EL PAíS › OPINIóN

Aprender 2016: la evaluación con nombre equivocado

 Por  Natalia Stoppani *

El 18 de octubre se aplicará en todas las escuelas públicas y privadas del país, en los 6º grados de primaria y 5º o 6º año de la secundaria y en forma muestral para 3º grado de primaria y 3º de secundaria, la evaluación Aprender, la nueva noticia macrista en materia educativa. Se trata, como venimos denunciando, de una propuesta típicamente neoliberal y propia de las agendas de buena parte de los gobiernos de la región en la actualidad ¿Por qué decimos ésto? Porque de unos años a esta parte, la cuestión de la “evaluación educativa” forma parte de los discursos educativos de funcionarios de todos los colores políticos y de todos los países de Nuestra América, aunque con muchos matices entre sí. Matices que, como es casi obvio, tienen que ver con los proyectos pedagógicos y políticos a los cuales tales funcionarios adscriben. No es lo mismo escuchar hablar de evaluación educativa en la boca del ministro de Educación de Bolivia, Roberto Gómez Aguilar, que al ministro de nuestro país, Esteban Bullrich. Mientras el primero nos propone pensar en evaluaciones integrales, que contemplen a todos los actores de la comunidad educativa, con una mirada puesta en el proceso educativo y no en la evaluación como una foto de momento, el segundo reivindica las pruebas estandarizadas internacionales (como Pisa), coloca a los docentes y directivos en un simple rol de “ejecutores”, desconoce los procesos evaluatorios que realizamos cotidianamente en nuestras aulas y presenta a la escuela casi como un desierto que, antes de la llegada del macrismo, ni evaluaba ni tenía “calidad”. La repudiable frase dicha por Bullrich hace semanas en alusión a la Conquista del Desierto puede dar pistas sobre cómo las autoridades conciben lo existente en un sistema educativo que lleva un siglo larguísimo de existencia. Supone una descalificación a lo existente, pues se deja entrever que antes no se evaluaba, antes no se hacía nada y nosotros, con el fin de la transparencia y la mejora de la calidad educativa, ahora, por fin , cada quién tendrá lo que se merece.

Aprender, en la perspectiva tecnocrática que defiende el Gobierno, consiste en una evaluación estandarizada con preguntas cerradas en formato del multiple choice. Un examen que sólo admite preguntas cerradas y ninguna referida a las condiciones de vida de la persona tiene un sesgo netamente centrado en los resultados de aprendizaje, como si aprender fuera un derecho que se ejercita en un tubo de ensayo. En Aprender, los docentes de una escuela toman un examen realizado desde el Ministerio en una escuela distinta que en la que enseñan, siendo estos nombrados como “aplicadores” y los directivos llamados “veedores”. Asimismo, en los aplicativos se incentiva a que no se prepare a los estudiantes para responder la prueba porque eso puede distorsionar los resultados. También se aconseja “evitar copias” y promover un buen clima en el aula, como si esto fuera posible cuando a un estudiante se le toma un examen sobre “lo que sabe”, por parte de un docente que no conoce, en un día “especial” porque no habrá clases, con un cuestionario que quizás tenga que ver con algunos contenidos vistos y cuyos resultados pueden servir para decir si nuestro país tiene “baja” o “alta” calidad.

Nos preguntamos cuáles son los fundamentos pedagógicos y estadísticos para sustentar esta evaluación, cuáles son los argumentos para hacerla de éste modo y cuál es el objetivo que subyace a esta prueba estandarizada y uniforme. Sin lugar a dudas el nombre del operativo está errado porque si la acción de aprender se reduce a la medición de resultados será que estamos volviendo a las viejas recetas neoliberales que solo se aggiornan un poco en el siglo XXI.

* Profesora en Ciencia Política y Coordinadora del Departamento de Educación del CCC Floreal Gorini.

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