EL PAíS › URUGUAY NEGO EL ASILO POLITICO
QUE SOLICITO EL JUEZ DE LA CORTE ADOLFO VAZQUEZ

Todavía puede pedir ayuda a su amigo en Chile

Vázquez viajó a Montevideo y se reunió con el presidente Jorge Batlle. Pero Uruguay no le concedió el refugio porque consideró que “no hay persecución política real, efectiva”. El juicio político en su contra seguirá el miércoles en el Senado.

 Por Irina Hauser

Primero habló de amenazas, después denunció un atentado, culpó al gobierno de Néstor Kirchner y ayer viajó de sorpresa a Montevideo a pedir asilo político. Cerca de la destitución, el juez de la Corte Suprema, Adolfo Vázquez, parece una fuente inagotable de recursos para mostrarse como un perseguido. El presidente del país vecino, Jorge Batlle, lo recibió en persona pero se negó a darle protección diplomática. El canciller uruguayo, Didier Opertti, dijo públicamente: “No hay persecución política, efectiva, real”.
Vázquez, el último supremo menemista, montó el martes pasado una conferencia de prensa en su despacho en la que acusó al Gobierno de “dictatorial”, reivindicó a las Fuerzas Armadas y dijo que le hacen juicio político por pensar distinto y estar del lado de los ahorristas. Al día siguiente, el miércoles, denunció que el auto oficial en el que viajaba por la Panamericana había recibido dos balazos y estaba convencido de que los proyectiles estaban dirigidos a él, que salió ileso. Después atribuyó el episodio sin vueltas a “móviles políticos” y dijo que se inclinaba por pensar que “haya venido de algún organismo oficial”.
Con todo este bagaje, Vázquez cruzó ayer el charco y después de establecer algunos contactos informales con el gobierno uruguayo consiguió entrevistarse con Batlle, quien el año pasado pronosticaba con beneplácito que Carlos Menem ganaría las elecciones. El cortesano planteó que se considera víctima de una persecución política, que su vida corre peligro y que por eso se creía en condiciones de pedir refugio diplomático o alguna otra protección posible. Pero no consiguió nada.
El canciller Opertti se puso en contacto con su par Rafael Bielsa, por la tarde. En varias comunicaciones le fue relatando cómo se sucedían los acontecimientos en Montevideo y finalmente le anunció que se negaban a darle asilo a Vázquez. Después, el ministro uruguayo salió a dar explicaciones. Dijo que Uruguay entendía que no había mérito alguno para albergar al magistrado, que no existe ninguna confabulación política o asedio en su contra y que, por ende, no se daban las condiciones requeridas por el derecho internacional. Bielsa le agradeció “la diligencia puesta en el tratamiento de una cuestión con la que se pretendía afectar la imagen de la democracia argentina”.
Cerca de Vázquez, ayer intentaban negar en un principio que el objetivo del viaje fuera pedir auxilio. El cumpleaños de su hija y la visita a algunos jueces de la Corte uruguaya fueron algunas de las excusas que circularon. Pero después la noticia fue rotundamente confirmada por las autoridades de ambos países.
Antes de enterarse que el supremo estaba en plena huida, sus compañeros de la Corte pergeñaban una reunión extraordinaria para hoy o mañana con el objetivo de analizar la posibilidad de reprenderlo o imponerle alguna sanción disciplinaria por sus declaraciones públicas de esta semana. Es que Vázquez no sólo arremetió contra el Gobierno sino que acusó abiertamente al titular de la Corte, Enrique Petracchi, de haber armado su juicio político. Petracchi le contestó en una carta pública que lo suyo era propio de un “hombre desesperado” que “deshonró” al tribunal, pero parece que se quedó embroncado.
En la Corte, tomaban con pinzas la denuncia de Vázquez sobre los balazos al auto, un Peugeot 405, en el que volvía de un cementerio de Pilar, tras visitar la tumba de su esposa. “¿El auto-atentado?”, ironizaban funcionarios del tribunal acostumbrados a escuchar sus relatos sobre amenazas. En el Gobierno, en cambio, preferían la cautela y esperaban el avance de la investigación de los peritos y de la Justicia de Zárate-Campana, que caratuló el caso como posible intimidación y tentativa de homicidio, aunque ninguna hipótesis está descartada (ver aparte). Ayer Vázquez, desde alguna parte, se defendió: “Es un disparate que se hable de autoatentado”. En Uruguay circulaba la versión de que el último sobreviviente de la mayoría automática se quedaría por el fin de semana allá y volvería derrotado la semana próxima a Buenos Aires. Haga lo que haga, y aunque el gobierno de Batlle le hubiera concedido una guarida, el juicio político continúa. El miércoles próximo la Comisión de Juicio Político de Diputados continuará con su acusación ante el Senado. Vaya a saber dónde está Vázquez para ese entonces. Si pide ayuda a su amigo Menem, todavía le quedaría una esperanza en Chile.

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Esta semana, el supremo Adolfo Vázquez denunció un atentado y criticó al presidente de la Corte.
 
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