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El Gobierno manda fruta

 Por Mario Wainfeld

La huelga nacional docente tuvo un nivel alto de cumplimiento en todo el país. Los sindicatos organizadores lo calificaron como “contundente”. El Gobierno prefirió hacer enunciados generales o distraerse en detalles como la menor adhesión en escuelas privadas, sin reparar en la incidencia de las presiones patronales contra el ejercicio de derechos por parte de los trabajadores.

Todo paro docente, con este gobierno o los precedentes, suscita un contrapunto conocido. Los huelguistas destacan sus necesidades y la falta de respuestas oficiales. Los funcionarios cuestionan el perjuicio que causa la medida de fuerza en la vida cotidiana de millones de argentinos. Son factores a ponderar, desde ya. Hoy y aquí, los docentes no llegaron a la huelga pronto o atolondradamente: retuvieron la medida de fuerza hasta fin de agosto.

La Paritaria Nacional Docente, instituida en la etapa kirchnerista, es la primera convención colectiva importante del año. En 2016 el gobierno se esmeró en evitar choques frontales con los sindicatos, reconociendo un incremento de la base salarial que superaba sus pronósticos sobre la inflación anual. Recordemos que los más pesimistas hablaban del 25 por ciento, el presidente se tenía más fe.

Ni siquiera había que pasar el invierno, como en otros buenos tiempos de derecha: apenas el primer semestre. Las predicciones fracasaron: la inflación se proyecta a un 45 por ciento o algo así, si no se controlan los tarifazos de gas y de luz y no se incurre en la nueva devaluación que exige la barra brava del establishment.

Los salarios quedaron muy desfasados, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, que lucía dialoguista en el verano se pone a tono con el giro del macrismo. Ya no hay diálogos sino confrontación en el Congreso, la ley anti despidos votada por la oposición fue vetada, el Gobierno sólo conversa con incondicionales.

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Encubrir no alcanza: Los portales de los medios de la cadena oficial privada dieron amplia difusión al terremoto en Italia y a justificar una represión violenta contra manifestantes en la Autopista Buenos Aires-La Plata. La libertad de prensa existe, el periodismo de guerra la ejercita como mejor le conviene. Uno de los problemas posibles es que los editores y los funcionarios crean que sus “tapas” constituyen la realidad y borran los fenómenos sociales.

Puede motivar confusiones: ya pasó cuando el terrible atentado terrorista en Niza se usó para disimular un ruidazo expandido contra el aumento de las tarifas de gas. La Casa Rosada leyó los titulares de los diarios oficialistas y supuso que el hecho no había ocurrido. Ahora se está desayunando del equívoco.

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La serie seguirá: Por la magnitud y gravitación el de ayer fue el paro más potente desde que asumió Macri, aunque no el primero. El contexto vaticina que habrá otros, entre ellos el nacional que la CGT reunificada se guarda de anunciar, de momento. El clima social, el agravamiento de la recesión, la secuencia de los despidos indican que llegará acaso durante la primavera, en todo caso antes de las fiestas navideñas.

Negar el escenario es la jactancia de los cortesanos de Palacio, cuya tozudez solo los lleva a cometer nuevos errores o incurrir en excesos.

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El Gobierno manda fruta: Se conoció anteayer el índice de desempleo, alto y preocupante. La diferencia de los indicadores aplicados hasta 2015 y los elegidos por el actual director del INDEC, Jorge Todesca, dificulta una comparación lineal, que exige algunas precisiones para no confundir series distintas.

De todas formas, el 9,3 por ciento reconocido por el Gobierno es un guarismo preocupante, arrimando peligrosamente a los dos dígitos que podrían rasguñarse o superarse a fin del año.

Macri metió más ruido en el debate que vendrá. Dijo que “los datos reales de la economía tienen un número que nos tiene que preocupar, que es la población que efectivamente tiene empleo. La Argentina apenas supera el 40 por ciento y en la mayoría de los países de la región está arriba del 50 por ciento”. Vuelve a mandar fruta, difundiendo conceptos erróneos. El error que comete el presidente es que la tasa de empleo se mide distinta en la Argentina y en países vecinos. En estos se hace un cociente entre la Población Económicamente Activa y el número de ocupados. En la Argentina la tasa de empleo se calcula sobre la población total en edad de trabajar que es mayor.

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Fruta de ayer secándose al sol: Las administraciones kirchneristas hicieron un culto de aumentar los niveles de empleo, en los mejores años y defender los puestos de trabajo en los de vacas flacas. Los programas Repro fueron parte de la respuesta. El actual ministro de Trabajo, Jorge Triaca, los amarretea al extremo.

Su acción política más ambiciosa fue un ruego a San Cayetano: la plegaria no fue atendida, hasta el cierre de esta nota. Agnóstico y respetuoso de la libertad de cultos, el autor de esta columna dispensa de responsabilidad al santo.

En su movida más patética, Macri convocó al gran empresariado a la Casa de Gobierno a firmar una tregua de despidos unilateral por noventa días. No se renovó, ni se honró lo pactado. Los suscriptores despidieron a lo loco. Un informe reciente del Centro de Estudios del Trabajo y el desarrollo” (CETyD) dirigido por el ex ministro Carlos Tomada releva que “según los últimos datos publicados por AFIP, más del 90 por ciento de los trabajadores registrados del sector privado que perdieron sus empleos entre noviembre de 2015 y febrero de 2016 se desempeñaba en empresas de más de 100 trabajadores; y la proporción restante lo hacía en empresas de entre 50 y 100 trabajadores”.

Las grandes corporaciones mandaron fruta mezclada con carne podrida, si se tolera la insistencia en las metáforas orgánicas.

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Los productores reparten fruta: Productores patagónicos repartieron anteayer peras y manzanas en la Plaza de Mayo. La concurrencia de personas interesadas desbordó cualquier previsión. Las colas se hicieron interminables, agotando la provisión de toneladas de fruta fresca.

La modalidad de la protesta es meritoria, antagónica a los desbordes del “campo” en 2008 cuando vertían leche fresca o productos perecederos en la ruta.

De antemano, la movilización ratificaba otra simpleza oficial: la devaluación favorecería por igual a las economías regionales que a los grandes productores y exportadores de la “zona núcleo”. No es así porque la cadena de formación de precios relega a los productores de peras y manzanas al ingrato lugar de último orejón del tarro.

La segunda evidencia que el oficialismo debería registrar es tan impresionista cuan rotunda. Centenares o miles de personas que se costean a procurarse un poco de fruta son un indicador de la situación social. Fácil sería menoscabarlo porque no tienen el rango científico de una muestra de encuesta de opinión… eppur se movieron y fue por algo.

Otros ejemplos a mano para quien quiera ver son la parálisis de ramas de actividad industrial mano de obra intensivas, de resultas de la pinza de la agresiva política de importaciones liberadas y de la reducción del consumo interno. Quienes se ufanan de volver al mundo deberían observar que la recesión es expandida: hay muchos países dispuestos a exportar con dumping social.

Las imágenes de la Plaza no hablan más que mil palabras: solo ilustran a los que analizan sin anteojeras las secuelas de una política económica que hace estragos.

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Mandar fruta es más sencillo…: La narrativa M manda fruta y propaga a lo loco pero las señales de la sociedad civil la contradicen. El oficialismo podría doblar la apuesta que intenta, cabe reconocer, cada vez más a desgano. Alega que todas las críticas o medidas de acción directa en su contra responden a las manos negras del kirchnerismo que, paradójicamente, está reducido a migajas y puede movilizar personas en todo el territorio nacional.

La Casa Rosada y sus propaladores mediáticos pueden acusar a actrices y actores “K” (prebendados en años cercanos) de irse disfrazando sucesivamente de usuarios residenciales de servicios públicos, de maestros en marcha, de trabajadores de economía social, de personas de a pie añosas que fueron a la Plaza… y cincuenta etcéteras.

El quid de la cuestión es que la disconformidad crece y se expande más allá de pertenencias partidarias mientras el presidente profetiza que en agosto mejorará el nivel de empleo.

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Imagen: DyN
 
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