EL PAíS › OPINION

El peor abogado

 Por Alfredo Zaiat

Si Shell necesitaba a alguien para defenderla de la convocatoria oficial al boicot y de la calificación de la “peor de todas” por parte de Néstor Kirchner, no encontró el mejor auxilio. Si antes no midió la reacción del Gobierno ante el ajuste de sus naftas. Si después no pudo contrarrestar la fuga de clientes ante la recomendación de no cargar en sus estaciones. Ahora no pudo haber escogido peor aliado para cobijarse de la tormenta que el paraguas del Fondo Monetario Internacional. Uno de los blancos preferidos del Presidente, con Rodrigo Rato ubicado en el centro del blanco, ha sido la tecnoburocracia con sede en Washington.
El Fondo ha perdido lo poco del prestigio que aún conservaba entre el núcleo duro del neoliberalismo. Pocos ya lo tienen en cuenta en relación a sus recomendaciones, quedando como lobbista devaluado de reclamos o quejas de grupos de interés. En este caso, los de la petrolera angloholandesa. Han sido tantos y groseros los errores de diagnósticos y pronósticos de esa organización con respecto a la economía argentina que, a esta altura, deberían asumir un prudente y humilde silencio.
Sin embargo, a veces, el poder –delegado por el Grupo de las Siete potencias mundiales– otorga una impunidad desmedida. ¿Quién tiene que dar explicación a quién sobre lo que se hace o se deja de hacer en Argentina? El Fondo alentó la hiperinflación al estallar la convertibilidad, con las desastrosas consecuencias sociales y políticas que hubieran implicado. Y también esperó con ansiedad el fracaso del canje de deuda en default, con el previsible descalabro a futuro de las cuentas fiscales ante la necesidad de modificar la oferta a los acreedores.
Después de tantos yerros, ¿cuál es la autoridad de Rato para exigir “reglas de juego claras con el sector privado” y de advertir que esa cuestión estará en las negociaciones de un nuevo acuerdo? Si tuviera el mínimo decoro, frente al desvarío de las recomendaciones de sus técnicos, debería preguntar dónde tiene que firmar en el acuerdo pretendido por Argentina. Este consiste en refinanciaciones de los próximos vencimientos, reservándole todavía el exagerado privilegio de acreedor privilegiado.
Shell no tiene viento a favor y da la impresión que tampoco busca cambiar de dirección la vela. El Gobierno la golpea por el ajuste de las naftas y desea que su lugar sea ocupado por la venezolana Pdvsa. Pero, en los hechos, la petrolera no ha hecho nada para remontar esa complicada situación. Más bien parece que la quiere profundizar al sumar como defensor de su causa a Fracasos Múltiples Internacionales.

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