EL PAíS › CRISIS EN EL GOBIERNO TRAS LA RENUNCIA DE REMES LENICOV

Lomas ya no queda tan lejos

Diputados y senadores rechazaron el Plan Bonex y produjeron la renuncia de Remes, Capitanich, De Mendiguren y Gabrielli. Duhalde perdió la alianza parlamentaria que lo erigió y debió consensuar con gobernadores y legisladores los pasos a seguir. Propuso a Guadagni para Economía y lo rechazaron.

 Por Diego Schurman

José Pampuro fue diplomático.
–Lole, estamos armando una reunión en Olivos. Es urgente. El Presidente quiere a todos los gobernadores. Tenemos que hablar del gobierno nacional, del Fondo... del futuro.
Eran las 10 de la mañana. Y el secretario privado del Presidente ya sabía de la renuncia de Jorge Remes Lenicov. Solo hacía falta consensuar con Carlos Reutemann y los otros mandatarios del PJ el nombre del sucesor. Eso sí, Eduardo Duhalde había puesto una condición, pretendidamente irrevocable, para el que se anime a la aventura: que no se ate necesariamente las pautas ortodoxas del FMI.
La profundización de la crisis dejó al Presidente en un estado notorio de debilidad. En apenas 24 horas no solo su ministro de Economía debió dar un paso al costado por la resistencia del Congreso a votar el Plan Bonex. También quedó pagando cuando legisladores y gobernadores vetaron el nombramiento de Alieto Gadagni, el candidato que imaginó desde un principio.
El secretario de Energía estaba por viajar antenoche a Santa Cruz de la Sierra a un congreso de energía y Duhalde lo bajó del avión. Primero dudó, después aceptó la oferta y finalmente, ante la explícita resistencia dentro del PJ, dio marcha atrás.
La letanía de negativas –entre ellas la de Javier González Fraga– hizo temer anoche la posibilidad de una salida anticipada de Duhalde, una alternativa que los principales laderos del Presidente se encargaron de desmentir.
Pampuro, la principal espada del mandatario, trabajó desde temprano para consensuar con toda la clase política el mejor postulante para Hacienda. Ya a esa altura se hablaba de una “oxigenación” de prácticamente todo el gabinete. El formato elegido por el Gobierno era el de “relanzamiento político”.
Además de Remes, hubo otros dos despedidos que se fueron sin chistar: Jorge Capitanich y José Ignacio de Mendiguren. Al jefe de Gabinete hace rato que le habían bajado el pulgar, y probablemente en las próximas horas retorne a su banca del Senado. El ministro de la Producción ya no tenía margen político.
Luis Luquiños, la mano derecha de Adolfo Rodríguez Saá, comenzó a pedir elecciones anticipadas. El reclamo lo formalizó la gobernadora de San Luis, Alicia Lemme, apenas desembarcó en Olivos. Diputados y senadores incluso hablaron de la convocatoria a comicios para dentro de 30 días.
La debilidad de Duhalde era notoria. Siempre dijo que no había plan B y que de la ayuda del FMI dependía su suerte y la de su administración. El fracaso de las negociaciones de Remes con el Fondo le hicieron cambiar el speech.
Hace un par de días susurró caminos alternativos a los oídos de Aníbal Fernández. El secretario general de la Presidencia escuchó entonces ideas sobre la manera de producir un “quiebre” en las relaciones con el FMI, sin que esto se traduzca necesariamente como un corte de mangas. El “que sea lo que Dios quiera” pronunciado el lunes tenía, al fin, una traducción.
El viraje lo confirmó finalmente Pampuro. “Nos jugamos por un camino muy pegado al Fondo Monetario. Ahora necesitamos replantear la estrategia”, le dijo ayer a Página/12.
La prédica en la Casa Rosada fue, en este punto, homogénea. Todos repitieron que, al margen del nuevo rumbo económico, Duhalde sigue encarando un gobierno de transición hasta el 2003 y que su poder debe ser sustentado por una “coalición nacional”.
Con esa premisa, los funcionarios salieron rápidamente a buscar aquellos “soportes” que no habían logrado incorporar antes, lo que había dejado al Gobierno con una clara hegemonía bonaerense. Pampuro se tranquilizó cuando Reutemann y el cordobés José Manuel De la Sota –gobernadores de lasprovincias más populosas después de la Buenos Aires– se mostraron dispuestos a colaborar.
Al santafesino le reclamaron integrarse al gobierno a través de tres dirigentes: Oscar Lamberto, Miguel Angel Paulón y hasta Jorge Obeid. El primero como jefe de Gabinete, el segundo como ministro de la Producción. El problema era Guadagni, demasiado alejado del FMI para el gusto del Lole.
Reutemann tuvo una charla a solas con Duhalde. Recién después telefonearon a Lamberto para que se sume a la conversación. El ahora senador dijo que aceptará se jefe de Gabinete siempre y cuando el ex piloto de Fórmula 1 dé su consentimiento.
A De la Sota lo solicitaron que ceda a Juan Schiaretti, ministro de Producción y Finanzas de Córdoba, y a Humberto Petrei, el ideólogo de la reducción de impuestos en la provincia mediterránea. El primero para incorporarse a la secretaría de Hacienda y el segundo para asumir eventualmente como titular de Economía. Duhalde había sondeado esa posibilidad en un encuentro a solas que mantuvo la última semana con el gobernador cordobés.
La danza de nombres fue interminable. El Presidente también volvió a la carga con Rubén Marín y Ricardo Gutiérrez. El gobernador de La Pampa para jefe de Gabinete, un cargo que se cansó de rechazar. Al ex miembro del Banco Provincia para timonear el Palacio de Hacienda.
Los muchachos de la CGT oficial, la de Rodolfo Daer, que también peregrinaron por Olivos, se cansaron de hablar del convencimiento de Duhalde de producir algunos retoques en su gabinete. Se fueron contentos: el presidente les prometió que Ginés González García y Alfredo Atanasof quedarían fuera de la poda. El ministro de Salud y el de Trabajo son dos hombres del “palo” sindical.
La CGT rebelde también festejó la decisión. Para Hugo Moyano nada mejor que un alejamiento del FMI, contra quien tienen pensado protestar –si no hay cambios de planes– la próxima semana. Es más, planeaba para hoy un operativo sorpresa frente al Banco Central para pedir también el paso al costado de su titular, Mario Blejer.
La sonrisa de los dirigentes de la CGT contrastaba con la angustia del Presidente.

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Duhalde a la mesa con los gobernadores, donde también se sentaron sindicalistas y legisladores.
 
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