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“Vamos a radicalizar la democracia, basta de prudencia timorata”

Rafael Bielsa lanzó ayer su candidatura porteña en un escenario minimalista, a sala llena, acompañado por el jefe de Gabinete y con su habitual estilo. “Yo soy así”, dijo, y se definió como “una arandela, un engranaje” en el proyecto de Kirchner.

 Por Martín Piqué

Una mesita, dos sillas, dos botellas de agua mineral. Todo iluminado por las luces cenitales del coqueto Teatro Ateneo. Más que la presentación de una candidatura, parecía la escenografía de una conferencia académica. O una obra de teatro minimalista. Sólo el telón exhibía alguna expresión política. Decía “Todos con Kirchner. Frente para la Victoria”. No había más asientos porque con dos alcanzaba. Ya la disposición del tablado dejaba claro que el acto tendría dos personajes principales. Uno estaba cantado, el canciller Rafael Bielsa, la estrella de la tarde, quien anunciaría el lanzamiento de su candidatura. El otro, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Después de abrazarse y señalarse mutuamente para guiar los aplausos, se sentaron en la misma mesa. Los flashes hicieron relampaguear el teatro. Como una instantánea, la imagen mostró a los dos hombres fuertes del kirchnerismo en la ciudad. Y quizá –nunca se sabe– anticipó una futura competencia.
Bielsa intentó estirar todo lo posible la definición de su candidatura. No quería dejar la Cancillería, el ministerio más deseado por cualquier dirigente. Esa resistencia se adivinó ayer en el rostro adusto del flamante candidato. También en las palabras de su presentador: “Además de un hombre extraordinariamente capaz, reflexivo, y con la característica de la honestidad, el Rafa (por Bielsa) es un militante. Le doy gracias por haber aceptado”, lo ensalzó Fernández. Poco después, el propio canciller se encargó de destacar su disposición al sacrificio. Se definió como “una pieza dentro de un proyecto” y, amante de las metáforas, se comparó con “una arandela, un clavo, un engranaje”. Aunque enseguida aclaró que sería su último renunciamiento. “Lo dije muchas veces y lo repito. Néstor Kirchner es mi último jefe”, advirtió desde el palco.
Devoto de la lectura, habitual columnista en varios diarios, Bielsa sorprendió con un discurso escrito rico en metáforas, críticas sutiles –en las que se adivinaban referencias a sus rivales Mauricio Macri y Elisa Carrió– y citas a David Lebón, Raúl González Tuñón y a sí mismo (“El país está sobrepensado y subejecutado”, repitió). El tono doctoral, que podría ser acusado de pretencioso, estuvo muy lejos de lo que suele escuchar en las campañas. “Yo soy así. Uno le tiene que decir a la gente cómo es”, contestó Bielsa cuando, después del acto, le preguntaron por su estilo.
Debajo de la superficie, su discurso incluyó definiciones que hasta ahora no se habían escuchado en funcionario alguno. Al menos de primer nivel. “Les propongo radicalizar la democracia. Basta de prudencia timorata. Ser prolijos no implica ser cobardes. Propongo que llevemos la democracia a todos lados, que la metamos de prepo en el bolsillo de los pantalones del caballero y la cartera de la dama, sin el permiso de los intereses corporativos”, exhortó. La arenga, como un dirigente porteño reconoció a Página/12, parecía más el de un candidato presidencial que de un candidato a diputado. Por otro lado, la convocatoria a “radicalizar” la democracia es una constante en las fuerzas de la izquierda latinoamericana –el chavismo, la CTA, el PT de Porto Alegre– que impulsan la democracia participativa.
No hubo referencias a la tradición peronista. Tampoco se cantó la marchita. Para evitar que alguien se tentara, cuando Bielsa terminó su discurso comenzó a sonar un tango a un volumen bien alto. El canciller se limitó a levantar los dedos en V, tímidamente. Una de las pocas condiciones que había puesto era que el acto no estuviera lleno de cotillón justicialista, como sí hubo en Obras Sanitarias cuando Alberto Fernández anunció la unificación del partido con la presencia estelar de Cristina Kirchner. En las primeras filas se veía a dirigentes del PJ mezclados con representantes del centroizquierda. Los más visibles eran el ministro de Educación, Daniel Filmus; la secretaria de Defensa de la Competencia, Patricia Vaca Narvaja; el sindicalista Víctor Santa María; el legislador Diego Kravetz; el titular del INCAA, Jorge Coscia, y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.
Muy comentada fue la presencia de funcionarios del gobierno porteño, cercanos al kirchnerismo, algunos invitados por Bielsa. Eran los secretarios Roberto Feletti (Infraestructura), Eduardo Epszteyn (Desarrollo Sustentable) y el vicejefe de Gobierno, Jorge Telerman, excluido ex profeso en el reparto de poder del PJ porteño. Frente a esos miembros del gabinete de Aníbal Ibarra, Bielsa no se privó de referirse al incendio de República Cromañón. “La tragedia de Cromañón mostró una penúltima postal del Estado jugando al distraído. No hay modo de que miremos para otro lado. No podemos hacer de cuenta que jamás ha sucedido. Es mucho dolor para que no nos duela. Cuando alguien nos lo exhiba como una bandera fúnebre, la miraremos fijo y no diremos una palabra. A nadie exhibiremos Cromañón como una bandera fúnebre. Algo nuestro también murió con los pibes”, leyó sin salirse una coma de lo que había escrito.
La multitud aplaudió sus palabras. Algunos habían especulado con que en el acto no se hablaría del incendio que costó la vida de 193 jóvenes. “Para atrás, justicia. Para adelante, nunca más”, instó Bielsa. Después siguió con otros temas, y cargó contra “la inexorabilidad de la historia” que consideró producto del “inmovilismo de los ’90”. Igualmente, cuando terminó su discurso los periodistas volvieron a preguntarle por la tragedia del 30 de diciembre de 2004. En concreto, lo consultaron sobre si Ibarra debía seguir o no en la Jefatura de Gobierno. Más serio que nunca, Bielsa respondió con una frase seca: “Eso no corresponde con la campaña política”, dijo y dejó en claro que no hablaría más del asunto.
Otro momento de cierta tensión se vivió cuando le preguntaron si pensaba renunciar a su cargo para enfrentar la campaña. “En el momento que lo crea conveniente lo voy a hacer”, replicó. Por los pasillos, sus colaboradores reconocían que Bielsa había acordado con el Presidente permanecer en el Palacio San Martín hasta el 9 de diciembre. Al día siguiente, en caso de ser electo, asumiría su banca en la Cámara de Diputados. Al igual que en el discurso, Bielsa no pudo disimular que el pase de la Cancillería al Anexo del Congreso no lo agrada mucho. “Ahora me toca jugar de marcador de punta izquierdo y lo voy a hacer”, describió. “Mi modelo es Juan de la Cruz Kairuz”, agregó, divertido y feliz de poder hablar de fútbol. Le habían preguntado quién era su lateral preferido.

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El escenario del Ateneo fue la base para el lanzamiento del canciller a la pelea porteña.
 
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