EL PAíS › EL DESTINO DEL FRENTE GRANDE SE RESUELVE A FIN DE MES

Frentistas, entre el ser y la nada

Ibarra consiguió consenso con los chachistas y los aliados al Gobierno para postergar el Congreso. Debaten el futuro de la fuerza.

 Por Fernando Cibeira

Aníbal Ibarra tendrá que esperar un poco para confirmar su liderazgo en (lo que queda de) el Frente Grande. De común acuerdo con los otros sectores frentistas, el grupo que responde a Ibarra decidió postergar para el 27 de abril el congreso partidario pautado en principio para el fin de semana pasado y que era continuación de aquel otro encuentro de diciembre del 2001 en el que el jefe de Gobierno porteño fue electo presidente de la fuerza. Los motivos de la postergación fueron dos. Primero, la común percepción de que en estos momentos de crisis y desprestigio de la política embarcarse en una discusión de interna partidaria sería muy mal recibido por la gente. Segundo, cerca de Ibarra reconocían que no tenían asegurada la mayoría de los congresales, por lo que el resultado de la reunión podía no ser el esperado.
Tres fines de semana atrás, los ibarristas se encontraron para decidir la continuidad del congreso de diciembre, que debió pasar a un cuarto intermedio debido a las diferencias irreconciliables entre los tres sectores en los que quedó dividido el FG luego de la debacle de la Alianza. En diciembre, los más de cien congresales que respondían a Carlos “Chacho” Alvarez se retiraron escandalizados porque consideraban que nadie quería discutir de política y que a los que conducían el congreso sólo les interesaba elegir a las nuevas autoridades. Con el apoyo de su gente, más el del sector ahora aliado a la gestión de Eduardo Duhalde y hasta el de los congresales de Alberto Flamarique, Ibarra fue electo presidente del Frente Grande. Pero la designación del resto de la mesa de conducción quedó en el aire hasta tanto no volviera a reunirse el congreso, fijado para el 23 de marzo.
La reanudación siempre estuvo en la cuerda floja hasta que el sector de Ibarra recorrió el espinel de congresales y sintió que la relación de fuerzas le resultaba favorable. A nivel político nacional, el ibarrismo plantea una posición equidistante entre el chachismo –cada vez más cerca del ARI de Elisa Carrió– y el grupo que componen Juan Pablo Cafiero, Darío Alessandro, Rodolfo Rodil y Nilda Garré, sumado a la coalición duhaldista. “Buscamos una posición autónoma, de manera que en un hipotético futuro nos podamos convertir en bisagra entre el ARI y sectores progresistas del justicialismo como el de Néstor Kirchner”, se entusiasmaba un dirigente que adhiere al sector de Ibarra.
Para el recuento de congresales daban por hecho que el grupo de Chacho Alvarez ni se molestaría en participar del cónclave, dado su manifiesto interés de integrarse al armado de Carrió. En Diputados, este sector disidente que encabeza el tucumano José Vitar ya conformó un interbloque con el ARI y presentan en conjunto la mayoría de los proyectos legislativos.
Cerca de Alessandro y Juampi Cafiero dicen en voz baja que Ibarra no tenía ganas de continuar el congreso en las actuales circunstancias, pero que son algunos dirigentes bonaerenses los que lo presionaban. De acuerdo con esta versión, estos dirigentes quieren expulsar a Cafiero y a Rodil del partido para quedarse con la personería jurídica del FG en la decisiva provincia de Buenos Aires. No hacían nombres, pero entre los dirigentes bonaerenses más notorios que militan cerca de Ibarra están los legisladores Eduardo Sigal y Alejandro Mosquera y los intendentes Oscar Laborde y Edgardo Di Dío.
Ibarra conversó con Alessandro y escuchó su consejo de postergar las cuestiones partidarias mientras no amaine la crisis. Por otro lado, cuando volvieron a contar los porotos, comprendieron que el nivel de fuerzas dentro del Congreso sería de una paridad muy marcada, lo que daría lugar a un duro debate de pronóstico reservado. El sector integrado al Gobierno sigue considerando la necesidad de fortalecer la gestión duhaldista como último bastión ante el avance del proyecto dolarizador de la centroderecha. Como contrapartida, el ibarrismo busca una mayorindependencia, de forma de no quedar pegados en caso de que Duhalde desbarranque, arrastrando con él a sus aliados.
Los chachistas, en cambio, consideran la experiencia del Frente Grande terminada y proponen la unión con Carrió. Con todo, no descartan participar del congreso –ahora fijado para el 27 de abril– si acuerdan con los otros sectores abrir un debate sobre el perfil que debe asumir el FG. “No vamos a ir al congreso para entregarle el partido orgánicamente a Duhalde”, decía un diputado que cada tanto conversa con Chacho, quien continúa recluido en su quinta de Ezeiza.
El gran interrogante es la actitud que tomará Ibarra. Mientras puede, el jefe de Gobierno porteño prefiere sobrevolar las rencillas internas y evita condenar a algún sector con la esperanza de que, en algún momento, todo el FG vuelva a unirse bajo su conducción. “Ibarra en algún momento tendrá que definirse: no puede ser que todos pensemos distinto y a todos nos diga que tenemos razón”, explicaba un dirigente chachista.

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Aníbal Ibarra y Darío Alessandro, a la cabeza de un antiguo encuentro del Frente Grande.
Cuando retomen el Congreso deberán definir autoridades y la relación con el duhaldismo.
 
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