EL PAíS › INESPERADO DEBATE SOBRE ANTISEMITISMO

Con la excusa de Quebracho

En medio de presiones desde EE.UU. para que Argentina rompa relaciones con Irán, las manifestaciones de Quebracho y la aparición de pintadas discriminatorias en la universidad calentaron la polémica.

 Por Raúl Kollmann

Inesperadamente, el antisemitismo se coló en la agenda política. Los dirigentes de la comunidad judía hablan de “enorme preocupación por los hechos antisemitas”, mencionando en concreto dos: la manifestación del grupo Quebracho destinada a impedir otra de un grupo de jóvenes judíos ante la Embajada de Irán y una serie de pintadas, algunas de ellas notoriamente discriminatorias, en la Facultad de Filosofía y Letras, en el marco de enormes polémicas por lo que fueron los ataques de Hezbolá a Israel y la invasión israelí al Líbano. Ayer, el presidente Néstor Kirchner y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, negaron cualquier rebrote antisemita y mencionaron que los hechos son atribuibles a grupos minúsculos (ver aparte). El súbito debate en la cuestión se plantea cuando el Presidente y su esposa están a punto de viajar a Nueva York y en el marco de un intento de presión para que Argentina rompa relaciones con Irán y condene el acercamiento de Hugo Chávez con los ayatolas.

En rigor, en Argentina no hubo hechos de violencia, sino el incidente con Quebracho, algunos mails posteriores, pintadas en la facultad y una polémica en torno de la política israelí en el reciente conflicto. A primera vista, los acontecimientos no parecen de gran envergadura, pero toman otro cariz con la visita del matrimonio presidencial a Estados Unidos y, sobre todo, por la presión de los dirigentes de la comunidad judía norteamericana. Ayer, la vocera del American Jewish Committee, Dina Siegel, criticó al fiscal Alberto Nisman porque tarda en emitir una resolución que le adjudicaría a Irán la responsabilidad de los dos atentados ocurridos en Buenos Aires.

Un fallo así le vendría bien a Washington, porque sería un argumento más para que George Bush justifique una ofensiva contra el régimen que encabeza el polémico Mahmud Ahmadinejad. El presidente iraní no sólo mantiene una fuerte controversia sobre el desarrollo nuclear de su país, sino que es un acérrimo enemigo de Israel y ha dicho, por ejemplo, que el Holocausto no existió. La resolución de Nisman le interesa especialmente a Washington porque Irán y Hezbolá no han sido acusados por ningún atentado masivo fuera de Medio Oriente: extrañamente los únicos dos casos son los de Buenos Aires. Por lo que se sabe, Nisman tiene terminado el cuerpo central de su resolución, que incluiría pedidos de captura de iraníes, pero tardaría alrededor de un mes en redondear la resolución.

Luego habrá que ver la solidez de las pruebas. Cuando el ex embajador de Irán en Buenos Aires fue detenido en Londres y el ex juez Juan José Galeano mandó su argumentación, la Justicia británica dejó libre al diplomático señalando que las pruebas resultaban insuficientes. Hace un año, el propio Nisman salió a la cancha para identificar al suicida en el caso del atentado en la AMIA, Ibrahim Hussein Berro, pero las evidencias no fueron convincentes y se convino en que sin un análisis de ADN la pista resultaba endeble. Ahora, el fiscal asegura que será satisfactoria.

De la cuestión de Irán deriva otra, no menor: Hugo Chávez. También en ese terreno hay presiones sobre el gobierno argentino para que condene su acercamiento a Ahmadinejad. En ese terreno, la administración Kirchner tiene definido no respaldar lo que hace el venezolano ni entrometerse con la política exterior de Chávez. En la Cancillería no dejan de recordar que Estados Unidos es el principal comprador de petróleo de Venezuela. En la estrategia relacionada con Chávez y Medio Oriente, la Casa Rosada se mueve en consonancia casi milimétrica con Brasil: también acordaron no enviar tropas a la frontera de Israel y El Líbano para no exacerbar diferencias que puedan surgir entre las comunidades judía e islámica del cono sur.

Sobre la reciente guerra, las polémicas más encendidas se dieron en la UBA, en especial con los partidos de izquierda. Entre ellos, no faltan quienes propugnan la destrucción del Estado de Israel, mientras que otros son duros críticos de la política israelí. Producto de esas posiciones, aparecieron las pintadas en la Facultad de Filosofía y Letras, algunas de tono nítidamente discriminatorio. Y también del ámbito de la izquierda surgió la marcha de Quebracho, cuyo objetivo fue bloquear una concentración de jóvenes judíos frente a la Embajada de Irán. Hasta ese momento se habían realizado actos y marchas a favor de Israel y de condena a Hezbolá, así como marchas de la izquierda de rechazo a la política israelí y de solidaridad con el pueblo libanés. La de Quebracho fue la única marcha de confrontación y, como ya es regla en la administración K, no hubo represión. Los dirigentes de la comunidad judía hubiesen querido que el Gobierno impidiera la movida de Quebracho.

La guerra en el Líbano produjo un profundo corte en todos los niveles. Dentro de la propia comunidad judía se conocieron dos declaraciones de intelectuales. Una defendió a rajatabla prácticamente todo lo hecho por Israel en el conflicto, la otra admitió el derecho de Israel a defenderse pero criticó los bombardeos a objetivos civiles. También naufragó uno de los más ejemplares procesos de integración entre las comunidades judía, católica e islámica en el nivel mundial. El 20 de junio juraron la Bandera Argentina numerosos chicos de escuelas islámicas en colegios católicos o judíos; chicos judíos en escuelas católicas o islámicas y chicos católicos en escuelas judías e islámicas. Un dirigente de la comunidad judía sintetizó ante Página/12 el cuadro actual de la siguiente manera: “Desde que empezó el conflicto no se hizo una sola reunión más, se está perdiendo algo invalorable”.

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La contramarcha de Quebracho y las pintadas en la UBA son dos elementos de discusión.
 
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