudo llegar porque murió en el bombardeo de aviones de la Fuerza Aérea argentina contra civiles en la Plaza de Mayo en el levantamiento contra el gobierno del general Perón. Para los peronistas, su papá es un prócer, es alguien que perdió la vida a manos de los antiperonistas. Y Raúl tiene su propia carga. La persona que lo conoce lo presenta como “un militante del carajo”.

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Imagen: Joaquín Salguero
 
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