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Un día de alta tensión ante la amenaza de bloqueos a Buquebús

Turistas nerviosos, otros displicentes y algunos defensores de la asamblea de Gualeguaychú. Hubo ánimos variados y guardia de Prefectura en el puerto por la inminente protesta ambientalista.

 Por Werner Pertot

“Si voy a Uruguay, iré con una Itaka. Para que me abran paso. Total, soy vieja.” Susana no se anduvo con chiquitas. Con 80 años a cuestas, blusa floreada y pollera azul, acompañaba a su nieto, que cargaba sus valijas por el hall de Buquebús. La posibilidad de que los vecinos de Gualeguaychú cortaran el puerto la tenía con los pelos de punta. Por transitividad, Susana prolongó sus críticas hacia los piqueteros (“son dueños de la calle, están encapuchados”) y al Gobierno, pero lanzó un inesperado elogio al Presidente. “Eso sí. Está bien lo que hizo Kirchner con la Prefectura”, señaló en dirección a las nutridas columnas de uniformados color beige, que rodeaban la sede de Buquebús a la espera del posible corte.

Todo era tranquilidad y todo era tensión ayer en la terminal de Buquebús. Los pasajeros abordaban el ferry como cualquier día. Sólo la presencia de Prefectura y de los móviles de la televisión anunciaban que algo podía ocurrir, tras la decisión de los asambleístas de lanzar bloqueos sorpresivos para impedir la salida de los barcos. La inminente medida de protesta –que iría acompañada del corte de los tres puentes internacionales– fue defendida y sostenida desde Gualeguaychú, a pesar del operativo de seguridad (ver aparte).

La sola idea producía discursos incendiarios. “Ojo, que no soy la abuela-bomba. No me inmolo, sino que los mato a ellos”, aclaró Susana de entrada, en referencia a la anciana que presuntamente se habría ofrecido para hacer volar Botnia, que motivó el despliegue hollywoodense de tropas uruguayas en torno de la pastera finlandesa. “¡Es un horror que no se pueda circular! ¡¡Agarraría un camión y les pasaría a todos por arriba!!”, bramó Susana, detrás de sus anteojos oscuros. Su nieto, Joaquín, es uruguayo-argentino y estudia derecho. “Jurídicamente, Uruguay tiene razón”, opinó.

“Mirá, a mí lo del corte me parece perfecto. Si lo pueden hacer, que lo hagan. Y me la tendré que bancar”, acotó Norberto, de 55 años, de pelo negro y cejas tupidas. “Yo estoy contra las papeleras. Al lugar donde voy en Uruguay, también lo van a hacer pelota con la contaminación”, sostuvo, mientras hacía la cola para comprar pasajes. Norberto piensa viajar al norte de Fray Bentos a visitar a su suegra.

Margarita, en cambio, viajaba por problemas de salud. Es uruguaya, pero vive en la Argentina desde hace 24 años. “Si cortan acá, no sé... buscaré algún mosquito que soporte mi peso. Porque no tengo ningún conocido mago”, bromeó. “Realmente me parece que primero tendrían que ver el Riachuelo acá, que hiede. Botnia tendría que seguir y que haya más trabajo”, dijo.

“¡Yo lo único que quiero es que me dejen volver tranquila a mi país y se dejen de embromarrrr!”, gritó Dulcinea, mientras corría para no perder el barco. Rubia, con un tatuaje en el brazo, con ondas, aclara que viaja todas las semanas por su trabajo en un negocio de ropa. “Esto me parece un de-sas-tre. Si son menos de cincuenta los que cortan, yo paso igual”, se envalentonó, antes de perderse en Migraciones.

Con bermudas, camisa verde y el rostro distendido, Gustavo estacionó su pick-up cerca de la puerta. De ella bajaron su esposa y una numerosa cantidad de hijas de todas las edades. Todas son rubias, hasta la pequeña que no pasa los 8 años. “¡Un poco más y nos llevamos a las papeleras por delante!”, se reía una de las mayores. El destino familiar es un secreto a voces: Punta del Este. “¿Qué te puedo decir? Esto de las papeleras es un papelón internacional”, afirma. No parece preocupado por la posibilidad de los cortes a la vuelta. “De alguna forma volveremos. Si no, nos quedamos allá. Mal no nos van a tratar...”, descarta.

A pocos metros frenó una 4x4 negra. Hablando por celular, bajó una joven que no llevaba pocas valijas para sus vacaciones. “No, no, ese tema no nos interesa”, alargó el brazo su robusto novio, con un gesto displicente. El voto-Punta-del-Este evidentemente no está por estos días con Gualeguaychú.

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Prefectura y la Policía Federal reforzaron la vigilancia en la terminal de Buquebús.
 
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