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“La 26 efectuó destrozos en la 24 para culparlos”

Osvaldo Pascuzzi y Carlos Córdoba denunciaron en Asuntos Internos y en la Justicia que un cabo les contó que la comisaría de La Boca fue arrasada por policías, para culpar a los piqueteros que la tomaron en 2004. Ahora viven custodiados, por las amenazas.

 Por Martín Piqué

Osvaldo Pascuzzi se mueve por todos lados con una compañía no demasiado grata, pero que hechos recientes hicieron necesaria. A donde va Pascuzzi lo sigue un efectivo de Gendarmería, de uniforme verde. Desde hace meses, Pascuzzi viene recibiendo amenazas telefónicas y advertencias nada sutiles en las calles de Barracas. Las intimidaciones comenzaron luego de que denunciara que un cabo de la comisaría 26 de apellido Farías, le había contado que “él con personal de la seccional 26 habían efectuado destrozos y roturas” en la comisaría 24 de La Boca, “además de haber sustraído diversas cosas” para que le “encarajan esos hechos a esos negros de mierda” (por los piqueteros liderados por Luis D’Elía). Pascuzzi hizo la denuncia en Asuntos Internos de la Policía Federal, luego insistió ante el Juzgado Federal Nº 8 de Comodoro Py, a cargo de Jorge Urso.

Pascuzzi asegura que la conversación con Farías se produjo un día después de la toma de la comisaría de La Boca, en la madrugada del 26 de junio de 2004. Entrada la noche del 25, un grupo de desocupados y vecinos de La Boca tomó la seccional. Reclamaban la detención del principal sospechoso del asesinato de Martín “Oso” Cisneros, dirigente del comedor Los Pibes. El sospechoso era Juan Carlos Duarte, conocido como “Colchones”, y la toma terminó cuando lo detuvieron. Antes de irse, los piqueteros fueron cacheados y se firmó un acta de que no se llevaban nada. Según Pascuzzi, las expresiones de Farías involucran al comisario Carlos Cheroni, de la 26ª, y Juan José Pirsic, a cargo de la circunscripción IV.

“Salimos siete personas de trabajar en mi departamento y nos encontramos con este cabo (por Farías). Nos cuenta que la noche anterior había estado de guardia y el comisario (por Cheroni) le había pedido que juntara gente para ir a romper toda la comisaría 24 y traer las cosas a lo de Bonano, una concesionaria Peugeot. Queda en Lamadrid y Montes de Oca. Ahí trabaja Juan Bellanza, le dicen Juancito, un sargento de la Federal, que no usa uniforme y tiene la suerte de estar desde hace 15 años en la custodia de Bonano. Al lado de la concesionaria pero dentro del edificio hay una cochera con un portón. Bellanza cuida eso y abre el portón ese. Farías nos contó que tenían que llevar todo a lo de Juancito. Nos contó que se habían traído unos chalecos (antibalas), una gorra, balas”, relata.

–¿Qué hicieron con esas cosas?

–El destino que se le iba a dar a todo eso no sé. Ahora, sí me consta que Juan Bellanza abre el portón para muchas cosas porque da la casualidad que yo antes vivía en Lamadrid 1575, justo enfrente. A Bellanza hace más de veinte años que lo conozco.

–¿Para qué otras cosas abrían el portón?

–Lógicamente, se abría a altas horas de la noche para entrar patrulleros a dormir o bajar algo que se podía recaudar en la zona (sonríe). No soy un arrepentido, para nada. Nadie me puede marcar y decir que me llevé algo.

Pascuzzi hizo la primera denuncia a los pocos días de la toma de la seccional. No notó demasiado interés en Asuntos Internos. Cuatro meses después se presentó en el juzgado de Urso con otro de los testigos de la charla con Farías. Se trata de Carlos Córdoba, quien lo acompaña en la entrevista con Página/12. El raid por Tribunales se completó el 22 de diciembre de 2005, cuando Pascuzzi declaró ante el juez de instrucción Julio Lucini. Ahora la causa está a cargo Néstor Costabel.

Las denuncias alteraron la rutina de Pascuzzi y Córdoba. “Me destrozaron el auto en la puerta de mi casa. Luego recibí una amenaza telefónica: me dijeron que eso me iba a pasar con mi familia arriba del coche. También me tiraron el auto encima. Y en el 2004 me quemaron el galpón. Da mucha bronca tener que soportar esta persecución. Me están volviendo loco”, dice Pascuzzi. Córdoba tampoco la pasó bien. “Tengo varias denuncias por amenazas. Y el 11 de este mes, mi mujer casi se muere. Llamaron por teléfono y le dijeron ‘Carlos y tu hija están tirados en la calle’.”Pascuzzi y Córdoba tienen custodia personal de Gendarmería por orden del juez de instrucción Javier Reyna Allende. Un efectivo de verde los acompaña hasta en las entrevistas periodísticas. Dicen que las intimidaciones no pararon, pidieron ser incluidos en el Programa de Protección a Testigos del Ministerio de Justicia. El abogado que hizo la presentación, Belisario Otaño Moreno, pidió que se incluya en la medida a los demás testigos de la charla con Farías, que son cinco.

Pascuzzi no es un desconocido para la policía de Barracas y La Boca. Propietario de galpones, dueño de un almacén de carrocerías para camiones, cultivó una relación con los jefes policiales. Una relación tan buena que llega a detalles insospechados. “Mis hijos se criaron prácticamente en la comisaría 26. Mi hijo era la persona que tenía todas las entradas preferenciales que Boca Juniors entrega a la Policía Federal para los comisarios. También le prestaban un Palio. Y cuando yo me enfermé, se terminó un comedor para hacerme chivo todos los sábados. Me daban comida preferencial, invitaciones a teatro y demás”, cuenta.

–¿Y todo eso en carácter de qué?

–Yo era un comerciante de la zona que nunca se metió en ningún ilícito. Ya en el año ’84 tenía autorización de los comisarios para parar mi Mercedes Benz y una Renault Fuego, coches importantes, en la puerta de la comisaría. El comisario (Federico) Almeder iba a ser mi socio en las fábricas de carrocería. Hicimos una relación. Viajábamos juntos a Cariló, bungalow de por medio, y le llegué a prestar una camioneta 4x4 ante escribano. Después me enteré que había sacado 250 mil dólares del país.

Retirado desde hace varios años, Almeder fue investigado por la Justicia que lo acusó –junto con un grupo de comisarios y subcomisarios– de integrar una red que protegía y promovía prostíbulos en la ciudad.

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Córdoba y Pascuzzi, denunciantes y amenazados.
 
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